Agustín Moreno
Junio de 2012
Históricamente España ha sido un
país muy dependiente en ciencia y tecnología, aunque con excelentes científicos
como Ramón y Cajal y Severo Ochoa. Una pequeña época dorada fue la Segunda República,
gracias a políticos como Negrín que afirmaba que el conocimiento es universal y no tiene dueño y promovió la
movilidad de los científicos. Pero la guerra y la dictadura interrumpieron la
modernización en este campo.
La Ley de Ciencia de 1986 creaba
un sistema público que se instrumentaba a través del Plan Nacional de
Investigación. Incluso llegó a tener un ministerio propio. Todos los discursos
políticos han hablado de cambio de modelo productivo, de apuesta por I+D+i y
por la sociedad del conocimiento, pero los recursos públicos siempre fueron
escasos. Y menores los privados: la cultura empresarial ha preferido acumular
beneficios y presionar a la baja los salarios, aunque perdiera competitividad,
vez de invertir en I+D.
Con la crisis se ha ido por la
borda toda la Estrategia de Lisboa de la UE, para aumentar la inversión en
conocimiento, reforzar la investigación, la formación y la educación. El
objetivo era un 3% del PIB en I+D para 2010, pero estamos en un 1,35% del PIB,
frente a un 1,83% de la media de la UE-27. Los Presupuestos
Generales del Estado para 2012 recortan la inversión en I+D un 25%, bajando a
los niveles de 1983. Otros países, como los EEUU de Obama, suben un 10% esta
partida por considerarla de eficiencia económica.
Las consecuencias de los recortes
son la eliminación de empleo (oferta pública cero, reducción de becas y
contratos, la pérdida de científicos que retornaron del extranjero) y el
abandono de programas. La situación es tan grave que 22 premios Nobel han
criticado los recortes en ciencia y educación en una declaración pública en Valencia.
Es la misma denuncia de 40.000 investigadores y ciudadanos que exigen medidas
de apoyo. Es evidente que para mantener la excelencia investigadora se necesita
dinero y estabilidad profesional. Además, hay un principio que dice que hacer
ciencia es mucho más que dinero: es tiempo, para consolidar equipos y líneas de
investigación, para no quedar descolgados de los procesos de forma irreversible.
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