[Nota: Este documento de analisis y propuesta de economía política ha sido impulsado por una serie de economistas internacionales dentro de la izquierda, entre los que en su grupo promotor destacan Michel Husson (FRA), Francisco Louça (POR), Ozlem Onaram (UK), Giorgos Galanis (GRE), Stavros Tombazos (CYP-UK), Nacho Álvarez, Bibiana Medialdea, Daniel Albarracín (ESP)). Se están recabando firmas de apoyo a escala internacional por parte de economistas de izquierda. En España se han sumado a fecha de hoy, entre otros, también Manolo Garí, Antonio Sanabria, Jorge Fonseca, Teresa Pérez del Río, etc...). Si estás conforme con su contenido escribe un comentario a este post]. Para visitar el manifiesto en otros idiomas (Portugués, francés, inglés, etc...) y ver nuevos firmantes puede seguirse aquí.
La crisis
Europa se hunde en la crisis y
la regresión social bajo la presión de la austeridad, la recesión y la
estrategia de “reformas estructurales”. Esta presión está estrechamente
coordinada en el plano europeo bajo la dirección del gobierno alemán, el BCE y
la Comisión Europea. Existe un amplio consenso de que estas políticas son absurdas
e incluso “iletradas”: la austeridad fiscal no reduce la carga de la deuda,
sino que genera una espiral de depresión, más desempleo y desesperación en los
pueblos europeos.
Sin embargo, estas políticas
son racionales desde el punto de vista de la burguesía. Son una manera brutal —una
terapia de choque— de restablecer los beneficios, garantizar las rentas
financieras e imponer las contrarreformas neoliberales. Lo que está ocurriendo
es básicamente que los Estados están convalidando las demandas financieras
sobre la producción y el PIB futuros. Por eso la crisis adopta la forma a una crisis
de la deuda soberana.
Un falso dilema
Esta crisis revela que el
anterior proyecto neoliberal para Europa era inviable. Presuponía que las
economías europeas eran más homogéneas de lo que son realmente. Las diferencias
entre países aumentaron debido a su posicionamiento en el mercado mundial, a su
sensibilidad al tipo de cambio del euro. Las tasas de inflación no convergían y
los bajos tipos de interés favorecieron intensos movimientos de capitales entre
países y burbujas financieras e inmobiliarias. Todas estas contradicciones —exacerbadas
con la instauración de la unión monetaria— existían antes de la crisis, pero
estallaron a raíz de los ataques especulativos a las deudas soberanas de los
países más expuestos.
Las alternativas sociales y populares
a esta crisis exigen una audaz refundación de Europa, porque la cooperación
europea e internacional es necesaria para reconstruir el tejido industrial, la
sostenibilidad ecológica y la estructura del empleo. Pero dado que esta
refundación global parece fuera del alcance ante la actual relación de fuerzas,
en diversos países se propone salir del euro como solución inmediata. El dilema parece radicar entre una “salida” arriesgada de la
eurozona y una utópica armonización europea a partir de las luchas de los
trabajadores. Desde nuestro punto de vista, esta es una falsa dicotomía y es
importante tratar de elaborar una estrategia política viable de cara a la
confrontación inmediata. Toda transformación social implica el cuestionamiento
de los intereses sociales dominantes, sus privilegios y su poder, y es cierto
que dicha confrontación se produce en primer lugar dentro del contexto nacional.
No obstante, la resistencia de las clases dominantes y sus posibles medidas de
respuesta superan el marco nacional. La estrategia de abandono del euro no se
centra necesariamente en este esfuerzo por avanzar una alternativa europea, y
en este sentido se requiere una estrategia de ruptura con el “euroliberalismo”
para crear los instrumentos de una política alternativa. Este documento no
trata del programa de esta ruptura, sino que se centra más bien en la búsqueda
de medios para poner en práctica este programa.
¿Qué debería hacer un gobierno de izquierdas?
Estamos en pleno apogeo de lo
que se podría denominar técnicamente una “recesión de balances”. Esta es una crisis
generada por el desendeudamiento y la minimización de las deudas del sector
privado, causadas por la acumulación de una enorme cantidad de activos
ficticios, no respaldados por activos reales. En términos prácticos, significa
que los ciudadanos han de pagar por la deuda o, en otras palabras, convalidar
las demandas del sector financiero sobre la producción y los impuestos actuales
y futuros. Los países europeos, en una acción estrechamente coordinada en el
plano europeo e incluso mundial, han decidido nacionalizar las deudas privadas
convirtiéndolas en deuda soberana, imponiendo la austeridad y políticas de
transferencia para pagar dichas deudas. Esta es la justificación, la motivación
y la oportunidad de implementar las “reformas estructurales” cuyos objetivos
son clásicamente neoliberales, reduciendo los servicios públicos del Estado de
bienestar, recortando el gasto social y flexibilizando los mercados de trabajo
a fin de rebajar los salarios directos e indirectos.
Desde nuestro punto de vista,
la estrategia política de la izquierda debe concentrarse en la lucha por una
mayoría que sustente un gobierno de izquierda, capaz de deshacerse de esta
camisa de fuerza.
Dar la espalda a los mercados
financieros y gestionar el déficit. A corto plazo, y como medida
inmediata, un gobierno de izquierda debería encontrar vías para financiar el
déficit público al margen de los mercados financieros. Las normas europeas
prohíben algunas de ellas y esta es la primera ruptura. Técnicamente hay una
amplia gama de medidas posibles que no son nuevas y que se han utilizado en el
pasado en varios países europeos: un préstamo forzoso con cargo a los hogares
más ricos; la prohibición de tomar prestado de no residentes; la obligación de
los bancos de mantener cierta proporción de bonos públicos; impuestos drásticos
sobre las transferencias internacionales de dividendos y operaciones de
capital, etc. y, por supuesto, una profunda reforma fiscal.
La vía más sencilla pasaría
por financiar el déficit a través del banco central nacional, como ocurre en
Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón, etc. Es posible crear un banco especial que
pueda refinanciarse a través del banco central, pero dedicado principalmente a
comprar bonos públicos (el BCE ha hecho lo mismo en la práctica).
Por supuesto que esto no es
principalmente una cuestión técnica, sino que supone una ruptura con el orden
europeo. Sin esta ruptura, cualquier política heterodoxa se vería frustrada de
inmediato por un aumento del coste de la financiación de la deuda pública.
Deshacerse de los mercados
financieros y reestructurar la deuda. Sin embargo, este
primer conjunto de medidas inmediatas no reduce la carga de la deuda acumulada ni
los intereses de esta deuda. La alternativa a largo plazo es entonces la
siguiente: o bien una austeridad interminable, o bien una política de
cancelación de la deuda y una moratoria inmediata sobre la deuda pública. Un
gobierno de izquierda debería decir: “No podemos pagar la deuda robando
salarios y pensiones, y no lo haremos”. Después de declarar esta moratoria
debería organizar una auditoría ciudadana para determinar la deuda ilegítima,
que corresponde, de hecho, a cuatro elementos:
·
los “regalos fiscales” del pasado a los hogares más ricos,
a las empresas y a los “rentistas”
·
los privilegios fiscales “ilegales”: evasión fiscal, optimización de impuestos, paraísos
y amnistías fiscales
·
los rescates bancarios desde el estallido de la crisis
·
la deuda generada por la propia deuda a través del efecto
“bola de nieve” derivado de la diferencia
entre los tipos de interés y las tasas de crecimiento del PIB, menoscabado por
la austeridad y las políticas de desempleo.
Esta auditoría abre la vía a
la imposición de un canje de títulos de deuda cancelando gran parte de la
misma, según haga falta. Esta es una segunda ruptura.
Sin embargo, las deudas
soberanas están también totalmente imbricadas con la banca privada. Por eso el
rescate de un país ha consistido en general en un rescate de los bancos. Hace
falta una tercera ruptura con el orden neoliberal: el control de los
movimientos internacionales de capitales, el control del crédito y la
socialización de la banca. Este es el único medio racional de desenredar la
madeja de las deudas. Después de todo, esta fue la opción tomada por Suecia en
la década de 1990 (seguida, sin embargo, de su reprivatización).
En resumen, abrir una vía
alternativa exige un conjunto coherente de tres rupturas:
·
financiación de las emisiones pasadas y futuras de deuda
pública
·
cancelación de la deuda ilegítima
·
socialización de la banca para el control del crédito.
Estos son medios de
transformación social. ¿Cómo lograrlos?
Hace falta un gobierno de izquierda
A fin de desarrollar estas
tres rupturas principales, necesarias para resistir el chantaje financiero, necesitamos
un gobierno de izquierda. Aunque las condiciones sociales y políticas para una
estrategia de convergencia y la lucha por un gobierno de este tipo varían mucho
de un país a otro, toda Europa contempló en el verano de 2012 la posibilidad de
que Syriza ganara las elecciones y constituyera el eje de tal gobierno en
Grecia. Entonces y después, Syriza lanzó una campaña en torno a los principales
temas que defendemos en este manifiesto: un gobierno de izquierda es una
alianza para cancelar el memorándum y reestructurar la deuda, protegiendo los
salarios, las pensiones y los servicios públicos de sanidad, educación y
seguridad social. Nuestro enfoque en este documento sintoniza con el de “ningún
sacrificio por el euro” de Syriza.
La salida del euro no es una garantía de ruptura con el “euroliberalismo”
Es evidente que un gobierno de
izquierda que aplique estas medidas ha de ser muy audaz, estar muy cohesionado
en torno a un programa socialista y contar con un amplio apoyo popular. Este
último solo se conseguirá si su programa es claro con respecto a la tarea
principal de combatir los intereses financieros, reconstruir una economía de
pleno empleo y asegurar la gestión social de los bienes públicos. No debemos
desviarnos de esta estrategia. Si la cancelación de la deuda es el objetivo, no
debemos desviarnos del objetivo. Ganar y merecer ganar dependen estrictamente
de la coherencia y la claridad políticas. Las primeras medidas del gobierno de
izquierda deben dirigirse contra la deuda y la austeridad.
Para aplicar esta política
efectiva contra la deuda, un gobierno de izquierda, siempre que cuente con el
necesario apoyo popular, deberá estar dispuesto a utilizar todos los medios
democráticos necesarios para enfrentarse a los intereses financieros, con
inclusión de medidas de nacionalización de sectores estratégicos y de
confrontación directa con el gobierno de Merkel, el BCE y la Comisión Europea. Deberá
profundizar en la defensa de la democracia y los avances sociales a escala
supranacional. Sin embargo, si la política de Bruselas se lo impide, esta
defensa deberá asegurarse desde los marcos nacionales ya existentes. Esta
confrontación no debería ver el euro como un tabú y debería contar con opciones
alternativas, incluido el abandono del euro tanto si no queda otra alternativa en
el marco europeo como si las autoridades europeas lo fuerzan. Sin embargo, esto
no debería plantearse de entrada.
Cualquier gobierno de
izquierda debería tener claras las difíciles consecuencias del abandono del euro.
En primer lugar, no significaría necesariamente la recuperación de la soberanía
democrática: la financiación del déficit escaparía al control de los mercados
financieros, pero este control podría ejercerse mediante la especulación contra
la nueva/antigua moneda si un país tiene un déficit por cuenta corriente.
En segundo lugar, no se
reduciría la carga global de la deuda, sino que ésta aumentaría en proporción
al porcentaje de la devaluación, puesto que la deuda se denomina en euros. En
este caso, el gobierno se vería forzado a redenominar la deuda pública en la
nueva moneda nacional, lo que equivaldría a una cancelación parcial de la deuda.
El Estado tiene el poder de hacerlo, aunque quepa prever una disputa judicial
internacional, pero las empresas privadas y la banca no tienen el mismo poder
soberano; por consiguiente, el valor de la deuda privada y financiera
aumentaría con la nueva moneda nacional. En este contexto, finalmente será
preciso nacionalizar la banca debido simplemente a la quiebra de todo el sector
crediticio, pero esto también significa que aumentará la deuda pública a favor
del sector financiero internacional.
En tercer lugar, la
devaluación pondría en marcha un proceso inflacionario y por tanto los tipos de
interés tenderían al alza, generando nuevos problemas de deuda interior y de redistribución
desigual de la renta.
En cuarto lugar, la salida del
euro suele presentarse como una estrategia encaminada a conquistar cuota de
mercado mediante la devaluación competitiva. Este tipo de enfoque no rompe con
la lógica de la competencia de todos contra todos y abandona la estrategia de
lucha común europea contra la austeridad.
