El ascenso y
caída encarnados en la figura de Rodrigo de Rato nos muestra una secuencia que
acompaña el contexto político y económico reciente. Rato representa la
quintaesencia del singular proyecto neoliberal que realmente ha existido. Como
una de sus figuras más insignes, con su defenestración se marca el final de un
ciclo para los viejos partidos del régimen.
Un agente introduce a Rodrigo Rato en un coche policial. - AFP
Rodrigo Rato representa ese Neoliberalismo de Estado que emplea al sector público para provecho privado. Sin dudarlo, manejó las instituciones del Estado para arrancar derechos sociales y convertirlos en espacios y oportunidad de negocio para los grupos sociales privilegiados, librando al capital de un pago razonable de impuestos y estableciendo medidas financieras que continuaron emborrachando el consumo sin contemplar la necesaria resaca posterior. Una época de orgías económicas y personales -en la que los ricos ya ni sabían en qué gastar sus excedentes extraordinarios, seguramente dando a pie a los consumos ostentosos y privados más extravagantes y morbosos-.
Rodrigo Rato representa ese Neoliberalismo de Estado que emplea al sector público para provecho privado. Sin dudarlo, manejó las instituciones del Estado para arrancar derechos sociales y convertirlos en espacios y oportunidad de negocio para los grupos sociales privilegiados, librando al capital de un pago razonable de impuestos y estableciendo medidas financieras que continuaron emborrachando el consumo sin contemplar la necesaria resaca posterior. Una época de orgías económicas y personales -en la que los ricos ya ni sabían en qué gastar sus excedentes extraordinarios, seguramente dando a pie a los consumos ostentosos y privados más extravagantes y morbosos-.
Rodrigo Rato,
tenemos que recordarlo, fue la figura presidenciable del Partido Popular al reunir
todos los rasgos deseados por la fracción social conservadora y promocionista
de nuestro país de países. No por otra razón fue siempre el número dos de José
María Aznar y fue propuesto para sucederle. Quizá razones de mayor ambición,
aunque no sabemos de qué naturaleza, le llevaron a declinar dicha opción.
Posiblemente porque en los pasillos institucionales se advierte que el poder
emana de otro lugar y da mayores rendimientos y placeres fuera del púlpito.
Siendo abogado de
origen, aprendió la economía convencional y sus recetas al uso,
materializándolas en los diferentes ámbitos en los que se movió. Desde el
gobierno, privatizando grandes empresas públicas (Argentaria, Tabacalera),
reduciendo impuestos y formulando modelos regresivos de gasto social, que
abrirían las puertas a la explosión de déficits post2007 y al crecimiento de la
deuda pública que hoy conocemos. Desde el inicio cabalgó la época de la orgía
inmobiliaria y se vio sumido en un optimismo irresponsable, creyéndose impune a
los excesos. Desde el FMI, en el que ya dejó señales de su incapacidad de
prever el final de la burbuja, promovió un esquema de financiarización de la
economía que fue una de las causas que acrecentaron la complejidad y
profundidad de la larga decadencia económica que padecemos.
Su ritmo
desbocado de vida fue soportado al amparo de las instituciones públicas sin
control social, al tiempo que trabajaba para la gran banca privada española. El
último caso es el recientemente conocido de las Tarjetas Black, rastro de
latrocinio e impunidad tras llevar a la bancarrota a Bankia. Así sería uno de
los responsables de satisfacer los grandes deseos de la banca española: la
gigantesca operación de bancarización de las cajas de ahorros, la inmensa
socialización de las pérdidas y de la insolvencia de la banca privada a cargo
del erario público, y la puesta en bandeja de plata para que fuesen las cajas
de ahorro devoradas casi regaladas y bien limpias por parte de la gran banca
privada, en la mayor operación de concentración bancaria en Europa.
Finalmente se le
detiene acusado de
delitos de fraude, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales, aprovechando a su favor la amnistía
fiscal que Montoro llevó adelante. El Ministro nos dice que él no habla de los
contribuyentes particulares, pero precisamente tendría que hablar no sólo del
fracaso de aquella medida, sino también del éxito que pudo comportar para un
grupo particular de evasores con información privilegiada como Rodrigo Rato.
No obstante, no
nos dejemos llevar por el impresionismo. Caen mitos y se levantan otros. Los
regímenes políticos se agotan y las clases dominantes disponen armas de
recomposición. No le duele si para lograrlo ha de sacrificar sus viejas fichas
en el tablero, sean personas o partidos. Mientras que una gran parte de la
sociedad reclama el cambio, y la plena democracia económica al servicio de las
mayorías, los de arriba están orquestando la regeneración del régimen. Las
clases dominantes han asumido el fin de ciclo, se desprende de los viejos
líderes políticos manchados, para poner en su lugar a otros sin corbata, menos
años, afeitados y con camisa y chaqueta bien planchada. Eso sí, que,
asegurándose de que plantean lo mismo con otras palabras. Cambiar algo para que
todo siga igual.
Llega el momento
del debate público sobre qué proyecto político podrá abordar y superar los
problemas de la sociedad, en suma, plantear mejor las preguntas para no
perderse en respuestas a viejos interrogantes. Es el momento para la
participación social de la gente en la definición su destino. Debemos dejar de fijarnos
en el estilo de los iconos, cuando precisamente el campo está lleno de barro, para
preguntarnos hacia dónde movemos nuestros pies.
Finalmente se le detiene acusado de delitos de fraude, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales, aprovechando a su favor la amnistía fiscal que Montoro llevó adelante. El Ministro nos dice que él no habla de los contribuyentes particulares, pero precisamente tendría que hablar no sólo del fracaso de aquella medida, sino también del éxito que pudo comportar para un grupo particular de evasores con información privilegiada como Rodrigo Rato.
No obstante, no nos dejemos llevar por el impresionismo. Caen mitos y se levantan otros. Los regímenes políticos se agotan y las clases dominantes disponen armas de recomposición. No le duele si para lograrlo ha de sacrificar sus viejas fichas en el tablero, sean personas o partidos. Mientras que una gran parte de la sociedad reclama el cambio, y la plena democracia económica al servicio de las mayorías, los de arriba están orquestando la regeneración del régimen. Las clases dominantes han asumido el fin de ciclo, se desprende de los viejos líderes políticos manchados, para poner en su lugar a otros sin corbata, menos años, afeitados y con camisa y chaqueta bien planchada. Eso sí, que, asegurándose de que plantean lo mismo con otras palabras. Cambiar algo para que todo siga igual.
Llega el momento del debate público sobre qué proyecto político podrá abordar y superar los problemas de la sociedad. En suma, plantear mejor las preguntas para no perderse en respuestas a viejos interrogantes. Es el momento para la participación social de la gente en la definición de su destino. Debemos dejar de fijarnos en el estilo de los iconos, cuando precisamente el campo está lleno de barro, para preguntarnos hacia dónde movemos nuestros pies.
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