Daniel Albarracín.
28 de Febrero 2016
Las esperanzas abiertas en Grecia se truncaron el
pasado verano, desanimando y confundiendo a propios y extraños. Conviene mirar
con serenidad a lo que sucedió en términos objetivamente estructurales. Así
como a las decisiones que los actores adoptaron en esas condiciones.
En primer lugar, las políticas europeas consagradas a
los tratados habían conformado un corsé que conducía a la recesión en las
periferias, su ahogamiento financiero, su subalternidad productiva y, en el
caso griego además, se experimentaba una política extrema con la complicidad de
las propias oligarquías griegas.
En segundo lugar, el gobierno se alzó con un proyecto
a favor de las clases populares, elaborado durante años, fue fruto de un
trabajo orgánico en la sociedad helena. Constituía el programa político para
gobernar más favorable a las mayorías en un país europeo. Ahora, aquel gobierno
era el que la izquierda europea podía ofrecer dado su grado de maduración. Sólo
alcanzó el gobierno tras largos fracasos de la derecha y decepciones causadas
por el PASOK. Aquel gobierno mostraba un programa de reparto y protección
social, al mismo tiempo que en algunos de sus párrafos más importantes se
señalaba la necesidad de reestructurar la deuda pública griega, en un marco de
negociación europeo, o la inclusión de consignas tan significadas como la de no
proseguir con “ningún sacrificio más por el euro”. Algo audaz para el momento.
Sin embargo, hubo varias carencias. En primer lugar,
habían previsto una negociación en la que el Eurogrupo “estaría más preocupada
de evitar un seísmo para la eurozona” y que, gracias a un marco razonable de
negociación, sería posible adecuar la política griega a una relación aliviada
con la UE. En segundo lugar, se jugó permanentemente con la responsabilidad que
tenía que adoptar el club de acreedores –principalmente instituciones europeas
públicas y gobiernos nacionales- que “no se atreverían a proseguir en el erro”.
En tercer lugar, el primer ministro y su segundo ministro de finanzas no
contemplaron ninguna posible réplica a un contexto de intransigencia de los
acreedores. Únicamente, en el seno del Comité de la Verdad de la Deuda Pública,
promovido por Zoe Konstantopoulou y coordinado por Eric Toussaint, se
estudiaron no sólo el origen y carácter de la deuda, sino las reflexiones
apropiadas para responder el probable autoritarismo financiero de la Troika. Si
bien sus conclusiones no fueron contempladas.
A decir, verdad, El propio Varoufakis sólo rectificó a pocas semanas
antes del referéndum y la firma del tercer memorándum, y apenas un reducido
equipo trabajó en un plan alternativo, antes de que Varoufakis fuese conminado
a dimitir. Un factor decisivo fue la soledad del gobierno que tuvo que
enfrentarse a la decisión que tuvo que tomar: contaba con el beneplácito del
pueblo griego en su referéndum para no acatar, pero no tenía ningún gobierno
amigo de su parte, las ayudas rusa y china sólo servían para un periodo corto,
y la desesperación les hizo abrazar la financiación de 80.000 millones de euros
del Mecanismo Europeo de Estabilidad, y todas sus draconianas condicionalidades.
La consigna de “ningún sacrificio por el euro” se
tornó en “cualquier cosa por el euro”. No se sabía que hacer fuera de ese marco.
Se experimentaba como el BCE –saltándose sus estatutos y adoptando una decisión
política de primera magnitud- había cesado el programa (ELA) que soportaba la
banca griega y, para muchos, eso ya era demasiado.
Lo que experimentamos en esta tragedia era también que
las élites europeas estaban realizando una metamorfosis para consolidar las
políticas e instituciones que servían a sus intereses, lo que daba luz a una
estrategia austeritaria irreversible en la que negociación no tenía sentido. En
todo el periodo de negociación se estaba fraguando un proyecto de refundación
de la UE, plasmado en lo que ha venido en llamarse Informe de los 5
presidentes. Este se aprobó en el mismo verano. Su primera fase de
implementación ha puesto en marcha con la conocida Unión Bancaria, pero también
incluye el control de los presupuestos y sistemas fiscales a priori, o la
incorporación a los tratados del látigo financiero del Mecanismo Europeo de
Estabilidad. El I5P, constituye el proyecto estratégico de las oligarquías
financieras y las élites económicas centroeuropeas para responder a nuevos
episodios que seguramente se darán.
Las élites europeas han puesto su “plan” para Europa,
la única alternativa que decían posible.
Pero sí la había. Ni que decir tiene que cuanto más
tiempo pase es más difícil ponerla en pie. Hubo opción si el gobierno griego
hubiera tomado las decisiones apropiadas. Comenzar por una moratoria de pago de
la deuda, para dar tiempo a auditarla, dejar de desangrar la economía y tomar
las decisiones oportunas llegado el momento; liberar recursos con una reforma
fiscal progresiva y una fuerte lucha contra el fraude que reestableciese las
arcas públicas y pudiera abrirse un proyecto de inversión que diese algo de
autonomía al país y generase empleo; contribuir a establecer un diálogo fluido
sobre qué hacer con otras fuerzas del cambio, sea bien ante una negociación con
la UE sea, en caso de fracasar, para preparar las condiciones de un nuevo
vínculo.
Eso suponía tener ideado un proyecto para, dado el
caso, establecer un marco de control de movimiento de capitales, antes de la
fuerte fuga que se produjo. Preparar una nueva autoridad monetaria y sistema
bancario público; interviniendo la banca para tratar de rescatar los activos
cubiertos con solvencia. Una emisión de una moneda interior –en principio
ligada al euro, y posiblemente electrónica, pero susceptible de devaluar, y de
uso para pagos a empleados públicos y prestaciones o para exigir el pago de
impuestos en ese tipo de moneda- para impedir el cortocircuito financiero que
pudiera ocasionarse. Suponía también contemplar las conclusiones del Comité de
la Verdad que formulaban y evidenciaban las bases económicas y jurídicas para
adoptar una suerte de impago selectivo (aunque se enfatizó en el informe que
toda la deuda era ilegal, ilegítima, insostenible y odiosa).
El contraste con el Tercer Memorándum planteaba un
dilema espantoso. O sufrir tres años de recortes severos y privatizaciones y
varias décadas de sometimiento y hundimiento, a cambio de financiación para la
subsistencia de los bancos; o establecer una política propia, de autogobierno
que implicaba desobedecer y que, podría generar, pero no necesariamente de
inmediato (lo que podría haber dado algo de tiempo para prepararse y esperar
cambios de gobierno favorables en otros países), una interrupción de los
programas europeos y un cortocircuito del BCE en la provisión de euros. Ese
segundo escenario, sin preparación –de la población, de las instituciones, de
los instrumentos para enfrentarse a él- habría sido catastrófico. Tsipras
asumió que no estaba preparado ni preparó lo que por su parte le correspondía.
Pero con preparación, con un plan B, podría haberse enfrentado, posiblemente
con grandes dificultades al comienzo –empobrecimiento relativo importante,
etc…-. Ese escenario podría haber conducido a Grecia a varias posibles
situaciones: convertirse en un país de la UE sin el euro, como cualquier otro
del Este-, o configurarse como una nueva Cuba en el continente. Pero habría
abierto el camino para otros gobiernos del cambio. El petróleo ya no está tan
caro, al menos por ahora. Se contaría con recursos adicionales (se dejaría de
pagar parte de la deuda y una reforma fiscal y la lucha contra el fraude lo
haría posible), y con una tasa sobre el turismo y otros bienes y servicios de
exportación, podrían acapararse euros para las transacciones exteriores. Grecia no podría conseguir un gran desarrollo
sola, pero habría realizado el primer paso necesario para que otros se sumasen
y articulasen. Grecia decidió no tomar ese paso, sufrirán el desgarro de que un
gobierno de izquierda ha de aplicar el programa de austeridad más severo de
Europa. Pero sigue habiendo alternativa, otros habrán de atreverse y, esperamos
que sí, si las fuerzas de izquierda en Grecia todavía gobiernan, esperamos
contar con ellas.
1 comentario:
Muy ilustrativo y bien documentado (por alguien que ha estado en el ajo). Una base muy sólida para orientar la acción... si no fuera porque le falta un pelín de perspectiva.
Estoy de acuerdo con todo lo que se dice, pero creo que falta algo muy relevante por decir, aunque entre líneas se puede entrever en algunos fragmentos: DENTRO DEL CAPITALISMO NO HAY SALIDA A LARGO PLAZO.
Los pueblos, las clases populares, la gente o como se le quiera llamar ("clase trabajadora" es el término técnico más adecuado, creo yo) debemos estar avisados de qué es lo que nos jugamos en el envite, y cuales serán las previsibles consecuencias si tuviéramos éxito en las primeras victorias tácticas, como ganar un Gobierno en el Reino de España para unas "fuerzas progresistas". Claramente, es a esto lo que Daniel se refiere aquí.
Para empezar, creo que estamos lejos de que se pueda producir ese escenario. Pero planteado como política ficción, estoy de acuerdo en que, como en Grecia, las disyuntivas se presentarían pronto, y serían parecidas.
También estoy de acuerdo en que el único camino sostenible para la clase trabajadora sería preparar alternativas, no de confrontación directa y explícita con el entramado burgués de explotación, digamos "el euro", sino de políticas de justicia, dignidad y futuro, aunque fueran "diminutas" como nacionalizaciones y reversión del desmantelamiento del estado del bienestar. También estoy de acuerdo en que hay que preparar los planes de contingencia SIEMPRE DEFENSIVOS (no somos nosotros quienes queremos cargárnoslo todo) incluyendo controles de cambios, sistema monetario alternativo.
Pero no solo esto.
Las masas deben comprender (porque se les explique desde los centros directivos, no porque deban tener una clarividencia imposible) que lo que se propone no es un juego de soluciones maravillosas e inmediatas, sino un camino de lucha contra el más poderoso enemigo posible: el capitalismo mundial. Ese camino es:
-el de mayores sufrimientos posible
-el de menos probabilidades de éxito posible
-el de un final menos predecible, porque hay que llevarlo HASTA EL FINAL, NO PODRÁ HABER UN PUNTO DE ACUERDO CORDIAL. Esto no es algo querido por nosotros, sino algo inevitable, y no por nuestra parte: ese enemigo no dará tregua, y no lo hará sencillamente porque le va la vida en ello: el capitalismo no puede sobrevivir a la democracia.
¿Por qué razón, entonces, iba nadie a seguirnos en este programa desastroso? Pues por la sencilla razón de que es el único viable y sostenible a medio y largo plazo, porque el capitalismo, con el rostro que le queramos (podamos) poner NO LO ES.
Pero es un camino tan duro e impredecible que no se puede llevar a nadie engañado: hay que explicarlo claramente y recabar adhesiones, y no reclutar incautos con falsos espejismos y cantos de sirenas.
Salud y gracias por el aporte, maestro
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