Pedro Casas. Abril 2013.
La fundación BBVA acaba de presentar los primeros resultados de un
Estudio Internacional: “Values and Worldviews Valores políticos-económicos y la
crisis económica” realizado en diez
estados de la Unión
Europea: Alemania,
Dinamarca, España, Francia, Italia, Países Bajos, Polonia, Reino Unido,
República Checa, y Suecia, en base a 15.000 encuestas a personas mayores de 18
años realizadas entre noviembre de 2012 y enero de 2013.
Dicho estudio comparativo resulta muy
ilustrativo para desmontar ciertos tópicos que los medios de comunicación nos
hacen creer de manera reiterada, hasta el extremo de que incluso en las conversaciones
y debates de los activistas se repiten de manera inconsciente. Me estoy
refiriendo a tópicos del estilo de que “la gente no es consciente”, o “la gente
no se mueve”, y cosas por el estilo, dichas muchas veces sin fundamento alguno.
En este estudio, de cuya fiabilidad
profesional no hay en principio motivos para dudar, teniendo en cuenta que
muchas de sus conclusiones van en la dirección contraria a los planteamientos
de la entidad que ha pagado el estudio, se descubre, por ejemplo, que los
ciudadanos del estado español son los más anticapitalistas del conjunto de los estados
analizados. Y, como este descubrimiento, podemos mencionar otros muchos de
interés a la hora de realizar análisis de nuestra realidad cercana.
Tengamos en
cuenta que entre los países estudiados no se encuentran otros castigados por la
crisis, como Grecia o Portugal, que seguramente harían variar en algún puesto la
“clasificación” de nuestro país; pero lo importante es que, sea el primero o
tercero, los datos revelan una conciencia elevada respecto del funcionamiento
de las instituciones políticas y económicas, así como el cuestionamiento de
muchas de las medidas adoptadas por ellas. O sea, que no somos tan ignorantes
como nos quieren hacer creer. Otra cosa es que no seamos espabilados, y
consintamos que una minoría nos gobierne en contra de la voluntad mayoritaria;
pero eso es otro asunto.
En la exposición
que se hace a continuación, me referiré siempre a los resultados de la muestra
de los ciudadanos del estado español, figurando entre paréntesis el resultado
del conjunto de los 10 países analizados, para facilitar la comparación. Dado
que los resultados totales están al alcance de cualquier persona interesada, y
para no cargar la exposición, sólo cuando merezca la pena mencionaré el dato de
algún país concreto.
Y para terminar
esta introducción, aclarar que unos indicadores vienen en % de la población que
está de acuerdo o en contra de determinada propuesta, y en otros casos se trata
de la nota media, de 0 a 10, que se otorga a determinada frase o valoración. Veamos
los resultados.
En lo relativo
a señalar los diferentes responsables
que nos han llevado a la actual crisis,
un 94,5% (89,4%) considera que los bancos tienen mucha o bastante
responsabilidad; el 95,3% (88,6%) los políticos; un 90,9% (86,5%) los
gobiernos; un 81,4% (80,2%) atribuye también mucha o bastante responsabilidad a
los dirigentes de la UE, el BCE 81% (75,6%), el FMI 72,7% (67,7%) y los
empresarios el 68,7% (63,4%). Por el contrario sólo el 24,9% (29%) considera
que los ciudadanos han tenido mucha o bastante responsabilidad en la crisis (o
sea que no ha calado mucho eso de que “hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”).
Como medidas para salir de la crisis, sólo
un 21% (39%) está de acuerdo con la política de recortes, frente al 58,7%
(40,3%) que apoya un aumento del gasto, en particular en Sanidad 78% (67%),
atención a mayores 73% (59%), Educación 65% (53%) o protección a los parados
69% (41%). Por el contrario sólo el 12% (15%) propone aumentar el gasto en
Defensa, frente al 40,3% (33,5%) que propone disminuirlos.
En una escala
del 0 al 10, la propuesta de regular los bancos recibe una valoración de 8,5
(7,8) y el subir impuestos a los que más ganan 7,1 (4,7). Las medidas
neoliberales como reducir funcionarios se valora en un 5,9 (6,5), flexibilizar
el mercado de trabajo 4,9 (6,2). Pero aportar capital a los bancos con problemas
sólo obtiene una nota de 1,9 (3,5). Hay una corriente de opinión contraria a
las medidas impulsadas por la UE y el gobierno nacional, y el neoliberalismo
parece haber calado poco; en cualquier caso menos que el conjunto de los países
analizados.
En lo referente
a la moneda única, en los países que
no pertenecen a ella se valora muy alto el beneficio por esta no pertenencia
(7,8 en Suecia, 7,5 en Dinamarca y 7,3 en Reino Unido sobre 10). En los países
del euro se puntúa bajo los beneficios de esta pertenencia, destacando nuestro
país con un 3,6 frente a un 4,5 en Alemania y un 5,3 en los Países Bajos. Sin
embargo la posibilidad de abandonar el euro en el estado español recibe una
puntuación de 3,8 sobre 10, frente a 4,5 en Alemania o Italia. También en el plano
europeo, el 54,6% de la población (60,2%) considera que los países deben tener
más autoridad que la UE, frente al 38% (33,4%) que sugiere más autoridad de la
UE frente a los países. El desapego al euro y las instituciones europeas parece
patente, pese a la incertidumbre que puede suscitar una vuelta a las monedas
nacionales.
En lo referente
a la política económica y el papel
que debería tener el estado en su
funcionamiento, hay también datos reveladores. La economía de mercado obtiene
un 5,2 (6,1) de identificación sobre 10, y se la considera como causa de
desigualdad 6,6 (6). El control estatal sobre la economía se valora en 7,1
(6,8), lo que se corresponde con el % de ciudadanos que dan mucha importancia a
la participación del estado en la sanidad 85,8% (65%), las pensiones 85,2%
(62%), el control a los bancos 77,5% (55,9%), los precios 64,8% (44,8%),
vivienda 72,3% (44,1%) o la protección al desempleo 74,6% (38,6%). Incluso un
80,5% (66,2%) declaran preferir sistemas públicos de Seguridad Social frente a
los privados, aunque ello conllevase subidas de impuestos. De nuevo nos
encontramos con sólidas opiniones contrarias al neoliberalismo.
En lo referente
a la política y sus instituciones,
la valoración del funcionamiento de la democracia obtiene una puntuación de 3,6
en una escala del 0 al 10; la confianza en el ejército merece un 4,9 (6), los
tribunales un 4,3 (5,5), el FMI un 3,4 (4,5), el BCE un 3,1 (4,3), el gobierno
un 2,8 (4,1), los bancos un 2,3 (4), y las instituciones religiosas un 3,4
(4,5).
Es muy baja la
valoración que se hace de los sindicatos, el 2,8 (4,6) sobre 10, lo mismo que
de los partidos políticos, un 2 (3,3). Coincide esta valoración con la baja
afiliación a un tipo u otro de organizaciones, menor que la media de los 10
países analizados. Sin embargo un 44,3% (41,8%) manifiesta sentir simpatía por
algún partido político, y la capacidad que se atribuye al voto para influir en
el gobierno es valorada con un 6,3 (6,3) sobre 10. A pesar del descrédito de
las instituciones, todavía existe una corriente importante que valora las
posibilidades que ofrecen para influir en la acción política.
Es
significativo el posicionamiento de los ciudadanos del estado español en
algunos valores ideológicos como el
pacifismo, que merece un 5,9 (4,7) de identificación en una escala también de 0 a 10. El socialismo merece
una identificación del 3,9 (3,9) y el capitalismo sólo un 2,3 (3,1). Somos
anticapitalistas, y el socialismo no suscita en estos momentos una simpatía
mayoritaria.
Existe un
apartado muy interesante dedicado a la participación
política y social de los ciudadanos. El 42,7% declara haber participado en
alguna actividad pública en los últimos 12 meses (frente al 41,9 del conjunto
de los 10 países), el 23,2% (10,3%) en alguna manifestación y el 20,6 (7,6%) en
alguna huelga.
Respecto al uso de la red en las convocatorias y
participación en movilizaciones, el 16,8% (21,2%) declaran haber usado la red
para estas actividades; el 8,7% (7,2%) se comunicó a través de SMS y el 6,7%
(4,2%) dice haber participado en manifestaciones convocadas a través Internet
mediante correo electrónico o red social. En las diversas campañas de boicot
relacionadas con el consumo, participó el 8,9% (15,1%). Sin duda que estos
resultados deberían tener utilidad a la hora de no despreciar ninguno de los
medios de difusión de las convocatorias, en particular de los más
tradicionales, pues la red sigue siendo minoritaria.
A modo de comentario final, podríamos destacar la
enorme falta de legitimidad con la que actúa el gobierno, contra el sentir
mayoritario de una población que no comparte las líneas generales ni concretas de
su actuación. Pese al pensamiento único que divulgan unos medios de
comunicación sufragados por el gran capital, la población tiene otros valores y
opiniones de lo que pasa y de lo que habría que hacer. Aunque el poder de
adoctrinamiento de estos medios se revela limitado, ejercen una influencia muy
dañina al crearnos la sensación de que todo el mundo piensa y actúa como ellos,
debilitando la participación y unidad popular. No olvidemos que el actual partido
en el poder sólo cuenta con un 30% de respaldo electoral, que obtuvo menos
votos que en 2008 y que su mayoría absoluta se sustenta en una ley electoral
injusta, y en el derrumbe de otras opciones que traicionaron a su electorado,
pues su actuación tampoco sintoniza con esta corriente de opinión mayoritaria
que refleja este estudio.
No somos tan
ignorantes como nos pintan, aunque todavía nos falta espabilar para conseguir
trasladar esta conciencia colectiva a la realidad política e institucional de
nuestro país.
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