Daniel Albarracín. 15/06/2016
El Brexit comporta un síntoma del agotamiento del modelo de la UE, esta vez, cuestionado desde posiciones del centro, por una superpotencia financiera, con argumentos conservadores.
El Brexit demuestra que un país, siendo de cierta entidad, puede modificar los Tratados Europeos, en este caso, de permanecer para peor.
El Reino Unido es uno de los 13 países con
acuerdos particulares, que le hace de los menos solidarios con la UE. Su cheque
británico le comporta un ahorro en su contribución de grandes proporciones.
El Reino Unido tiene moneda propia, está al
margen de la PAC, y cuenta con una industria financiera de grandes dimensiones,
cuyo centro está en la City londinense. Es posiblemente, la figura más
emblemática de país rentista financiero, que apostó tan fuertemente por esta
línea, que abandonó la mayor parte de su industria desde los años de Thatcher.
Es uno de los países que más microEstados ha creado artificialmente, de cara a
contar con multiplicidad de paraísos fiscales con los que operar haciendo un
dumping fiscal incomparable, y que sirve a los intereses de todos los capitales
internacionales.
Al Reino Unido se le ha denominado el
“caballo de Troya” de EEUU en la UE. Su posición de juego a dos bandas le ha
permitido un trato favorable de EEUU y el acceso a los mercados europeos.
El Reino Unido podría tener un balance
indiferente en el capítulo económico si sale de la UE, porque no es esperable
que quiera desprenderse de un mercado como el europeo. Hay países, como
Noruega, o, de otra manera, Suiza, que mantienen relaciones normales con la UE,
manteniéndose al margen de los Tratados Europeos. Además, reforzaría su opción
de aliarse con los EEUU. Eso sí, la forma de competitividad a la que conduciría
podría consistir en una devaluación interna en materia fiscal y laboral que
perjudicaría al mundo del trabajo en las islas.
Cabrían posibles consecuencias políticas
internas en las Islas. Podría reactivarse un referendum por la independencia en
Escocia, por ejemplo, que podría dar pie a la incorporación de Escocia a la
zona euro. El impacto a escala de la UE está por dirimir, pero uno de los
destinos laborales habituales para muchos migrantes europeos se vería
restringido, y se formaría parte de un ejército de reserva con derechos
disminuidos. Sin embargo, aunque eso depende del futuro de los tratados
comerciales internacionales, la interpenetración comercial y financiera no
tiene por qué cesar en absoluto, algo que beneficia a las grandes corporaciones
de uno y otro lado. Eso sí, esta experiencia generaría un precedente, que
podría empujar a nuevas desmembraciones o, más factiblemente, un modelo de
integración europea a la carta, con diferentes clubes de países con diferentes
acuerdos variables. Algo que ya está más o menos asentado con los acuerdos e
instrumentos intergubernamentales puestos en pie, generando una Europa a
múltiples velocidades.
No es la misma posición de permanencia la que
defiende Cameron que la que plantea Corbyn. Corbyn plantea permanecer para
construir una Europa más solidaria, Cameron lo hace para aprovecharse de la
misma, rebajar derechos sociales y laborales a trabajadores comunitarios y, de
paso, abaratar los costes laborales de los trabajadores británicos. UKIP,
apostaría por una salida, en la que el Reino Unido, de la mano de EEUU
procurase liderar otros mercados, sin dejar de estar en Europa.
Naturalmente, nosotros queremos otra Europa,
y las propuestas de Corbyn, y su fuerza política, contribuiría a reforzar
posiciones de reforma en la UE. Pero también debemos ser conscientes que los
Tratados Europeos exigen que todos los Estados miembros estén de acuerdo con un
cambio, lo que es, en la práctica un blindaje del modelo de Europa mercadista y
a favor de la libertad del movimiento de capitales y todo el arsenal de
políticas neoliberales concertadas a escala europea. Para cambiar la UE se
necesita un grupo de países con fuerza económica y política suficiente, y las
formas de irrumpir con un esquema alternativo son varias: un cambio en la
correlación en el Consejo, desobedecer los tratados (Pacto de Estabilidad y
Crecimiento), para negociar cambios(revisión diseño del BCE, otro modelo de
presupuesto y fiscal más solidario, una democracia real a escala europea,
etc...), romper para construir un modelo supranacional solidario en extensión,
etc... Son temas abiertamente en discusión.
En suma, un referéndum plantea alternativas
entre el sí, el no o la abstención. A todas esas alternativas hay que ponerle
apellidos y un para qué. Al Brexit de UKIP hay que decir un no, porque es una
salida hegemonista e insolidaria. A la permanencia que pide Cameron hay que
decir no, al mismo tiempo que hay que decir no a los vergonzosos acuerdos con
la UE para rebajar derechos en caso de continuar en la UE. A la permanencia de
Corbyn hay que decirle sí, pero no es suficiente. Queda pendiente definir qué
estrategia de cambio, los mecanismos, y no quedarse meramente en los deseos y objetivos, sin establecer una hoja de ruta y serie de
medidas para enfrentarse a esta Europa del capital.
Sea como fuere hay que advertir que aquí la trampa
está en la pregunta, el momento y la forma escogida, fruto de disputas internas
en la derecha británica. Francisco
Louça lo describe muy bien. La izquierda radical británica
adopta diferentes posturas, entre la salida y la permanencia crítica. Pero, salga
lo que salga parece que no augura nada positivo. La permanencia será con el acuerdo
entre Cameron y la UE, deteriorando derechos sociales. La salida dará alas a los
movimientos de refugio o hegemonismo nacional reaccionario.
En mi modesta opinión, en esta ocasión titubeante,
el modo en que la izquierda ha de irrumpir es explicando bien los retos y las propuestas,
las rutas y políticas a seguir, y no dejarse atrapar por una agenda de otros. Lo
que permanecerá será el discurso y el compromiso, los llamamientos e iniciativas
a la construcción de un sujeto antagonista internacional que aspire y lucha por
otra Europa para un mundo muy diferente al actual.
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