Estas son las preguntas que me formuló Angel Ferrero desde Sputnik y mis respuestas en su versión completa. La entrevista, tal y como apareció, puede seguirse aquí.
Este lunes comenzó una semana
crucial para Grecia. ¿Qué tipo de acuerdo podrían alcanzar Atenas y Bruselas?
No
se ha alcanzado ningún acuerdo en sí. Se ha pospuesto la decisión y se ha
solicitado, porque los procedimientos lo admiten, postergar y agrupar el pago
de los compromisos de este mes hasta finales de Junio.
El gobierno Tsipras ha mostrado disposición a
alcanzar un acuerdo incluso retrocediendo en sus líneas rojas. Lo cual podría
suponer aceptar algunas medidas para autoexigirse un superávit primario
moderado, aumentar la edad efectiva de jubilación, aumentar el IVA o admitir
nuevas reformas fiscales y en la seguridad social. Pero las posiciones
intransigentes de los acreedores no aceptan ni eso, porque persiguen derrocar
financiera y políticamente a cualquier gobierno de izquierdas.
La presión es enorme. En Syriza hay dos
líneas, cada una de las cuáles guarda algún punto de razón. Pero el momento
exige una postura unitaria y fuerte, para lo que sería hacer frente a una
decisión francamente difícil: o admitir entrar en la senda de una gestión de la
austeridad, lo que implicaría una mutilación a plazos; o bien emprender un
camino, que en principio es un paisaje desértico, y cuyo horizonte y dificultad
es difícil de vislumbrar.
Las opiniones de los expertos son cada vez más pesimistas. El economista
Wolfgang Münchau, colaborador de Financial Times, cree que la suspensión
de pagos es inevitable. Goldman Sachs ha advertido este lunes de que Grecia
tendrá que elegir entre convocar nuevas elecciones o anunciar el cese de pagos.
¿Comparte estas opiniones?
Estas
personas e instituciones buscan precipitar acontecimientos, y ocasionar un
escenario de caos, que ponga en la picota al gobierno de Syriza y crear la
ocasión para un proyecto para Europa que parece estar larvándose desde hace un
tiempo. Un proyecto que podría adoptar la forma de una unión fiscal y política
en términos poco democráticos y profundamente favorables a las élites
financieras y oligarquías en general.
Ni que decir tiene que, en condiciones
normales, Grecia debiera, sea bien por la insostenibilidad financiera sea bien
por un ejercicio político de soberanía, plantear una suspensión de pagos. Pero
es que no estamos atravesando una situación normal.
En primer lugar, el marco financiero creado en
Europa está diseñado para generar, tal y como apunta Phillippe Legrain, una
prisión de deuda. Se trata de una situación financiera en la que los países
apenas tienen la opción de declarar impagos de ningún tipo, y en la que lo
decisivo es que permanezca su dependencia financiera y que sigan acatando las
condicionalidades y, por tanto, su política económica siga siendo dictada desde
fuera de sus fronteras.
En segundo lugar, habría que mencionar, la
inmensa operativa generada en torno a los Memoranda de Entendimiento y los
programas de ajuste de 2010 y 2012, que ha supuesto una enorme sustitución de
acreedores. Con esta operación la exposición del riesgo de los inversores
privados ha sido sustituida por la asunción del mismo por instituciones
públicas -mediante préstamos bilaterales, préstamos del BCE y del FMI, y
especialmente el siniestro Fondo de Europeo de Estabilidad Financiera y su
heredero el Mecanismo Europeo de Estabilidad-. Con ello también los bancos
norteamericanos - que son los que tienen los derivados en este caso- se han
librado de tener que asumir los costes de pagar los seguros de impago de un
default). Se trata de una socialización de pérdidas paneuropea, un mecanismo de
integración económica desde las élites que han conseguido traspasar todo el
sacrificio a los contribuyentes europeos.
En tercer lugar, porque Grecia ha mostrado
criterio propio y quiere desarrollar un programa de izquierda. Eso queda fuera
de la agenda de las élites europeas, y consideran que, ante el riesgo de que
otros países pudiesen seguirle, es necesario desalojar al gobierno con medidas
económicas y financieras extraordinarias.
Las instituciones acreedoras ya plantearon un
dilema a Tsipras: o sigues de primer ministro -y apartas a la minoría de tu
partido- y sumas a Pasok y Topami a tu gobierno, o sigues de líder de Syriza,
pero no las dos cosas al mismo tiempo. El propósito es generar un periodo de
caos financiero y penuria económica que quiebre la confianza del pueblo griego
en sus gobernantes.
No creo que el gobierno griego se inmole con
nuevas elecciones, pues tiene otras opciones, tales y como podría ser convocar
un Referendum sobre las condiciones de devolución de la deuda, que permitiese
explicar el escenario que se abriría, de dificultades pero también de ejercicio
de soberanía. Pero esto es algo que puede decidir el gobierno de Syriza al
comprobar la intransigencia de sus acreedores que no aceptarán
reestructuraciones del principal y menos aún que se discutan sus
condicionalidades.
Algunos medios afirman que la opción de una ‘salida ordenada’ del euro,
como plantearon Lapavitsas y Flassbeck, gana adeptos en el Gobierno de Syriza.
¿Qué tipo de consecuencias tendría una salida de Grecia de la unión monetaria?
En este sentido, Münchau incluso ha propuesto crear un sistema híbrido, con una
divisa paralela denominada en euros para recapitalizar los bancos.
La población griega no respalda la
salida del euro ni la mayoría de Syriza tampoco. La consigna "ningún
sacrificio por el euro" cobra más sentido que nunca, lo que implica que
asumen que si hay que escoger entre una política social y soberana o permanecer
en el euro, lo tienen claro. Pero la opción escogida no es la de emprender una
salida del euro, sino dejar esa responsabilidad a Bruselas, en tanto que la
salida del euro puede ocasionar más problemas que ventajas mientras no haya
condiciones internacionales solidarias y unas bases económicas de mínima
entidad y autosuficiencia para construir un nuevo espacio monetario.
Pero es posible que las instituciones europeas
decidan cortar el grifo a Grecia, sin ello implicar la salida automática. En
esas circunstancias Grecia tendrá que buscar financiación en otros bloques, que
por desgracia aún sumando a Rusia, China y América Latina no pueden sustituir
la capacidad financiera para un país de la eurozona como Grecia que tiene
transacciones internacionales en un 80% en euros, y emitir pagares para
facilitar las transacciones al interno. Sin duda alguna, si se le expulsa de la
eurozona, las medidas a adoptar han de ser de mayor envergadura, y una de ellas
sería declarar una moratoria, de cara a estudiar las condiciones de una
suspensión de pagos o default selectivo que liberase de la inmensa carga
financiera a Grecia y emprender reformas fiscales progresivas, acompañado de un
control de movimiento de capitales transitorio y la reconstrucción de una banca
pública. Asimismo, exigiría el establecimiento de propuesta de vínculo y
cooperación a nuevos gobiernos populares que pudieran subir en los países
europeos o fuera de ellos.
No sería en modo alguno un camino fácil.
Durante unos meses habría dificultad de pagar al funcionariado, y habría una
devaluación efectiva de la moneda (al convivir los pagarés como nueva moneda y
el euro cada vez más escaso), y medidas que podrían ocasionar un
empobrecimiento de Grecia. Pero podrían disponerse recursos nuevos al no tener
que pagar la deuda y contar con nuevos ingresos fiscales o disponer mecanismos
bancarios propios para poder actuar. Se abriría un camino difícil, pero
soberano. También se activarían las alarmas en Europa, pues el impacto en el
crecimiento europeo podría restar un 2% del PIB. En ese escenario, los
contribuyentes europeos comprobarían que las ilegalidades e irresponsabilidades
de los dirigentes de las instituciones europeos, muy atentos a los consejos de
las elites financieras centroeuropeas, ha conducido a dañar a su bolsillo.
Podría,
tal y como revelará la Truth Committe and Audit on the Greek Debt el próximo 18
de Junio, en la que estamos participando, como los gobiernos centroeuropeos han
empujado al resto, siendo cómplices, a quebrantar la propia regulación europea
con los rescates a Grecia, cometiendo acciones ilegales con su política
financiera (creando instrumentos como el siniestro FEEF, generando unas
condiciones de chantaje inadmisibles para, por ejemplo, las recomendaciones de
la ONU, o con la socialización paneuropea de las deudas privadas) que persiguen
generar un escenario y un marco, sin consulta democrática alguna, de tiranía
financiera que conduzca a una modificación de la UE en términos austeritarios.
Algunos economistas y politólogos han barajado la posibilidad de que
Grecia busque financiación fuera de la Unión Europea, como Rusia o China. ¿Es
esta opción posible?
Como
hemos apuntado, esa opción no es una hipótesis. Varoufakis visitó al Reino
Unido, de la que no obtuvo más que una buena respuesta política, pero no
material. Ha conseguido alcanzar acuerdos con Rusia, por un montante modesto
pero significativo, a cambio de permitir el paso del gas por su territorio;
está vendiendo patrimonio griego a China, como el puerto de Pireos; y está
solicitando la cooperación con países de América Latina en términos
financieros. Pero, como también decía, quizá su capacidad no sea suficiente
para las necesidades inmediatas de Grecia. Todo depende de que otros países
europeos, o bien de un cambio del esquema de funcionamiento europeo, lo
permita. Grecia puede abrir nuevas veredas difíciles de transitar, pero que
puede invitar a otros a entrar por ellas y construir algo juntos, algo que
Grecia sola no puede. También puede aceptar condiciones draconianas, algo que
sería muy distinto a lo que pude entenderse en Febrero pasado, en términos de
ganar tiempo, porque ahora de lo que se trata es de que se quiere doblegar a un
gobierno, y ya sabemos que si el gusano se enrosca es más fácil pisarle. En
suma, parece que la solidaridad internacional con Grecia urge, porque le va la
vida no sólo a la población griega, sino también a los pueblos que aspiren a
poner en su sitio a unas oligarquías financieras dispuestas a casi todo.
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