Aves de paso en un cielo turbio
Daniel Albarracín
Publicado en Diagonal.
El autor, técnico del gabinete de estudios de CC OO, resume las principales conclusiones del informe que ha publicado sobre la presencia de la inmigración en el sector de la hostelería.
TU PUESTO. El estudio muestra que para las mujeres inmigrantes resulta más difícil salir del sector de la hostelería y pasar a otro con mejores condiciones. // J. Kresve
Cuando se realizan análisis de trayectorias de inserción laboral del colectivo inmigrante es frecuente encontrarnos con la retahíla que asegura que éstos vienen a ser empleados en los sectores del servicio doméstico (las mujeres), en el trabajo agrícola y construcción (varones), o en la hostelería (hombres y mujeres casi a la par). Son sectores presentados como destino del itinerario laboral de estas personas.
Sin embargo, el proyecto migratorio desborda cualquier itinerario bien definido o esperado, y ese periplo nos plantea el desafío de ver lo que realmente sucede : el empleo en estos subsectores no representa el destino de nadie, aunque se hayan convertido en paso obligado, y a veces en foso del cual se tarda en salir en el primer período de estancia.
El sector de la hostelería ocupa un lugar intermedio para el colectivo inmigrado en el seno de estos mercados de trabajos secundarios que, por contra, sí que están concebidos por los empresarios y agentes sociales como idóneos para ellos, por la supuesta razón de que en ellos hay dificultad para encontrar mano de obra. Los empresarios no mencionan que, en realidad, no encuentran fuerza de trabajo al precio que ellos quieren pagar. Los sindicatos a veces consideran que son sectores complementarios y que se concilia la aportación de riqueza de los y las trabajadoras inmigrantes y la ausencia de mano de obra, en un mundo armónico donde se ha esfumado la competencia.
El tópico de la falta de nativos
Sin embargo, no es del todo cierto que no haya nativos que no quieran trabajar aquí. No es cierto que no haya competencia. De hecho, en la hostelería los inmigrantes sólo son el 15% de los y las trabajadoras. Más de 156.000 trabajadores y trabajadoras, si hacemos caso de los datos de la Seguridad Social de 2004, dentro de un sector que ha crecido (en 2001 sólo eran el 9%). Quizá sean algo más, pues hay personas trabajando en situación irregular, serán así una quinta o cuarta parte del total. Ahora bien, también es verdad que las reglas de la competencia no las pusieron las personas inmigradas, sino el modelo capitalista y los agentes que lo apuntalan. La fuerza de trabajo extranjera extracomunitaria se prefiere porque es más vulnerable y les impide reclamar derechos y mejores salarios. Son el caldo de cultivo del abuso : trabajan sin papeles ; son empleados a tiempo parcial con jornadas más que completas ; hacen muchas horas extras y trabajan en festivos y fines de semana ; las categorías que tienen en sus contratos no corresponden con su trabajo ; hacen los trabajos menos visibles y más penosos ; y los ingresos difieren de los autóctonos, quizá no siempre motivado por unos salarios no en regla según convenio, sino por todo lo anteriormente señalado. Y por dos factores importantes en el sector : el salario negro y las propinas, que este colectivo recibe en menor cuantía.
Se trata de un sector muy inestable. La tasa de temporalidad es del 38,8% en el sector, y golpea con un 44,85% a las mujeres. Estos datos pueden ser el doble entre el colectivo inmigrante. Aunque hemos de considerar un factor añadido : el colectivo de piel negra apenas se ve empleado en este sector, salvo en algunas ocupaciones de trastienda. Hay preferencia por trabajadores del Este y de América Latina.
Si este sector es inestable, estacional, y con un modelo empresarial tradicional, paternalista y atomizado- salvo en la hostelería-, también es abordado como sector comodín por el colectivo inmigrante, que se comporta como ave de paso, y que sólo toma estos empleos porque no tiene otra opción. Si el trabajo agrícola y el servicio doméstico son los primeros ‘empleos’ encontrados, luego suelen pasar por la hostelería (y a veces el comercio). Pero, en cuanto tienen la oportunidad, escogerán el trabajo en la construcción, con salarios comparativamente muy altos. El coste laboral medio en 2005 para la hostelería era de 1.347,57 euros por trabajador y mes, un 37% inferior a la media estatal. El sector ocupa el puesto número 51 en el ranking de niveles salariales de las 52 ramas de actividad de la economía. Y el colectivo inmigrante presumiblemente ingresa y cuesta menos que el nativo. Esto, y que además la media de educación del colectivo es superior a la media española (aunque no sean especialistas de la hostelería), y que requieren de mayores ingresos para sus necesidades, les empuja a cambiar, a tratar de prosperar (como señalaba Pablo Meseguer, miembro del equipo de estudio). Algunos colectivos incluso se animan a abrir negocios étnicos, de gran tirón en los últimos años.
La excepción a este vuelo es para las mujeres, muchas veces estancadas en el sector, en el que es casi impracticable promocionar o consolidar el empleo, producto de un modelo laboral segregador que las limita a ciertos subsectores.
Enlace Estudio completo (FECOHT-CCOO, Gabinete Federal de Estudios):
http://www.fecoht.ccoo.es/\ficpdf\37Informe%20inmigración%20hostelerÃa%20FECOHT%20editado.pdf
En este estudio, realizado en colaboración con Pablo Meseguer, se da cuenta de la realidad de la inmigración y su influencia en el sector hostelero. 2006.
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