21/5/11
Tendencias sociolaborales y Relación Salarial (1): el capitalismo global en transformación.
Daniel Albarracín
El desarrollo del capitalismo global atraviesa una situación que, debido a la exuberante hipertrofia del fenómeno de la financiarización, la movilidad y relocalización del capital a países emergentes, nos muestra, al menos en Europa, una crisis desinversora en el curso de una crisis de sobreproducción. Esta dinámica se profundiza por la extensión de una crisis de solvencia y endeudamiento generalizados, principalmente en el espacio privado, y subsiguientemente, debido a las políticas de socialización de pérdidas y desfiscalización, también del sector público, siendo también socialmente relevante la deuda hipotecaria de las familias. La respuesta ha sido una política de austeridad contradistributiva y regresiva que ha repercutido sobre los ingresos salariales, los derechos sociolaborales. Como consecuencia, asistimos ante una crisis de demanda, un retroceso de las condiciones de vida de la población dependiente directa o indirectamente del trabajo asalariado y un paro galopantes que sacuden nuestra realidad social.
En otro plano, más determinante si cabe, las crisis ecológicas señalan la incursión irreversible en una larga época de transición energética (cuyo diseño social, político, técnico y productivo está por dirimir) y de carestía de recursos materiales (materias primas, agua, alimentos) y conflictos por ellos. En este contexto, tengámoslo presente, aún cuando surgiese un incierto y nuevo ciclo ascendente de acumulación o una nueva potencia hegemónica (o alianza multipolar), debe descartarse un horizonte de aumento (cuantitativo) de los niveles de vida para la inmensa mayoría de la población mundial.
En todo este periodo el poder económico y la influencia de presión y poder corporativo se han concentrado en el sector financiero privado. La libertad de movimiento de capitales, los paraísos fiscales, la desregulación del funcionamiento bancario, la aparición de figuras como las sociedades de inversión (hedge fund, entre otras), en España la privatización de las cajas de ahorros, y los rescates bancarios (y abandono de las necesidades sociales) intensifica su privilegio, y es buena prueba de su determinación económica, síntoma y palanca de su influencia en la esfera política.
La cadena del valor (financiación, reproducción, extracción, elaboración, transporte y distribución, etc…) adopta una dinámica mundial en una división internacional del trabajo con centros, semiperiferias y periferias, donde las grandes corporaciones transnacionales se mueven en espacios económicos integrados a escala semicontinental conformando nuevas fronteras económicas que trascienden los Estados. Así es como se configuran los mercados y cadenas de valor de tasas de rentabilidad diferenciadas (transnacional, de área de mercado semicontinental, o local). En toda está dinámica, que viene de décadas atrás, China, y otros países BRIC (Brasil, Rusia, India) emergen relativizando la hegemonía de Occidente.
La Unión Europea se encuentra en una grave crisis económica e institucional. La crisis de fuerte endeudamiento privado, y debido a las políticas seguidas, también de la deuda pública, está sacudiendo a las economías periféricas, que seguirán divergiendo en ausencia de políticas de cohesión, integración regional, correctoras y de convergencia reales (fiscales, monetarias, de inversión pública), lo que se consolidará de afianzarse el procíclico Pacto del Euro y la modalidad de los rescates financieros favorables a los acreedores de los países centrales. Viejas (Irlanda, Grecia, Portugal, España, Italia) y nuevas periferias de la UE (Letonia, entre otras) se inclinan a la pauperización de cada vez más capas populares y desmantelamiento de los mecanismos públicos de regulación e intervención económica y de la protección social. Las políticas neoliberales a las que se les está sometiendo agudizan la desigualdad y la recesión. El modelo económico europeo no equilibra ni hace converger el desarrollo, intensifica la dependencia y el poder de mercado de ciertos núcleos de países y corporaciones transnacionales. El capital europeo, con las patronales y los gobiernos a la cabeza, está aprovechando este shock de la crisis para imponer reformas y políticas que profundizan un ajuste neoliberal que genere condiciones de recuperación de las tasas de beneficio para el núcleo de empresas transnacionales, también mercantilizando, externalizando o privatizando actividades del sector público.
Parece decidida la estrategia de las clases dominantes para desmantelar, o cuanto menos dejarlas como convidadas de piedra, las herramientas de contrapeso y regulación como son las legislaciones laborales garantistas, el diálogo social y la negociación colectiva. Se persigue arrinconar cualquier influencia del movimiento obrero y sus organizaciones sindicales. La construcción de nuevas condiciones de acumulación se centra en los objetivos de reducción de los costes laborales y los derechos sociales, y en establecer un marco disciplinario que erosione casi cualquier contrapoder que cuestione los ejes centrales exigidos desde arriba.
En un contexto de debilidad y desmovilización, al menos en el caso español, la institución del diálogo social, en la que el sindicalismo confederal procura influir en la regulación social, económica y laboral, está cada vez más encasillada, al moverse con dificultad fuera del encuadre que permiten los márgenes de maniobra y contradicciones de gobiernos y patronales. La patronal está envalentonada y los gobiernos sometidos a los supuestos “mercados financieros” (fantasma y huella del “pie visible” de las grandes corporaciones, sobre todo financieras, pero también energéticas, de telecomunicaciones, etc…) que, en el marco de grandes bloques de mercado continentales, instrumentalizan los Estados-Nación y las instituciones europeas.
¿Y cuál es la forma moderna en qué funcionan esas corporaciones empresariales privadas?. Las corporaciones transnacionales operan a través de una determinada y difusa estructura empresarial para explotar la cadena de valor: las empresas en red. Se trata de figuras que adoptan una geometría variable en la que forman parte empresas, jurídicamente dependientes o independientes, económicamente intrincadas. Matrices, filiales, proveedores y distribuidores, auxiliares, franquicias y subcontratas entrañan una nueva fauna empresarial con centros y periferias definidas. Con este modelo, el capital diluye, diversifica, y concentra el riesgo de las inversiones en las empresas periféricas del núcleo matricial. Las matrices controlan la toma de decisiones y las fases estratégicas de la apropiación del valor (financiación, diseño tecnológico y organizativo, distribución final), mientras que las periféricas dependen de ellas y se centran en actividades más arriesgadas, inestables, menos rentables y menos estratégicas (transporte, industria auxiliar, manufactura y transporte). La vieja pequeña empresa independiente está en declive y la mayoría de empresas suelen estrechar lazos mercantiles o de otro tipo con estas nuevas redes de empresa (que aprovechan los privilegios del derecho mercantil, fiscal y societario, colonizador del espacio del derecho laboral y civil). Con este modelo de empresa en red el accionariado diluye, y parcialmente las gerencias empresariales, la responsabilidad jurídica como empleador y como agente productor, contando con una legislación que permite esquivar o minimizar compromisos con el empleo, con los derechos sociales y laborales, con los pactos con sindicatos y trabajadores, con la fiscalidad, con la naturaleza o con el consumidor.
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