Daniel Albarracín
Abril 2013
¿Cuándo y por qué se origina el
fenómeno de la financiarización?.
La
hipertrofia financiera de la economía no es fruto únicamente de la Gran
Recesión originada en 2007, aunque sus rasgos más problemáticos se hayan
presentado desde entonces. Se origina desde tiempo atrás en fases diferenciadas
con una agudización también distinta.
La
primacía de las finanzas en la toma de decisiones económicas puede observarse
tras la II Guerra Mundial, en la que los esquemas keynesianos que a partir de
entonces predominaron ya incluyeron un nuevo concepto de política monetaria. Ésta
cabría emplearse, a partir de este momento, para combatir los ciclos, emisión
de nuevo dinero y de deuda en niveles no comparables a otros periodos
históricos. Ahora bien, aquella primera fase incipiente no comporta problemas
serios en el curso de unas décadas de prosperidad en lo que refiere a los
indicadores fundamentales (tasa de
rentabilidad, nivel de demanda e inversión, expansión de los mercados
mundiales, etc…). El gobierno de los
ciclos fue la primera razón para que la política monetaria no se sujetase
estrictamente al patrón oro, que tantos problemas de rigidez monetaria causó.
Ahora bien, durante aquella época el dólar como referencia, que si esta ligado
al oro, limitaba algunos excesos, por otra parte, en un contexto muy favorable y
prácticamente irrepetible.
No
obstante, la crisis de sobreproducción de los años 70 lo cambió todo. La crisis
de rentabilidad de aquellos años se combatió con un nuevo esquema de políticas,
que acabaron con la predominancia del keynesianismo. El nuevo esquema
neoliberal impuso políticas de ajuste, austeridad y reestructuración muy
severas, persiguiendo que estas medidas restaurasen la tasa de beneficio,
drenando el tejido productivo menos rentable. Pero también conllevaba
resultados depresivos en lo que refiere a las inversiones, los salarios y el
empleo.
A
partir de ese momento, para estimular la economía, el neoliberalismo adopta medidas
con una arquitectura heterodoxa en relación a los consejos convencionales de
las escuelas neoclásica, monetarista y austríaca. Se trata de un neoliberalismo
de Estado, donde este último coadyuva a los propios objetivos de restauración
de la ganancia del sector privado, que por sí mismo se ve incapaz. Estas
medidas consisten tanto en una desregulación financiera como una política
monetaria expansiva formidables con el propósito de compensar los efectos
depresivos de las políticas de austeridad de los años 80, en el marco de un
nuevo capitalismo corporativo global. La financiarización vendría a ser el
“anabolizante”, como así lo denomina el economista Eduardo Gutiérrez, de la
economía durante una serie de años.
Los
efectos de las políticas monetarias expansivas y la desregulación financiera
animaron el ciclo de crecimiento 1996-2007 en España. Un ciclo donde los
fundamentales estaban impulsados por locomotoras artificiales de limitado
recorrido, como la construcción, alimentadas por la liberalización del suelo y
las políticas desfiscalizadoras existentes. Esa trayectoria continuó mientras
la evolución de la rentabilidad efectiva de las empresas no se vio sobremanera
drenada por los flujos de la devolución de los compromisos financieros dimanantes
de las crecientes deudas acumuladas. A partir de 2007, estos flujos superaron
el límite soportable (debido al enorme apalancamiento del sector empresarial al
mismo tiempo que las tasas de rentabilidad de las empresas cayeron. Los flujos
de devolución de deudas están supeditados a la rentabilidad futura. Si crecen
demasiado los primeros y se erosionan los beneficios de explotación, se produce
un cortocircuito. Con el estrangulamiento de las cuentas privadas la crisis se
inauguraba.
¿En qué momento se produce el cambio
y la crisis de los sistemas monetarios modernos?.
Coincidiendo
con la crisis de los años 70, Nixon adopta la drástica determinación de acabar
con la convertibilidad del dólar en oro.
A
partir de ese momento, el sistema monetario se caracteriza plenamente por su
condición fiduciaria, es decir, se basa en la credibilidad de la moneda, y por
tanto, en la confianza que se le otorga al respaldo del Estado y en la
solvencia del sistema financiero. Las diversas divisas formarán su tipo de
cambio en base a la competencia de las economías nacionales, el respaldo de su
Estado y el ejército, y la potencia de sus sistemas financieros. El dólar, como
reserva internacional de reserva, respaldada por la primera potencia del mundo,
supone desde entonces una inyección añadida hasta un 3% de su nivel de
producción, simplemente por esta razón, y gracias al mecanismo de reciclaje de
excedentes mundial que se produce en la gran potencia estadounidense, lo que
Yannis Varoufakis ha venido en llamar el Minotauro Global.
Aquí
se inaugura una nueva fase más intensa de financiarización, tan sólo
temporalmente interrumpida en los 80 por los gobiernos de Reagan y Thatcher,
que desarrollaron una política monetaria más estricta (como la que desarrolló
el ministro Carlos Solchaga en España), lo que no impedía una fuerte y
heterodoxa política de gasto (fundamentalmente militar) y una fuerte
desregulación financiera que hace de la City londinense en otro monstruo de la ingeniería
y especulación financiera.
No
obstante, en términos generales se abre una fase todavía más profunda de
desarrollo de la financiarización, especialmente tras las crisis de principios
de los años 90. Desde mediados de dicha década la política económica se
caracteriza por una fuerte austeridad de gasto y ya, sin apenas complejos, por
una política monetaria ultraexpansiva y de desregulación bancaria muy amplia.
A
partir de 2008, se inaugura una nueva fase, ya en plena decadencia sistémica,
donde se procede a una huida hacia delante. La austeridad se redobla, las
políticas monetarias ultraexpansivas adoptan un nuevo corte (flexibilidad
cuantitativa, o quantitative easing, cuyo
diseño mejora la confianza de los mercados interbancarios pero no garantiza el
flujo de crédito a empresas y familias), y los sistemas financieros privados se
concentran, oligopolizan, y el sector público inyecta capital para que puedan
seguir funcionando, a costa de una colosal socialización de pérdidas.
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