La Fundación 1 de mayo ha abierto un foro de debate entre economistas, dinamizado por Bruno Estrada. Uno de los debates recientes que se planteó, justo antes de los acuerdos de mediados de Noviembre sobre la materia, era la cuestión de la Unión Bancaria. El presente artículo es un comentario del autor de este blog sobre lo que puede implicar dicha Unión Bancaria. Posteriormente se conoce el alcance del acuerdo, aunque también hay numerosos claroscuros al no haberse perfilado más que las líneas maestras.
Una versión revisada con nuevos datos sobre las implicaciones sobre el sistema bancario alemán ha sido publicado en Sin Permiso aquí. El siguiente artículo fue publicado, sin incluir dichas referencias, en eldiario.es.
Una versión revisada con nuevos datos sobre las implicaciones sobre el sistema bancario alemán ha sido publicado en Sin Permiso aquí. El siguiente artículo fue publicado, sin incluir dichas referencias, en eldiario.es.
Con una mirada superficial a indicadores tan
manidos como la prima de riesgo podríamos decir que el efecto anuncio de
ciertas políticas –la promesa del BCE de intervenir en los mercados
secundarios de la deuda- ha surtido efecto para amainar la tempestad.
Pero debido a la arquitectura de la UE se profundizará la tragedia,
especialmente para la periferia y el conjunto de la clase trabajadora
europea. Pero no son estas las preocupaciones de la burocracia de
Bruselas, siempre atenta a los lobbies de presión industriales y
financieros. La suya no es otra que tratar de conseguir estabilizar el
sistema financiero privado en un contexto de zozobra que pone mismamente
en entredicho el sistema euro.
Es por esto que
un equipo coordinado por Van Rompuy ha pergeñado un plan. Un plan
impensable hace pocos años, pero, aún así insuficiente ante la
envergadura del monstruo. Más allá de una unión fiscal, también
insuficiente, o la persecución de una economía más competitiva (basada
en el ajuste social y laboral permanente), o una indefinida (e
inverosímil, dadas las lecciones de la historia reciente) profundización
democrática, la unión bancaria es la propuesta estrella de la Comisión.
La
Unión Bancaria aspira a tratar de desligar el riesgo bancario del
riesgo de la deuda soberana y lograr una mayor integración y
estabilidad del sistema financiero. Se pretende configurar un fondo
común europeo de resolución bancaria con el objeto de recapitalizar
bancos y garantizar sus depósitos. La crisis global, agudizada en el
caso europeo por el diseño del sistema euro (arquitectura fundada en
diversos tratados de estabilidad, presupuesto público irrisorio,
ausencia de transferencias de rentas internas, libertad plena de
movimiento de capitales, objetivos y gestión del BCE y las consecuencias
de esta unión monetaria), repercute en todos los órdenes económicos y
sociales. Pero lo único que les preocupa es blindar los privilegios de
la banca privada, ansiosa de aliviar sus maltrechos ratios de solvencia y
aprovechar las condiciones para la mayor concentración bancaria de la
historia. Son conscientes de que el sistema bancario está en grave
peligro, que los bancos centrales nacionales son incapaces de responder a
crisis bancarias particulares, y que una supervisión bancaria única a
escala europea puede dar respuesta. Hasta la fecha, se está respondiendo
con procesos de conversión masiva de endeudamiento financiero privado
en deuda pública, vía desfiscalización de las rentas del capital
–fraude, paraísos fiscales, fugas de capitales y bajos tipos
impositivos- y vía rescates bancarios sucesivos (el equivalente al 13%
del PIB entre 2008 y 2011 en Europa). La deuda soberana de algunos
países ya resulta muy elevada debido a esta operación, y, con la
constitucionalización de la prioridad para los Estados del pago de la
deuda, asistimos al mayor desguace de los sistemas públicos de bienestar
que se ha conocido.
Pero siendo este esquema
de unión bancaria capaz de abordar focos de crisis bancaria, empleando
al tiempo fondos privados y, con gran probabilidad, sobre todo del MEDE
–y por tanto con aportaciones públicas en función del peso de cada
economía nacional-, abordar así la crisis bancaria, de naturaleza
sistémica, entraña un riesgo civilizatorio.
La
monumental tensión causada por la dictadura de los acreedores –que
paradójicamente son el grupo más apalancado de todos- conlleva el
sometimiento de las clases populares europeas. El grado de endeudamiento
y la pérdida de soberanía económica de las sociedades periféricas
anticipan un escenario muy regresivo para las clases populares. Esa
pérdida de soberanía tiene dos vectores: la supervisión de los
presupuestos nacionales para los países “incumplidores” y el Mecanismo
Único de Supervisión del futuro BCE (los fondos sólo se aportarán a cada
Estado en función de la cesión de su soberanía en la regulación
bancaria) condenaría cualquier alternativa. Por supuesto, del diseño y
aplicación concreta del MUS, aún por definir, depende el futuro rescate a
la deuda soberana de España e Irlanda.
En
suma, la unión bancaria puede, transitoriamente abordar crisis
particulares del sistema bancario, pero no será capaz de atajar la
contradicción principal –la asimetría y envergadura de la crisis de las
deudas-, y, por otro lado, contiene un proyecto autoritario liderado por
el capital rentista, a riesgo de empujar al abismo a las clases
populares a décadas de retroceso material y falta de libertades.
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