27/4/13

¿Qué fases de cambio han atravesado la financiarización y los sistemas monetarios modernos?.


Daniel Albarracín
Abril 2013 

¿Cuándo y por qué se origina el fenómeno de la financiarización?.

La hipertrofia financiera de la economía no es fruto únicamente de la Gran Recesión originada en 2007, aunque sus rasgos más problemáticos se hayan presentado desde entonces. Se origina desde tiempo atrás en fases diferenciadas con una agudización también distinta.

La primacía de las finanzas en la toma de decisiones económicas puede observarse tras la II Guerra Mundial, en la que los esquemas keynesianos que a partir de entonces predominaron ya incluyeron un nuevo concepto de política monetaria. Ésta cabría emplearse, a partir de este momento, para combatir los ciclos, emisión de nuevo dinero y de deuda en niveles no comparables a otros periodos históricos. Ahora bien, aquella primera fase incipiente no comporta problemas serios en el curso de unas décadas de prosperidad en lo que refiere a los indicadores fundamentales (tasa de rentabilidad, nivel de demanda e inversión, expansión de los mercados mundiales, etc…). El gobierno de los ciclos fue la primera razón para que la política monetaria no se sujetase estrictamente al patrón oro, que tantos problemas de rigidez monetaria causó. Ahora bien, durante aquella época el dólar como referencia, que si esta ligado al oro, limitaba algunos excesos, por otra parte, en un contexto muy favorable y prácticamente irrepetible.

No obstante, la crisis de sobreproducción de los años 70 lo cambió todo. La crisis de rentabilidad de aquellos años se combatió con un nuevo esquema de políticas, que acabaron con la predominancia del keynesianismo. El nuevo esquema neoliberal impuso políticas de ajuste, austeridad y reestructuración muy severas, persiguiendo que estas medidas restaurasen la tasa de beneficio, drenando el tejido productivo menos rentable. Pero también conllevaba resultados depresivos en lo que refiere a las inversiones, los salarios y el empleo.

A partir de ese momento, para estimular la economía, el neoliberalismo adopta medidas con una arquitectura heterodoxa en relación a los consejos convencionales de las escuelas neoclásica, monetarista y austríaca. Se trata de un neoliberalismo de Estado, donde este último coadyuva a los propios objetivos de restauración de la ganancia del sector privado, que por sí mismo se ve incapaz. Estas medidas consisten tanto en una desregulación financiera como una política monetaria expansiva formidables con el propósito de compensar los efectos depresivos de las políticas de austeridad de los años 80, en el marco de un nuevo capitalismo corporativo global. La financiarización vendría a ser el “anabolizante”, como así lo denomina el economista Eduardo Gutiérrez, de la economía durante una serie de años.

Los efectos de las políticas monetarias expansivas y la desregulación financiera animaron el ciclo de crecimiento 1996-2007 en España. Un ciclo donde los fundamentales estaban impulsados por locomotoras artificiales de limitado recorrido, como la construcción, alimentadas por la liberalización del suelo y las políticas desfiscalizadoras existentes. Esa trayectoria continuó mientras la evolución de la rentabilidad efectiva de las empresas no se vio sobremanera drenada por los flujos de la devolución de los compromisos financieros dimanantes de las crecientes deudas acumuladas. A partir de 2007, estos flujos superaron el límite soportable (debido al enorme apalancamiento del sector empresarial al mismo tiempo que las tasas de rentabilidad de las empresas cayeron. Los flujos de devolución de deudas están supeditados a la rentabilidad futura. Si crecen demasiado los primeros y se erosionan los beneficios de explotación, se produce un cortocircuito. Con el estrangulamiento de las cuentas privadas la crisis se inauguraba.

¿En qué momento se produce el cambio y la crisis de los sistemas monetarios modernos?.

Coincidiendo con la crisis de los años 70, Nixon adopta la drástica determinación de acabar con la convertibilidad del dólar en oro.

A partir de ese momento, el sistema monetario se caracteriza plenamente por su condición fiduciaria, es decir, se basa en la credibilidad de la moneda, y por tanto, en la confianza que se le otorga al respaldo del Estado y en la solvencia del sistema financiero. Las diversas divisas formarán su tipo de cambio en base a la competencia de las economías nacionales, el respaldo de su Estado y el ejército, y la potencia de sus sistemas financieros. El dólar, como reserva internacional de reserva, respaldada por la primera potencia del mundo, supone desde entonces una inyección añadida hasta un 3% de su nivel de producción, simplemente por esta razón, y gracias al mecanismo de reciclaje de excedentes mundial que se produce en la gran potencia estadounidense, lo que Yannis Varoufakis ha venido en llamar el Minotauro Global.

Aquí se inaugura una nueva fase más intensa de financiarización, tan sólo temporalmente interrumpida en los 80 por los gobiernos de Reagan y Thatcher, que desarrollaron una política monetaria más estricta (como la que desarrolló el ministro Carlos Solchaga en España), lo que no impedía una fuerte y heterodoxa política de gasto (fundamentalmente militar) y una fuerte desregulación financiera que hace de la City londinense en otro monstruo de la ingeniería y especulación financiera.

No obstante, en términos generales se abre una fase todavía más profunda de desarrollo de la financiarización, especialmente tras las crisis de principios de los años 90. Desde mediados de dicha década la política económica se caracteriza por una fuerte austeridad de gasto y ya, sin apenas complejos, por una política monetaria ultraexpansiva y de desregulación bancaria muy amplia.

A partir de 2008, se inaugura una nueva fase, ya en plena decadencia sistémica, donde se procede a una huida hacia delante. La austeridad se redobla, las políticas monetarias ultraexpansivas adoptan un nuevo corte (flexibilidad cuantitativa, o quantitative easing, cuyo diseño mejora la confianza de los mercados interbancarios pero no garantiza el flujo de crédito a empresas y familias), y los sistemas financieros privados se concentran, oligopolizan, y el sector público inyecta capital para que puedan seguir funcionando, a costa de una colosal socialización de pérdidas.

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