Daniel Albarracín
El acuerdo de Grecia con sus acreedores está llegando a su término
en un momento en el que los requerimientos de devolución de los
préstamos se hacen más
fuertes y en el que el pago de la deuda griega sería imposible sin
el desembolso goteo a goteo de las instituciones europeas.
En este contexto, el proceso de negociación se endurece, con
posiciones y estrategias diferentes que pueden dar pie a diferentes
escenarios.
En el campo griego Syriza se presentó a la negociación de buena fe,
planteando la dignidad moral y una racionalidad inteligente. En un
primer momento,
Varufakis mostró su modesta propuesta para Europa en los siguientes
términos: de una deuda del 180% del PIB, se canjearía una pequeña parte
en deuda
perpetua (pagar sólo los intereses a largo plazo) y el resto se
pagaría en función del crecimiento de la economía griega. Esta propuesta
suponía dar por
bueno el 120% de deuda. Según él, la estrategia para una solución
paneuropea sólo podía basarse en la inteligencia y a la moral.
El problema que se encontró es que el adversario, las
"instituciones" (como se rebautizó la Troika) estaba en las antípodas de
la buena fe y además no
estaba dispuesto a discutir en unos términos que no eran los suyos.
En todo el proceso de negociación, la tónica del Eurogrupo ha sido la
intransigencia, y
las dudas que han podido existir en su seno responden a diferentes
matices que las élites europeas guardan entre sí.
En las negociaciones, Syriza hace un llamamiento a los valores, a la
solidaridad, a los acuerdos de beneficio mutuo. Ahora bien, ese tipo de
acuerdos no
existen en la relación entre acreedores y endeudados; menos aún
cuando el que los acreedores transigieran crearía un mal precedente para
otros gobiernos
que se encuentran en situación similar.
Por eso, al basar toda la solución en la "responsabilidad histórica"
del Eurogrupo, el gobierno de Tsipras y su negociador Tsakalotos están
bastante
indefensos. Entre otras cosas, porque no han definido un plan de
actuación en caso de ruptura, ni han interpuesto una moratoria y control
de movimiento de
capitales en el proceso de negociación. Tampoco se ha invocado a los
riesgos de la disolución de la eurozona o los costes de una ruptura.
Por el contrario, el acuerdo alcanzado en febrero con el propósito
de ganar tiempo, que ya ponía en sordina la aplicación del Programa de
Salónica con el
que Syriza ganó las elecciones, fue un acuerdo que no suponía ningún
avance en el terreno material.
Actualmente, la dinámica de las negociaciones está regida por una
permanente marcha atrás en las líneas rojas que había establecido el
gobierno de Tsipras.
Ya, no sólo se aceptaría una modificación del IVA, o una reforma
laboral que conduzca a nuevas caídas de los salarios, sino que también
se aceptarían
cambios en el acceso a las pensiones/1.
Tsipras ya sólo tiene la vista puesta en llegar a un acuerdo como
sea y en poder justificarlo, porque no ha preparado a su gobierno para
un escenario
alternativo. Es decir, para una ruptura exigiría un plan serio para
responder a las adversidades y que implicaría desarrollar un control del
movimiento de
capitales y una intervención bancaria, y establecer medidas
monetarias extraordinarias. Medidas que pueden consistir bien en la
emisión de pagarés (un euro
devaluado), dinero electrónico o establecer un nuevo banco central
que emita una nueva moneda. Una ruptura implica declarar un amplio
impago selectivo y
establecer lazos con otros países para contar con flujos de
financiación y energía. Una ruptura necesita poner en pie una fuerte
reforma fiscal para
emprender inversiones orientadas a conseguir una economía
autocentrada.
En el lado de los acreedores hay diferentes actores. Merkel y Obama
quieren un acuerdo, pero uno que ponga de rodillas al gobierno de
Syriza; partiéndole
en dos, sin expulsarles del euro pero sin oxígeno financiero
suficiente para poder desarrollar sus reformas. Un acuerdo que, por
razones energéticas,
militares y para dejar intacta la credibilidad de la moneda única,
mantenga a Grecia en el marco geoestratégico occidental. Pero los
poderes financieros
privados, encarnados en la figura de Schauble, tienen como objetivo
castigar a Grecia con el objetivo de disciplinar a otros países y, de
paso, enviar un
mensaje a los pueblos de Europa de que es políticamente
irresponsable e inútil votar por alternativas antiausteritarias.
Schauble y los que le secundan
quieren una Europa disciplinada, que primero debilite a los países
de la periferia, luego a Francia, y finalmente ofrecer, cuando Alemania
alcance su papel
subimperial, una integración económica, fiscal y política, en
términos beneficiosos para su país, y regresiva económica y
políticamente para Europa.
Si de algo nos ha servido la auditoría de la deuda pública griega en
la que hemos participado, es para averiguar que estamos tratando
únicamente ante una
situación financiera, y que el arma económica también transforma
políticamente a Europa.
La auditoría de la deuda griega ha servido para poner al descubierto que:
-
En primer lugar, la arquitectura del Sistema euro conduce a la periferia a una situación endeudada y subalterna permanente, inclinada a la devaluación interna.
-
En segundo lugar, que mediante los mal llamados rescates, se impusieron memorandos de entendimiento y condiciones que condujeron, en especial en el caso griego, a una depresión sólo comparable a una crisis bélica.
-
En tercer lugar, que los poderes financieros privados han empleado o influido en las instituciones públicas para evitar sus riesgos ante unos préstamos que se dieron en su día, aún a sabiendas de que quien los recibía carecía de la solvencia suficiente. Los concedieron porque sabían que el BCE o el FMI o los estados saldrían a su rescate. Se estaba orquestando una portentosa operación de socialización de pérdidas o de las deudas privadas, o de evitarles a los prestamistas irresponsables las pérdidas de un posible impago.
-
En cuarto lugar, pero muy importante, que ante la crisis de la Eurozona, lo que en el sistema financiero privado entienden como corsés reguladores, se ha respondido con una fórmula perversa mancomunando deudas y empleando el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y a su sucesor el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiero como instrumento de dominación financiera. Nos estamos refiriendo al Fondo establecido por una serie de estados miembros para "prestar" a países en crisis (y dar soporte de facto a la banca privada en crisis) y someter a la prisión de deuda (Phillippe Legrain) a dichos países, para definir desde fuera su política económica.
En fin, siendo todo esto así, a Grecia le corresponde no sólo
enfrentarse a una crisis de deuda, sino a la ofensiva reaccionaria de
los poderes privados
transnacionales centroeuropeos. Enfrentarse llamando a la
solidaridad de los pueblos europeos para combatir la involución
antidemocrática de primer orden
que se está operando en la Unión Europea. Si no lo hace, sucederá
que la primera experiencia de un gobierno de izquierdas en la Europa del
Siglo XXI habrá
fracasado. Y los caminos para otra Europa serán aún más difíciles
todavía.
24/06/2025
Daniel Albarracin, forma parte del Comité que audita la deuda griega.
Notas:
1/
La última propuesta del gobierno de Syriza conlleva un esfuerzo de
ahorro de 8 mil millones de euros en los dos próximos años; 2,7 mil
millones en 2015 y
5,2 mil millones en 2016) a partir de recortes presupuestarios e
incrementos de impuestos y cotizaciones sociales. En términos globales,
esta carga se
repartiría de la siguiente forma:
-
4,5 mil millones (es decir, el 57 % del total) con cargo a los salarios y pensiones;
-
2,8 mil millones (35 %) con cargo a las empresas y las rentas altas
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