Finalmente, continuar la lucha
sin proponer la salida del euro y de la UE como alternativa aumenta el margen
de maniobra y el poder de negociación de un gobierno de izquierda, así como las
posibilidades de que la resistencia se extienda a otros países de la UE. Por
eso esta estrategia es progresista e internacionalista en vez de aislacionista y
nacional.
Por una estrategia de ruptura unilateral y
extensión
En
contraste con la visión neoliberal de la competencia, las soluciones
progresistas se basan en la cooperación y funcionarán mejor si se generalizan a
un mayor número de países. Por ejemplo, si todos los países europeos redujeran
la jornada laboral y aplicaran un impuesto uniforme sobre las rentas del
capital, dicha coordinación evitaría la repercusión que tendría esta misma
política en caso de que se adoptara en un único país. Para allanar el camino a
la cooperación, un gobierno de izquierda debería seguir una estrategia unilateral que combinara:
· “buenas”
medidas aplicadas unilateralmente, como por ejemplo el rechazo de la austeridad
o la aplicación de un impuesto sobre las transacciones financieras;
· planes
de protección simultáneos, como controles de capitales;
· habrá
que reconocer el riesgo político de desafiar las normas de la Unión Europea para
poner en práctica esta política a escala inicialmente nacional. La idea es
extender esta política a escala europea para que estas medidas sean adoptadas
por los Estados miembros, por ejemplo con la extensión del estímulo fiscal, o
un impuesto europeo sobre las transacciones financieras.
Sin embargo, no será posible evitar la confrontación
política con la UE y las élites de otros países europeos, en especial el
gobierno alemán, por lo que no cabe descartar la amenaza de salida del euro
como alternativa viable.
Este planteamiento estratégico reconoce que la refundación de Europa no
puede ser condición necesaria para poner en práctica una política alternativa. Las
eventuales represalias contra un gobierno de izquierda deberán neutralizarse a
base de contramedidas que incluyen efectivamente el recurso a medidas
proteccionistas si fuera preciso. Sin embargo, no es una estrategia proteccionista
en el sentido habitual del término, ya que defiende una transformación social
que emerge del pueblo y no de los intereses del capitalismo nacional en su
competencia con otros capitalistas. Se trata, por tanto, de un “proteccionismo
de extensión”, cuya lógica de fondo es desaparecer una vez que las
medidas sociales a favor del empleo y contra la austeridad se hayan
generalizado a toda Europa.
La ruptura con las normas de la UE no se basa en una posición de principio,
sino más bien en un criterio de eficacia, justicia y legitimidad de unas
medidas que responden a los intereses de la mayoría y que también se proponen a
los países vecinos. Este reto estratégico puede apoyarse entonces en la
movilización social en otros países y de este modo generar una relación de
fuerzas capaz de desafiar a las instituciones de la UE. La experiencia reciente
de los planes de rescate neoliberal aplicados por el BCE y
la Comisión Europea ha demostrado que es muy posible pasar por encima
de una serie de disposiciones de los tratados de la UE, y que las autoridades
europeas no dudan en hacerlo para mal. Por tanto, reivindicamos la misma
capacidad de adoptar medidas en el sentido correcto, incluida la imposición de
controles de capitales y otros instrumentos en defensa de los salarios y las
pensiones. En este planteamiento, la salida del euro es una amenaza o un arma
de último recurso, como ya hemos señalado.
Esta estrategia se apoya en la legitimidad de las soluciones progresistas
que se deriva de su naturaleza de clase cooperativa. Es una estrategia
cooperativa de ruptura con el marco actual de la UE porque se aplica en nombre
de otro modelo de desarrollo basado en una nueva arquitectura para Europa: un
presupuesto europeo más amplio, financiado mediante un impuesto común sobre el
capital que impulse fondos de armonización e inversiones sociales y
ecológicamente útiles. Pero no esperamos de brazos cruzados a que se produzca
el cambio: la lucha contra la deuda y la austeridad está en el orden del día, del
mismo modo que las medidas justas de defensa de los salarios, las pensiones y
los servicios sociales y bienes públicos.
En suma, una estrategia popular de un gobierno de izquierda debe estar
abierta a hacer lo que sea necesario por esta lucha democrática. Nosotros
defendemos esta estrategia.
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