Miguel Urbán, 6/6/2015.
http://www.eldiario.es/euroblog/Grecia-camino-austeridad-venciendo-libertad_6_395870412.html
Este 5 de junio no se ha pagado finalmente el siguiente tramo de la deuda griega. No, no es que se haya adoptado una decisión unilateral. Tampoco se está aguardando a que un árbitro internacional establezca unas condiciones de igualdad para hacer posible una negociación justa. Ni se está preparando una moratoria que garantice un marco de diálogo al margen de cualquier chantaje financiero, como recomienda la ONU. Simplemente es el resultado de una posposición en la recta final de lo que podría ser un acuerdo, quizá un armisticio, que debería alcanzarse a final de este mes.
No se ha plasmado un acuerdo aunque por parte del gobierno griego se haya mostrado disposición. Se ha aceptado, como forma de seguir ganando tiempo, concentrar los pagos a final de este mes, justo cuando finaliza el préstamo acordado en febrero y cuyo cumplimiento es condición sine qua non para la apertura de ulteriores desembolsos y exigencia para abrir una nueva negociación de nuevas líneas de crédito. Así que todavía tendremos este mes para ver qué pasa.
Quizá este mes de junio puedan pagarse las nóminas de funcionarios y las pensiones de los ya maltrechos jubilados. Pero, ¿y después?, Tsipras se apresuró el jueves a decir que estos temas no están sobre la mesa, la TROIKA está más preocupada en derribar al gobierno de Syriza que en cobrar su deuda. Un ejemplo de negociación exitosa en Grecia vale más que cualquier pago del tramo de la deuda, las victorias son contagiosas y eso es lo que más teme el FMI y el Banco Central Europeo, por eso su objetivo es doblegar al primer gobierno que ha decidido plantarles cara.
Lamentablemente, el gobierno de Tsipras no tiene apenas tiempo y ya ha dado, quizá demasiado pronto, señales de su flexibilidad ante un interlocutor que no quiere negociar, sino doblegar la voluntad popular expresada en las urnas. Tsipras explicó con honestidad en Le Monde todo lo que estaba dispuesto a ceder. Aumentar la edad de jubilación, reformar el mercado laboral, asumir importantes privatizaciones o aumentar el IVA, han dejado de ser líneas rojas en las negociaciones, por lo que este mes será el definitivo para poder confirmar (o no) que las promesas hechas al pueblo griego se cumplen. En todo caso, más allá de la retórica del gobierno, no nos queda otra que seguir confiando en el valiente pueblo griego y en su capacidad de presión también sobre el gobierno. Y es que, a falta de otros gobiernos aliados, a Tsipras y su ejecutivo les queda la alianza más importante: la que deben mantener con la gente que ha venido sufriendo la austeridad todos estos años.
La estrategia paneuropea de concertar una mesa más amplia que invitase a una conferencia internacional ha sido ignorada. La idea de una reestructuración parcial de la deuda siguiendo un esquema de transacción de parte de la deuda por otra perpetua, y de pago de otra fracción únicamente si crece la economía griega ha sido frontalmente rechazada, además, en el caso de ser aceptada aún se seguiría cargando con el lastre de un 120% de deuda en términos de PIB. Así que, en estas circunstancias, si las instituciones internacionales no acceden a un acuerdo razonable que reconozca los límites de Grecia, solo caben dos posturas. O bien acatar. O bien cuestionar los términos o incluso la propia negociación. En suma: plantear otras preguntas.
Llegados a este punto es comprensible la duda respecto al qué hacer en esta disyuntiva. Y lo es porque a Grecia la empujan a escoger entre aceptar una mutilación a plazos o la travesía de un desierto cuyo horizonte aún no se puede ni adivinar. En resumen, se trata de escoger entre gestionar la austeridad o asumir la propia libertad cuando, por el momento, el pueblo griego se encuentra solo y estigmatizado en el marco internacional. Y es que la libertad causa miedo, para asumirla habría que dar pasos por terrenos inexplorados que además estarán repletos de adversidades, u ofrecerán oasis a medio camino como sucedió en Ecuador en 2007. En todo caso, las incertidumbres no pueden ser excusa para la parálisis.
En estos momentos hay varios puntos razonables en las propuestas de una y otra parte de Syriza que podrían conjugarse. De esta forma, se podrían aprovechar iniciativas ya en marcha que deberían evitar romper la necesaria unidad que exige el momento. Entre ellas:
No se ha plasmado un acuerdo aunque por parte del gobierno griego se haya mostrado disposición. Se ha aceptado, como forma de seguir ganando tiempo, concentrar los pagos a final de este mes, justo cuando finaliza el préstamo acordado en febrero y cuyo cumplimiento es condición sine qua non para la apertura de ulteriores desembolsos y exigencia para abrir una nueva negociación de nuevas líneas de crédito. Así que todavía tendremos este mes para ver qué pasa.
Quizá este mes de junio puedan pagarse las nóminas de funcionarios y las pensiones de los ya maltrechos jubilados. Pero, ¿y después?, Tsipras se apresuró el jueves a decir que estos temas no están sobre la mesa, la TROIKA está más preocupada en derribar al gobierno de Syriza que en cobrar su deuda. Un ejemplo de negociación exitosa en Grecia vale más que cualquier pago del tramo de la deuda, las victorias son contagiosas y eso es lo que más teme el FMI y el Banco Central Europeo, por eso su objetivo es doblegar al primer gobierno que ha decidido plantarles cara.
Lamentablemente, el gobierno de Tsipras no tiene apenas tiempo y ya ha dado, quizá demasiado pronto, señales de su flexibilidad ante un interlocutor que no quiere negociar, sino doblegar la voluntad popular expresada en las urnas. Tsipras explicó con honestidad en Le Monde todo lo que estaba dispuesto a ceder. Aumentar la edad de jubilación, reformar el mercado laboral, asumir importantes privatizaciones o aumentar el IVA, han dejado de ser líneas rojas en las negociaciones, por lo que este mes será el definitivo para poder confirmar (o no) que las promesas hechas al pueblo griego se cumplen. En todo caso, más allá de la retórica del gobierno, no nos queda otra que seguir confiando en el valiente pueblo griego y en su capacidad de presión también sobre el gobierno. Y es que, a falta de otros gobiernos aliados, a Tsipras y su ejecutivo les queda la alianza más importante: la que deben mantener con la gente que ha venido sufriendo la austeridad todos estos años.
La estrategia paneuropea de concertar una mesa más amplia que invitase a una conferencia internacional ha sido ignorada. La idea de una reestructuración parcial de la deuda siguiendo un esquema de transacción de parte de la deuda por otra perpetua, y de pago de otra fracción únicamente si crece la economía griega ha sido frontalmente rechazada, además, en el caso de ser aceptada aún se seguiría cargando con el lastre de un 120% de deuda en términos de PIB. Así que, en estas circunstancias, si las instituciones internacionales no acceden a un acuerdo razonable que reconozca los límites de Grecia, solo caben dos posturas. O bien acatar. O bien cuestionar los términos o incluso la propia negociación. En suma: plantear otras preguntas.
Llegados a este punto es comprensible la duda respecto al qué hacer en esta disyuntiva. Y lo es porque a Grecia la empujan a escoger entre aceptar una mutilación a plazos o la travesía de un desierto cuyo horizonte aún no se puede ni adivinar. En resumen, se trata de escoger entre gestionar la austeridad o asumir la propia libertad cuando, por el momento, el pueblo griego se encuentra solo y estigmatizado en el marco internacional. Y es que la libertad causa miedo, para asumirla habría que dar pasos por terrenos inexplorados que además estarán repletos de adversidades, u ofrecerán oasis a medio camino como sucedió en Ecuador en 2007. En todo caso, las incertidumbres no pueden ser excusa para la parálisis.
En estos momentos hay varios puntos razonables en las propuestas de una y otra parte de Syriza que podrían conjugarse. De esta forma, se podrían aprovechar iniciativas ya en marcha que deberían evitar romper la necesaria unidad que exige el momento. Entre ellas:
- Reformar el sistema fiscal para hacer que contribuyan sustancialmente las oligarquías del país, dotando de recursos para iniciativas de inversión, con una imposición sobre el patrimonio de las grandes fortunas y las rentas altas.
- Declarar un impago selectivo siguiendo las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y la Auditoria de la deuda griega que van a ser presentadas el próximo 18 de Junio, cuestionando la odiosidad, ilegalidad, insostenibilidad social e ilegitimidad de la carga deudora. Una deuda heredada por gobiernos corruptos e instituciones internacionales que beneficiaron a la banca privada centroeuropea en contra de la población griega y los contribuyentes europeos. Esta medida liberaría recursos para desarrollar Grecia.
- Poner en pie una banca pública, con los restos sanos de la probable bancarrota privada.
- Establecer un control de movimientos de capitales que frene la sangría del ya 15% del PIB perdido en forma de fuga de depósitos y capitales.
- Asumir que es preciso emprender políticas de inversión y empleo contracíclicas impugnando la exigencia en plena crisis europea de obtener suicidas superávits públicos primarios.
- Emitir pagares a modo de una moneda bis que impida el cortocircuito en las transacciones.
- Redefinir las relaciones con Europa y el resto del mundo e instar a formar un proyecto supranacional alternativo. Un proyecto abierto a cooperar con aquellos países, pueblos o regiones que quieran afirmar su identidad estableciendo a su vez prácticas de integración cooperativa internacional. Para abrir nuevos canales y esquemas de intercambio en materia de financiación, inversión y comercio o incluso de mancomunación institucional y producción de bienes comunes. Se trata de ensanchar espacios, vínculos y proyectos que, en un principio puede que adopten una forma de archipiélagos interconectados diversos, que a su vez aspirasen a su universalización como horizonte.
- Dejar en manos de la antigua Troika el coste político de decisiones que, también, tendrán repercusiones para aquellos que representan (una recesión europea y la pérdida de credibilidad del Sistema Euro).
Sin medidas alternativas creíbles, aunque sean difíciles y exijan explicarse y consultar al pueblo, no habrá otros caminos, ni mucho menos acuerdos buenos. De otra manera, pronto las expectativas del pueblo griego, que necesita percibir mejoras tangibles, se podrían frustrar. Con ello, el respaldo labrado por el gobierno podría erosionarse y finalizar la primera experiencia de un gobierno popular en la UE en el siglo XXI, abriéndole la puerta a aquellos que, eso sí, garantizan un futuro más oscuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario