Daniel Albarracín. Economista y Sociólogo. 1 de Octubre de 2013. Entrevistado por Bakic Adrijan de la Televisión Eslovena.
El desempleo entre los jóvenes en España es alto. ¿Cuáles son en su opinión las soluciones?
Partamos
primero de un diagnóstico. El problema del desempleo en España entre los
jóvenes radica en varios motivos principales:
a) Una inserción en la división
internacional del trabajo dependiente y auxiliar de la dinámica industrial
centro europea,
b) Una política industrial
inexistente que ha admitido la desindustrialización de la economía, la pérdida
de sectores de innovación estratégicos, dominados por las grandes compañías
transnacionales centroeuropeas, y un proceso de terciarización de la economía especializada
en sectores de servicios de bajo valor añadido (restauración, comercio, etc…).
c) Un desequilibrio sectorial que
sobredimensionó la construcción, lo que ha supuesto que durante una década se
produjese un abandono temprano del mundo educativo porque había grandes
facilidades de empleo y, con la crisis de la burbuja inmobiliaria, una
destrucción masiva de empleo en los sectores asociados a dicha actividad. Esto
ha ocasionado una dificultad de recolocación de un colectivo enorme de
trabajadores con escasa cualificación, o muy especializados en un sector que se
ha reducido a la mitad.
d) Una política económica basada en
el ajuste estructural que no sólo no ha compensado la retracción de la
inversión empresarial, sino que ha retirado iniciativas públicas, conduciendo a
una destrucción masiva de empleo.
e) Una política de empleo
fundamentada en la devaluación salarial y la degradación de las garantías de
estabilidad y proyección profesional.
f)
En suma, un modelo industrial y de estructura de ocupaciones
degradado.
g) Una destrucción masiva de empleo
que ha comenzado con el colectivo juvenil, que con empleos temporales y menor
continuidad en el empleo ha sido el primero en ser expulsado del mercado de
trabajo.
Las soluciones, en mi opinión, debieran comenzar
por modificar esta orientación radicalmente.
Es preciso aportar por un desarrollo autocentrado y mejor posicionado en el concierto internacional, allí donde la economía española tiene más posibilidades: renovación del modelo energético basado en renovables derivadas de la fuente solar, desarrollando iniciativas pioneras, y no perdiéndolas, como en la eólica; un apuesta por la innovación y una política industrial que dé consistencia a nuestro modelo productivo y laboral basado en la sostenibilidad y la satisfacción de necesidades; un desarrollo de las actividades de servicios basados en los cuidados y en el bienestar social (educación en todas las etapas, sanidad, atención a la dependencia, etc…); y un impulso turístico sostenible, desestacionalizado y diversificado y de calidad.
Es preciso aportar por un desarrollo autocentrado y mejor posicionado en el concierto internacional, allí donde la economía española tiene más posibilidades: renovación del modelo energético basado en renovables derivadas de la fuente solar, desarrollando iniciativas pioneras, y no perdiéndolas, como en la eólica; un apuesta por la innovación y una política industrial que dé consistencia a nuestro modelo productivo y laboral basado en la sostenibilidad y la satisfacción de necesidades; un desarrollo de las actividades de servicios basados en los cuidados y en el bienestar social (educación en todas las etapas, sanidad, atención a la dependencia, etc…); y un impulso turístico sostenible, desestacionalizado y diversificado y de calidad.
El colectivo juvenil se enfrenta ahora ante unas
expectativas bajísimas de encontrar su primer empleo y menos aún de permanecer
en él cuando lo consiguen. Cuando se encuentra es completamente inestable e
imposibilita la emancipación. El mayor desempleo juvenil no responde a una baja
cualificación o inadecuación de su currículo a los empleos disponibles, sino a
una fuerte destrucción de empleo que ha afectado en mucha mayor medida a los
jóvenes que habían sido contratados bajo fórmulas eventuales de empleo.
La opción tomada por el gobierno invierte lo que
debiera ser una línea proactiva en materia económica, industrial y laboral,
para convertirse en adaptativa a una lógica de inserción competitiva subalterna
en el entorno europeo. Procura adaptar el sistema educativo a la estructura
laboral y productiva que ahora existe, lo que equivale a degradar lo primero,
no actuar sobre lo segundo. Además aquel planteamiento ignora que el sistema
educativo es un proyecto de futuro con efectos a medio plazo. Además, el modelo
laboral e industrial del futuro está sujeto a cambios, en los que influye tanto
la economía internacional, el ciclo, y la línea de inversiones de futuro del
ámbito privado y público, y no sólo las decisiones y situación empresarial.
Debe advertirse que en España se había impulsado
un sistema de formación para el empleo que, aunque con defectos, propiciaba la
cualificación de la fuerza del trabajo a lo largo de toda su vida, y que ahora
se desmantela en la práctica.
