28/6/20

¿Por qué necesitamos una banca pública?




La economía es un asunto social de primer orden, porque trata sobre los recursos, cómo se producen y cómo se distribuyen. La sociedad tiene derecho a decidir sobré a qué destinan los recursos, y a quién llegan. Financiar las inversiones no es un asunto menor. Desde hace tiempo, las finanzas, los bancos, y su función, ha sido acaparada por una minoría que se arroga privilegios que no están al alcance de los demás.


o   Los bancos privados deciden a quién o qué se financia, imponen condiciones de contratación, seguros y comisiones. 


o   Los bancos privados reciben préstamos del Banco Central Europeo que, literalmente, regalan el dinero, por el entorno de tipos de interés negativos. Con eso, hacen de intermediadores sacando un importante porcentaje cuando prestan al sector público, al prestar ese dinero a un tipo superior. El BCE les compra sus deudas corporativas sin mirar su grado de toxicidad, cargando la deuda privada a una entidad pública. 


o   Los bancos privados crean dinero, al conceder préstamos, y lo hacen de la nada, con un mero apunte informático, y pueden someter de por vida a aquellos que deberán devolver la deuda.

o   Son los responsables de los desahucios, pasando el riesgo a las personas que no pueden pagar, quedándose con el piso. Sin embargo, las regulaciones de la banca privada son muy flexibles, en materia de solvencia, en materia de tipos, servicios asociados a sus productos bancarios, o de comisiones. 


o   Hemos pasado en tiempo record a tener un mercado dual con cajas de ahorros y banca privada, a un sector plenamente bancarizado. La mitad del sector hace pocos años estaba en manos de las cajas de ahorro, ahora hay apenas 12 bancos y cinco de ellos concentran casi el 70% del mercado. Jamás hubo más riesgo para que los bancos chantajeen al sector público con aquello de que “son demasiado grandes para caer”. 

19/6/20

¿Hacia una IVa Revolución Industrial?.

https://www.elsaltodiario.com/economia/podcast-la-uberizacion-del-empleo-2-cuarta-revolucion-industrial


En esta pieza abordamos la idea de la cuarta revolución industrial de la mano del economista y sociólogo Daniel Albarracín, que nos ofrece una charla de historia y economía para desentrañar este concepto. 

De la mano de Albarracín repasaremos si realmente podemos hablar de Cuarta Revolución Industrial al hablar de internet y nos detendremos a observar cómo influye la tecnología en la economía, nuestro entorno laboral y nuestra vida. 

El podscast puede seguirse AQUÍ.

Para ver el video de la charla, aquí.


14/6/20

Cooperación fiscal armonizada y auditorías de la deuda: un nuevo concepto solidario para una nueva Europa.


https://vientosur.info/spip.php?article16038

Daniel Albarracín, Alex Merlo y Mats Lucia Bayer. 04 de Junio de 2020.


Las contradicciones de la legitimación argumental del capital

Las clases dirigentes han iniciado una fuerte ofensiva para afianzar su relato autolegitimador, para alterar el diseño y aplicación de todos los instrumentos de la política pública y laboral, una vez más, a su favor. Recuperando la vieja retórica de que son las empresas las que generan la riqueza, y que sin ellas el factor trabajo no podría valerse por sí mismo, pretenden hacerse también con el papel de benefactores, arrogándose el mérito de la creación de empleo como fórmula de reparto al que se accederá según la productividad y los méritos. Así las cosas, consideran a los impuestos una lacra para las inversiones, y exigen su reducción o aplazamiento.

La paradoja se da precisamente en el discurso de autobombo y su contradicción intrínseca, y cómo se resuelve. Por un lado, dirán que los empresarios arriesgan sus ahorros, promueven iniciativas innovadoras (Schumpeter, J.A.; 1983)[1] con valor propio, y que organizan la producción haciéndola racional. Sin embargo, los ahorros logrados son sobre todo fruto de herencias, beneficios logrados a partir de la explotación del trabajo, el acaparamiento oligopolístico o la especulación financiera, y la mayor parte de las innovaciones se originan en inversiones públicas (Mazzucato, M.; 2014)[2] en materia de investigación fundamental, el 80% de las innovaciones es fruto de la creatividad de los trabajadores (Nieto, M.; 2018)[3], y realmente son los gerentes los que organizan racionalmente la producción. Los capitalistas, como esa capa que o bien vive de los dividendos de acciones de grandes empresas, son obligacionistas acreedores, o detentan la propiedad de bienes raíces, son en sí una minoría de parásitos de postín.

Sin embargo, esta no es en sí la paradoja más llamativa, sino la que ahora se esgrime invocando el papel del Estado en su socorro, exigiendo que el sector público se haga cargo de parte de los costes laborales del capital, que avale créditos para superar los problemas de liquidez y solvencia ante la crisis, al mismo tiempo que no se hace responsable de que se endeude mientras pide reducciones de impuestos o el aplazamiento de su pago. Esto es, los capitalistas no cumplen ni uno de sus argumentos legitimadores, aunque nosotros ya teníamos claro que, aunque tratasen de cumplirlos, la lógica del beneficio, la competencia y la acumulación harían injusto, insostenible e ineficiente el sistema económico que propugnan, basado en la explotación del trabajo en sus diferentes formas (de gestión, del conocimiento, de producción) y en esquilmar la naturaleza. Se trata del neoliberalismo de Estado, donde en “aras de hacer funcional al mercado”, el sector público ha de desempeñar el papel de “primo de Zumosol” de las grandes empresas que operan en la cadena de valor capitalista.

 

Fiscalidad regresiva y deuda, mecanismos de explotación institucional.

 

El neoliberalismo de Estado conlleva, en particular, un triple modelo de extracción del valor del trabajo:

·       La intensificación del trabajo y la vulnerabilización del empleo.

·       Un modelo impositivo regresivo y desfiscalizado.

·       Un modelo financiarizado en el que el mecanismo de deuda presiona a los endeudados a todas las escalas: individual y colectiva.

4/6/20

Varoufakis y la política de Syriza en la encrucijada europea de 2015. Cuando el recuerdo es selectivo

Reseña de Capitulación entre adultos, Grecia 2015: una alternativa era posible. De Eric Toussaint (2020) Editorial El Viejo Topo.
Daniel Albarracín[1], 05/03/2020
https://vientosur.info/spip.php?article15985

¿Qué pasó realmente en Grecia en 2015, en el epicentro de la crisis de la UE? Aquella historia aún rezuma héroes y tragedias. ¿Y si todo ese fuese un mito, producto de una sublimación por una derrota tras una batalla no librada?. 

Eric Toussaint
, protagonista en primer plano de la Comisión de la Verdad que auditó la Deuda Pública griega, lanzada por el Parlamento heleno, en ese periodo, responde en este libro "Capitulando entre adultos" al relato selectivamente olvidadizo de Varoufakis en su libro "Comportarse entre adultos". Un relato que incluso cautivó a Costa Gavras en su conocido documental, pero que, lamentablemente se basa en medias verdades, que son las mentiras más efectivas. En esta reseña introduzco las aportaciones de Toussaint para este episodio que marcó un antes y un después de la historia de la UE.

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En 2015 Europa vivió su primera gran crisis. Aunque se hubiesen producido otras anteriores, ninguna fue como esta. Grecia, otrora considerada la cuna de la cultura europea, se situó en el epicentro de un terremoto político. Se vió cuestionaba la arquitectura económica que soporta la Unión Europea y, especialmente, su zona euro. Aquellos meses, de Febrero a Septiembre, Grecia, y sus protagonistas inundaban las portadas de la prensa. Por primera vez, la Troika parecía asustada, parecían removerse sus cimientos, porque un país europeo llevaba al gobierno a un partido de izquierda, Syriza. Pasado ese episodio se crearon mitos, sublimados más aún tras la claudicación y derrota del gobierno de Syriza. Los “imposibilistas” se resignaron a decir que no cabía alternativa, otros ensalzaron como héroes vencidos a los que simularon librar una batalla.

Se transitó del anhelo a la frustración. Con ello la esperanza en Europa quedó seriamente dañada. Una serie de relatos han querido rescatar las figuras, en su momento icónicas, de Tsipras y, especialmente, de aquel insigne economista que parecía haber toreado al Minotauro: Yannis Varoufakis. A este relato contribuyeron todos aquellos que querían alabar la razonabilidad y la política pro-UE de la dirección del gobierno, o los que, aunque los hechos hablasen en otro sentido, trataban de presentar a Varoufakis como el nuevo Hércules, en aras de impulsarle a nuevos desafíos posteriores[2]. Libros, como el del propio Varoufakis (2017), Conversación entre adultos, o la película del admirable, en esta ocasión fallido en el ángulo escogido, Costa Gavras (2019), Comportarse como adultos, que obtuvo el premio Donostia de cine, han dado una versión elogiosa de este protagonista casual. Desde entonces, los mitos se encargaron de dar lustre y brillo a los bustos de los perdedores, como si hubiesen librado la batalla en buena lid. Por desgracia, esas narraciones, rindieron como vano consuelo, especialmente para ocultar y deformar lo sucedido.

El libro de Eric Toussaint, plenamente involucrado con el pueblo griego en aquellos meses, coordinando la histórica Comisión parlamentaria de la Verdad de la Deuda Pública Griega, desde el 4 de Abril, impulsada por la presidenta del Parlamento griego Zoe Konstantopoulo y la diputada Sofia Sakorafa, brinda una versión algo distinta, con una conclusión bien diferente. Lejos de las hagiografías y los mitos, se basa en lo realmente sucedido, sin esconder nada, constatando que hubo varias oportunidades para aplicar una política diferente, a pesar de las enormes adversidades que sufrió, y sufre, el país heleno.

1/6/20

Criterios para una tecnología acorde a la transición energética y el cambio de modelo productivo

Daniel Albarracín Noviembre 2019.
https://www.vientosur.info/spip.php?article15350

1.     Los mitos de la nueva revolución industrial y de las tecnologías del capitalismo verde


En medio de la incertidumbre devienen varias crisis superpuestas, en las que la energética y climática son las más graves para el futuro de la humanidad. Con ello, llegan las promesas, muchas amparadas en el milagro de la técnica, bajo una forma de determinismo tecnológico, motor de los cambios y solución de progreso.


El pensamiento convencional irrumpiría con el concepto “revolución digital”, casi una suerte de economía virtual inmaterial, que habría sido elevada a la categoría de IVa Revolución Industrial, como solución de las crisis. En ella se reunirían un conjunto de innovaciones tecnológicas que se reforzarían entre sí aunando mejoras extraordinarias en la conectividad de internet, su interconexión con numerosas aplicaciones de uso cotidiano desde el ámbito manufacturero al doméstico, pasando por los desarrollos en el campo de la automatización industrial de procesos, los sistemas ciberfísicos –nanotecnología, ingeniería genética, etcétera-, la gestión del “big data” y la “información en la nube” (cloud), el desarrollo de las redes sociales y las aplicaciones que cada uno portamos con nuestros dispositivos móviles. Resulta cuanto menos digno de debatir el que estemos ante una revolución industrial o ante innovaciones técnicas, dentro de la III Revolución científico-tecnológica, más aún que todo esto no se soporte sobre la realidad material y no tenga límites productivos y físicos concretos.


Robert Solow (1987), observó: “Se ven ordenadores por todas partes, salvo en los indicadores de productividad”. Patrick Artus (2017), también afirma que: ”A pesar del desarrollo de lo digital y del esfuerzo de investigación y de innovación, los aumentos de productividad disminuyen”. A día de hoy, puede decirse que, salvo entre 1990 y 2004, periodo en el que se produjo un descenso del coste de velocidad y la capacidad de memoria de los ordenadores, la tendencia al estancamiento de la productividad es inequívoca. 


La productividad resulta un factor clave para la generación de nuevos mercados y de rentabilidad. Sin su mejora, la presión para elevar la tasa de plusvalor es mucho mayor, lo que conduce a escenarios crecientes de conflictividad sociolaboral y política. Pero también, sin su elevación, la presión a acaparar y sobreexplotar territorios y materias primas se incrementa severamente. 


Gordon (2014) advierte sobre los límites productivos de las nuevas tecnologías a nivel macroeconómico. Las innovaciones robóticas son de difícil generalización en el sector de servicios y de la construcción, o en algunas partes de los servicios logísticos y de transporte (almacenamiento, carga y descarga). A su vez, algunos productos y aplicaciones son de utilidad específica puntual, y las innovaciones en los sistemas de información no aumentan la productividad, sino que sólo racionalizan y controlan mejor los procesos. 


La robotización plena no es generalizable. No sólo porque en no pocos procesos intervienen personas. También por razones físicas naturales. Todo software funciona con un hardware, una infraestructura de cables, antenas de telecomunicaciones, servidores. Los bienes digitales, los datos requieren de energía, en su generación, tratamiento, almacenamiento y difusión. No hay nada de inmaterial en la tecnología. Y cabe la certeza que no será una solución universalizable por razones biofísicas y económicas.


De manera semejante, si las anteriores innovaciones prometen superar las crisis y solucionar diferentes problemáticas (aunque sólo sea para la minoría que pueda financiársela), la crisis energética y climática ha querido abordarse con una panoplia de innovaciones que, con Daniel Tanuro, venimos a caracterizar dentro del paradigma del “capitalismo verde”.


Estas innovaciones técnicas o soluciones organizativas se presentan como solución ante la crisis medioambiental. El llamado capitalismo verde trata de institucionalizar soluciones de mercado que internalicen en la toma de decisiones de las empresas los costes medioambientales externos, como así representa el mercado de derechos de emisión, la atribución de derechos de propiedad a los bienes naturales comunes, convirtiéndolos en capital natural. También nos llegarán con la promesa de energías supuestamente limpias (el gas natural, la energía nuclear, el hidrógeno). Apostarían por soluciones tecnológicas ecoeficientes. Señalarían que las renovables podrán ser un gran negocio a largo plazo. Y que el coche eléctrico nos aportaría prestaciones confortables que no nos harían renunciar a nuestras comodidades. Con el reciclaje de residuos también nos encontraríamos con una conducta moral, estética y rentable. O con los sistemas de captura de carbono hallaríamos la contención en la industria a la emisión de gases de efecto invernadero. Por último, pero no menor, se dirá que la revolución digital difundirá un tipo de economía inmaterial que no añadirá carga significativa al planeta.


Al igual que cabe preguntarse sobre el cumplimiento de las promesas de la dichosa revolución digital inmaterial, los problemas de esta propuesta de capitalismo verde no son pocos: