La revista Turismo y Desarrollo: revista de turismo responsable publica su número 12, en el que se incluye este artículo breve (págs. 4-7).
Daniel
Albarracín
Profesor
de Sociología del Trabajo UCM
Junio
de 2014
Los problemas estructurales de la economía
española siguen vigentes, y a los ejes de vinculación a la arquitectura del
sistema euro, al endeudamiento privado (y la conversión de la financiarización
empresarial a la deuda pública) se les añade la aplicación de políticas propias
de nuestro gobierno, marcadas por la austeridad y el adaptacionismo subalterno.
La inserción semiperiférica en la globalización no ha corregido su carácter
guiado por el beneficio y el productivismo y las crisis que causa. En este
contexto, el sector turístico español se ha acomodado a un esquema problemático.
Un sector turístico que, sin embargo, ha sido de los pocos que ha resistido a
la crisis, a decir verdad más bien por circunstancias ajenas que por méritos
propios.
Desde un punto de vista global, la superpotencia sectorial
turística que comporta algunas cadenas hoteleras españolas ha seguido un camino
de colonización. La escasa reinversión en la modernización de la oferta de
alojamientos en España ha gozado de la fortuna de, a pesar de ello, recibir una
gran afluencia turística. Mientras la demanda interna se deprimía, florecía un
turismo extranjero fruto de la derivación que ocasionaban conflictos políticos
en países competidores. El excedente obtenido se deriva a nuevos destinos bajo
un formato de inversión ligera cuyo
carácter se ha basado en los siguientes principios:
- No invertir directamente en nueva oferta, sino en adquirir parte de la preexistente. Algo que cuadraría en los esquemas de David Harvey bajo el término “acumulación por desposesión”, en los de Oscar Carpintero que denominaba a este fenómeno “capitalismo adquisitivo”.
- Abandonar propiedades y optar por el arrendamiento, con el propósito de no arriesgar capitales, derivar al riesgo a los gestores locales, y no asumir compromisos indeseados.
- Exportar la gestión del modelo de sol y playa en su formato depredador de territorios y de falta absoluta de respeto al entorno natural, su paisaje, las prácticas y economías locales y su paisanaje –como por ejemplo, con el formato de servicios “todo incluido”-.
- Emplear artificios societarios para difuminar la responsabilidad del accionariado en tanto que empleador, a tal punto de usar aquello de “que cada alojamiento aguante su vela” aún cuando se articulen marcas, líneas de gestión y comercialización comunes.
A este modelo de extensión empresarial se le viene
asociando un sistema de gestión flexible de la fuerza de trabajo que, sin duda,
conduce a un deterioro de las condiciones laborales y del modo de vida de las
personas que trabajan en este sector.
Si fijamos la atención en cómo se han venido
reconfigurando las relaciones laborales en el sector turístico en España, es
posible identificar algunas tendencias.
Es un sector que no ofrece proyectos profesionales
duraderos y bien pagados. Se caracteriza por la inestabilidad e intermitencia
de los empleos que sufren personas que, en su mayor parte, son mujeres (un
54%), (un 25-30%) extranjeras (las que primera suelen ser despedidas), en su
mayoría jóvenes. Se trata de empleos que no suelen facilitar ingresos que
proporcionen autonomía económica (o es un ingreso complementario para la
familia o es un ingreso puntual para los estudios o consumos episódicos).
A este respecto, el predominio de los formatos de
sol y playa en España, en torno al 75% de la oferta existente, no sólo es
sinónimo de estacionalidad sino que, debido a la propia gestión de la fuerza de
trabajo realizada por el empresariado, este fenómeno se ha acentuado. La
ausencia de políticas públicas –que implicarían recursos y una inversión
sostenida en el tiempo orientados con tal propósito- y el recurso a fórmulas de
contratación temporal, ha intensificado esta situación, más aún cuando las
empresas han decidido adaptarse a lo existente y concentrar su actividad en los
meses de mayor rendimiento. Es decir, los estivales. En el sector de alojamiento,
según datos de Llorenç Pou y Joaquín Alegre (UIB, 2014), la estacionalidad se
ha agudizado un 25% en los últimos cuatro años. En los meses de temporada baja
muchos establecimientos cierran, estancándose la oferta en los periodos de
invierno. Se le suma una gestión de la estacionalidad que no ha recurrido tanto
a la figura del contrato fijo-discontinuo como el recurso al contrato temporal
y el contrato a tiempo parcial. Se ha abierto la posibilidad de utilizar el
contrato de emprendedores, que no cuenta con indemnización durante el primer
año, porque se le considera periodo de prueba, y en el que se admiten jornadas
parciales. El contrato fijo discontinuo ha sido utilizado sólo de manera
reseñable en las Islas Baleares, representando en 2012, para el sector
hotelero, el 17,1% de los trabajadores durante el verano (Pou, Ll.; 2012), pero
en general ha predominado el uso del empleo temporal, muy por encima del resto
de sectores. Esto es, estamos en una actividad campeona en discontinuidad en el
empleo.
La hostelería es, tras el servicio doméstico, el
sector de la economía española peor pagado. Si la ganancia media en 2011 en un
empleo medio era de 22.899,35 euros anuales, en la hostelería se alcanzaba
14.234,54 euros. Si el coste laboral medio en España era de 30.906 euros
anuales en 2012, en la hostelería se alcanzaban apenas los 18.368 (Pou, Ll.;
2014). En suma, a la falta de inversiones en la modernización, diversificación
y adaptación sostenible de la oferta turística se le ha acompañado una estrategia
devaluativa en materia de responsabilidad empleadora y de proporción de
condiciones dignas de trabajo, una clara línea de devaluación salarial clásica.
Estrategia que no esquivará problemas conocidos desde hace tiempo, que se
manifestarán una vez algunos conflictos en países comparables al nuestro se
despejen, tales como:
- La saturación de nuestro territorio en términos de mercado y en términos de devastación del medio natural.
- La falta de diversidad de formatos de oferta.
- El escaso mantenimiento y actualización de los edificios hoteleros.
- El deterioro de las condiciones de profesionalidad media de la fuerza laboral y el bajo compromiso al que conduce no poder desarrollar una carrera laboral duradera dentro del sector.
Esta situación puede empeorar drásticamente debido
a la nueva arquitectura de la negociación colectiva impuesta desde la reforma
laboral de 2012, que ya tenía sus primeros elementos puestos en pie desde antes,
y que propulsa la regulación laboral hacia un modelo cada vez más próximo al del
mundo anglosajón. La primacía de los convenios de empresa (en un ecosistema
donde los hoteles recurren al convenio sectorial-provincial dentro del mismo
grupo, o bien disocian los CIF de cada hotel aún cuando pertenezcan al mismo
grupo para conseguir una amplia heterogeneidad de condiciones salariales) sobre
los de sector amenazan de muerte el peso de acuerdos (ALEH) y convenios
sectoriales. Pueden florecer negociaciones oportunistas empresa por empresa,
debilitando los acuerdos colectivos y la presencia de sindicatos con
estrategias de clase (a favor de sindicatos de empresa, bien amarillos bien
corporativos, u otros que recurran a una conflictividad desordenada). Aún
cuando en el sector hostelero se ha conseguido introducir cláusulas para
conservar la ultraactividad de los convenios eso no ha impedido que a veces se
haya tenido que recurrir a cierta transacción de devaluación salarial (entre
2010 y 2012 los salarios reales del sector hostelero, a pesar de ser muy bajos,
perdieron poder adquisitivo) para conseguir el desbloqueo patronal de los
convenios y la inclusión de redactados que permitiesen el no decaimiento de
esta fuente fundamental de derecho laboral.
Entre las prácticas de aprovechamiento de la
regulación flexible que admite el derecho mercantil de cara a establecer
diseños laxos en la configuración societaria de los grupos de empresa, destaca
recientemente el recurso a la externalización. Esta práctica ya era aplicada
desde hace tiempo pero ahora irrumpe con especial peligro dado el colectivo al
que se va a afectar. En torno a uno de cada tres personas empleadas en el
sector alojativo son camareras de piso, susceptibles de ser empleadas por
empresas multiservicios que se acogen a convenios con un coste laboral un 50%
menor al que se garantiza en el sector hostelero. Sin duda alguna, asistimos a
una oleada de externalizaciones y devaluaciones salariales bajo este cauce que
puede dejar tiritando el alcance de los convenios que regían hasta hace poco en
el sector turístico.
Estas circunstancias (muy bajos ingresos,
externalización, parcialidad y temporalidad –nueve puntos por encima de la
media- en el empleo) harán blanco en las condiciones laborales de muchas
mujeres que, si consiguen mantener su empleo, no podrán aportar más que un
complemento a la economía familiar, insuficiente para tener autonomía personal,
y que, en el caso de que se encuentren solas (o peor aún, con responsabilidades
de crianza) pueden caer en la pobreza, aún cuando sigan trabajando (el fenómeno
de las “working poor”), acentuando la feminización de la pobreza. La juventud
no valorará este sector más que de forma transicional y en cuanto obtenga algo
mejor lo abandonará, a sabiendas de que el turismo como sector profesional casa
muy mal con la emancipación y un proyecto vital coherente.
Mientras tanto este sector, guiado por una inercia
terrible, choca contra los límites del planeta, dejando nuestras costas y
territorios agotados, saturados. El turismo de masas sin regulación, límite ni
orden, donde la construcción excesiva ha dejado buena parte del litoral español
devastado, donde se sigue recurriendo a la provisión en los mercados globales
de bienes que podrían conseguirse en términos sostenibles a escala local, y
donde los edificios no incluyen elementos de sostenibilidad fundamentales en
muchos casos, es quizá la mejor prueba de que se está matando la gallina de los
huevos de oro.
Bibliografía
Alegre, J. y Pou, Ll. (2014) “Turismo y crisis
económica”. Mimeografiado. Citado en el Diario de Mallorca por Guijarro, F.
(26/05/14) “Salarios a la mitad con la externalización” y en “El alza de la
riqueza turística va en un 97% a las empresas y en un 3% a los empleados”.
Llorenç, P. (2012) “Turismo y empleo: una mirada
realista” en Journal of Public Policies and Territories. Nº3, 2012, pp. 33-44.
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