Consecuentemente, una línea alternativa de
carácter proactivo no es posible sin modificar las políticas económicas,
industriales y de empleo en vigor, que requieren de un impulso de la inversión
pública en áreas socialmente útiles, que se centren en la cualificación de la
fuerza de trabajo, financiada con una reforma fiscal progresiva a ser posible
extensible en el entorno internacional.
En primer lugar, la sociedad española se basa en
una economía de servicios de bajo valor añadido, y una industria auxiliar
respecto a centroeuropa, fruto de su dependencia y abandono industrial, en un
contexto de capitalismo global muy competitivo.
Las ocupaciones que mayor peso tienen entre los
empleos existentes son las de trabajadores de servicios (restauración,
servicios personales, comerciales, etc…), que representan el 22,6% de las
ocupaciones, y los puestos de operadores industriales (7,5%) y otros trabajos no cualificados y
elementales (12,9%). Las ocupaciones directivas representan apenas el 4,9% y
las técnicas más cualificadas alcanzan el 16,8% del total.
Las que padecen mayores tasas de paro se
concentran en los niveles de ocupación más bajos, fundamentalmente en la
construcción, con tasas de desocupación elevadísimas (entre el 25% y el 52%),
pero al mismo tiempo, merced a la inestabilidad laboral, también se concentra
en el sector de restauración (23,4%). Estos datos pueden consultarse al final,
en el anexo, en la Tabla 1.
En términos de edad, la población juvenil (así
como la inmigración y las mujeres) padecen mayores tasas de paro, aunque el
desempleo se ha generalizado, al haber sido el primer colectivo expulsado por
su temporalidad en el empleo.
En relación al nivel educativo, tal y como puede
seguirse en la Tabla 2 del anexo, el paro se concentra en los niveles
educativos más bajos, con una clara correlación, puesto que a mayor
cualificación menor nivel de desempleo se detecta. Ahora bien, en todos los
niveles educativos de la fuerza de trabajo se asiste a un crecimiento
formidable de la desocupación, producto de las políticas de austeridad. El
efecto composición de las ocupaciones refleja una pérdida de peso de las
ocupaciones de menor nivel educativo.
El gobierno yerra al pensar que el problema de
empleo obedece en un mal diseño educativo, y no en el sistema económico,
industrial y de empleo, y especialmente en el alto paro fruto de su política
económica. Siempre es conveniente mejoras en el ámbito educativo, pero tratar
de resolver las carencias en otros ámbitos con medidas inapropiadas en el
sistema formativo no sólo es un error sino que pone en tela de juicio a las
personas haciéndolas culpables de un fracaso que no es el suyo.
La LOMCE procura abandonar las bases de promoción
de la igualdad de oportunidades, formalmente para impulsar un modelo
competitivo, que adapte la educación y cualificación de la juventud a la
situación y estructura laboral existente. De alguna manera, consiste en
estratificar a los colectivos que están estudiando, para reducir la presencia
en los niveles universitarios, desviar a mayor población a los itinerarios de
formación profesional y desprenderse de los “malos estudiantes” del mundo
educativo, a edades tempranas, para expulsarlos al mercado de trabajo.
Los sistemas que empleará son sumamente
discriminatorios. Se basan, en primer en establecer cuanto menos cuatro
reválidas a los 8, 11, 15 y 17 años (una selectividad por universidad) que
conduzcan por rutas diferentes al alumnado, estableciendo itinerarios desde el
segundo ciclo de la Educación Secundaria Obligatoria. Las reválidas estiman que
los resultados académicos tempranos son suficiente prueba de las posibilidades
de desarrollo educativo de las personas, algo que es muy discutible. No tiene
en cuenta la extracción social, el entorno familiar y económico, o las
necesidades educativas especiales de muchos colectivos que con un mayor
refuerzo pueden alcanzar niveles educativos altos. A este respecto, y casi de
manera irreversible los y las niñas pueden ver condenadas sus expectativas
educativas y laborales a una edad precoz.
Por otro lado, el entramado de escuelas públicas,
muy degradadas en recursos a pesar de ser hasta ahora las que mayor calidad
educativa proporcionaban en términos medios, retrocede a favor del negocio
educativo privado o subvencionado concertado que se potencia. Esta
estructuración genera barreras económicas de acceso a un sistema educativo de
calidad, profundizando las desigualdades sociales. Para colmo, se pretende
erosionar drásticamente el modelo universitario, y se establecen tasas de
acceso muy caras que impiden que muchos colectivos puedan proseguir sus
estudios avanzados.
Si esto no fuera poco, introduce la religión como
asignatura de plena validez académica, reduce la presencia de lenguas
nacionales diferentes al castellano, reduce las posibilidades de participar e
influir de los consejos escolares donde participaban las asociaciones de padres
y madres, favorece la segregación por sexos en los colegios y elimina el papel
de las asignaturas ligadas al pensamiento crítico (Educación para la
ciudadanía) o reduce el papel de asignaturas vinculadas a las humanidades y el
arte, y estima que la educación infantil no es educación. En suma, detrás del
discurso meritocrático esconde un propósito ideológico dogmático.
Una parte del alumnado está continuando sus
estudios, dadas las dificultades de encontrar empleo, o bien crece entre los
colectivos de edad más avanzada, por el mismo motivo, para recualificarse, en
general en sectores diferentes al habitual.
En España contamos con las generaciones de
nuestra historia mejor cualificadas y deben aprovecharse mejorando el sistema
industrial y la política laboral de nuestro país. Por el contrario, se
continuará con una dinámica de exilio económico y emigración laboral del
colectivo juvenil, precisamente en sus capas más cualificadas, si el gobierno
sigue aplicando su insensible agenda sobre este asunto.
Por otro lado, en torno un tercio de población
juvenil que abandona tempranamente los estudios o no supera los niveles de
educación secundaria. A este colectivo, con una política industrial proactiva,
debiera animársele a abordar una formación profesional cualificada y reconocida
ligada a un proyecto de creación de empleo en nuevas áreas de futuro, como por
ejemplo pudieran ser las actividades de cambio de modelo energético orientado a
renovables, o actividades de cuidados y servicios personales, o en el ámbito
turístico en proyectos ecológicamente sostenibles.
En cambio, se ha optado por reducir y degradar el
ámbito universitario, para hacer un sucedáneo, cuanto menos en los grados, de
formación profesional avanzada, al mismo tiempo que se sigue atribuyendo como
“el itinerario de los menos listos” a los que cursan formación profesional de
nivel básico y medio.
Sin duda alguna la formación profesional debe
revalorizarse y potenciarse. Pero esta potenciación no debe realizarse de
manera inapropiada. En gran medida, el modelo universitario, sobre todo en los
niveles de grado, están alterando su naturaleza para pasar a ser poco más o
menos que formación profesional avanzada. El pensamiento universal, la
adquisición de conocimientos en cuanto al método, el desarrollo de habilidades
de interpretación general y pensamiento crítico, la capacidad de aprender a
aprender, han de tener su lugar en la universidad, y no puede reservarse para
una élite social. De seguir por la línea nos encontraremos con una formación
profesional que preparará a gente en empleos que no existen, y con un modelo
universitario incapaz de cultivar la innovación, la ciencia y la preparación de
personas con altas capacidades intelectuales o capacitaciones para planificar y
dirigir en contextos cambiantes.
Un diseño de la formación demasiado enfocada a
los puestos de trabajo actuales ignoraría que el mundo productivo de mañana
será diferente al de hoy, que las personas no sólo se adaptan a las estructuras
laborales, sino que también las crean, con lo que una formación demasiado
específica, y no abierta, degradaría las capacidades de la fuerza laboral, pues
se produciría una inadecuación de lo aprendido hoy con las profesiones del
futuro. La articulación entre la preparación específica y especializada con una
preparación metodológica con perspectiva amplia, con capacidad creativa y de
adaptación a los cambios es fundamental en cualquier sistema educativo.
Hasta
hace bien poco parcialmente sí. Los sistemas de formación para el empleo
propiciaron la actualización de las cualificaciones de trabajadores en edad no
juvenil, con gran intervención de las empresas, subvencionadas por el Estado. Ahora
lo que sucede es lo contrario, son las empresas las que pautan parte del modelo
educativo al definir las prácticas no laborales de los que cursan formación
profesional y niveles universitarios, o al financiar investigaciones de su
interés particular en los diferentes departamentos universitarios.
Asimismo,
se han producido demasiadas presiones del mundo empresarial para definir
contenidos y esquemas del mundo educativo para que se rijan por sus necesidades
inmediatas. Desde este punto de vista, se ha podido pasar de un modelo
educativo abstracto y generalista a algo completamente opuesto, y mucho más
rígido. Ni que decir tiene que el mundo productivo y el educativo deben
vincularse y cooperarse más y mejor entre sí. En nuestra opinión, aunque deba
consultarse a las empresas, habría de ser el gobierno, con sus políticas educativas,
económicas e industriales, el que debiese dar perspectiva, continuidad y
coherencia a este equilibrio. En nuestra opinión, ahora es el mundo empresarial
el que está consiguiendo que un servicio público esencial esté diseñado en
parte por él, que el sistema educativo se privatice como un negocio más en cada
vez mayor medida, y que se ignoren aspectos clave del papel de la educación
para el futuro de la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario