Daniel Albarracín
20-10-11
Algunas reflexiones sobre la condición humana y la política:
Sobre el miedo
Posiblemente el miedo sea el sentimiento más extendido hoy día. Hay un miedo instintivo, el del susto o retraimiento ante un posible daño inmediato. Este es inevitable, e incluso saludable, porque nos hace reaccionar y protegernos. Pero hay un miedo que condiciona mucho más: el miedo al miedo.
El miedo a quedarse sólo, a quedarse desplazado, a quedarse sin empleo. Un miedo a perder algo material o ... un vínculo social. Ese miedo es cómplice de la muerte, porque detrás de él se esconde al compartir un rasgo con ella: la parálisis.
Se trata de un sentimiento que nos agarrota para intentar conservar lo que tenemos, como si haciéndonos más rígidos pueda servir de gran cosa en medio de problemas que son estructurales. Es el miedo que el Poder nos mete cotidianamente. Los poderosos se aprovechan de nuestra fragilidad, aislamiento o ignorancia para dominarnos.
Muchas cosas las ignoramos, a veces nos sentimos sólos y no siempre somos fuertes. Todos sentimos miedo, incluso pánico alguna vez. ¿Qué remedio hay contra el miedo al miedo?. Pues combatir al poder.
Pero, ¿cómo, si sómos vulnerables?. Pues confiando en que abriendo la mano a otras personas (con cariño a las cercanas, con solidaridad también a las desconocidas); dejar conmover nuestra inquietud y tratar de comprender mejor la realidad, buscando y contrastando más fuentes de conocimiento e información; poner la imaginación y la inteligencia a funcionar, y tratar de cooperar... Pero sobre todo, con la perspectiva de combatir al Poder.
¿Puede la técnica sustituir a la política?.
Dice el que no educa su mirada política: "Si yo quiero una casa, necesito un arquitecto, no un político". Pero al vivir en una ciudad que se comparte, en la que se aspira a convivir, hay que articular las necesidades de todas las personas, estudiar los recursos disponibles, decidir prioridades y objetivos y plantear un modelo urbano que responda técnicamente a ese objetivo.
El político necesita al técnico como el marinero al barco. Pero el barco sin capitán (o capitanes), brújulas ni mapas, no va a ningún sitio. Gran parte de los objetivos y prioridades que nos imponen día a día son los de la rentabilidad y del negocio privado.
Entonces, si lo acepta como dado, el tecnócrata está poniendo el barco que construye al servicio del poderoso y de una minoría privllegiada.
Aquí es preciso afirmar, lo cual es un asunto diferente, que los políticos sean una casta. La profesionalización de la política es otra lacra. Para que la sociedad sea democrática lo fundamental es socializar la política, así como desprofesionalizarla radicalmente, no eliminarla.
El que carece de mirada política, no se pregunta cara a la solución, ¿por qué, para quién?. El cómo siempre depende de los objetivos. Sólo la política se pregunta sobre las prioridades, los objetivos sociales, la forma de alcanzar acuerdos, o abordar un conflicto. Hay que conquistar el terreno de la política. Disputar el poder. Pero ello hay que arrebatar los barcos, y surcar caminos aún por construir.
Sobre el egoismo humano
La mayoría de la gente afirma "el egoismo es ideosincrásico a lo humano". Esa es sólo una verdad superficial e incompleta. Todas las verdades a medias son las mentiras más peligrosas.
El egocentrismo es una condición primaria de la persona, propia de su fase de inmadurez, un instinto de supervivencia apropiado en los niños, para protegerse, llamar la atención y reclamar sus necesidades. Pero el ser humano es fundamentalmente un ser social y, en general, cooperativo y solidario. Nuestra vida cotidiana es un sin fin de microactos de colaboración.
No obstante, sólo (cierta) sociabilidad permite desarrollar, mediante (cierta) educación, cultura, normas y contextos, las virtudes, la condición secundaria del desarrollo del carácter, esas prácticas e inclinaciones solidarias. Para ello es preciso varias cosas:
a) reconocer nuestra condición primaria (de la que surgen los celos, las envidias, el narcisismo, el egoismo, o la agresividad) que forma parte de nosotros. Todas ellas cumplen un papel en contextos concretos: en la infancia o en situaciones de escasez, para sobrevivir. Pero, la mayoría de los contextos no son de escasez ni requieren rivalidad, aunque bien es verdad que muchas veces el capital nos empuje a competir. Pero son sus reglas, y estas se pueden cambiar.
b) Educarnos para que lo primario se oriente hacia conductas de convivencia, motivadoras y constructivas. Los celos, como orientación a la posesión, debe reconducirse para aprender a cuidar lo que queremos; reorientar la envidia en admiración y capacitarnos para mejorar día a día con los ejemplos que nos brindan otros; el narcisismo reconducirlo para simplemente querernos a nosotros mismos sabiendo que en ese nosotros están los demás; el egoismo para fortalecer la dignidad de luchar por lo justo para todos, mirando más allá de nuestro ombligo; y la agresividad manejarla con prudencia para no dejarse pisar por aquellos que abusan.
c) Hay que instar a civilizar nuestros instintos primarios y madurar, afirmando nuestra condición secundaria. El ser humano no es mero instinto. El propósito ha de ser el de madurar todas las virtudes humanas y sociales que nos hagan desarrollarnos como personas, como seres sociales cooperativos, que emplean su capacidad de aprendizaje y de reflexión, de amistad, de amor, y de solidaridad. Reconociendo que nuestras condiciones de vida son compartidas y que nuestro camino y destino es común al de otras personas. Esto es, potenciar nuestra condición secundaria como seres humanos.
Sobre la desconfianza y el "cómo va lo mío".
Muchas personas nos dicen: "no te puedes fiar de nadie", "todo el mundo se mueve por su propio interés". Fijaos en la espiral perversa que supone aceptar todo esto, la profecía autocumplida que causa. Si lo asumes y te lo crees, aunque seas solidario al final te comportarás como los demás. Porque si eres solidario y nadie se fia de nadie y todo el mundo va a lo suyo, ser solidario es de idiotas.
...Sin embargo, el estereotipo es sencillamente falso. Se funda en el desconocimiento, fuente de la desconfianza. Todo el mundo es solidario, el problema es el margen con que lo despliega. Unos para su familia, otros para su grupo profesional, otros con su departamento, etc... El problema es que mucha gente es solidaria a medias, y cerca su radio de acción. Otro, además, es que resulta habitual la sumisión con el poderoso (que domina, pero al que le admiran, para soslayar que se le teme).
Romper esta espiral se inicia con un primer gesto, seguido del siguiente. Abriendo otra espiral. ¿Por qué no lo pruebas?. Las consecuencias, una vez se extiende y se habitúa uno, son sencillamente maravillosas.
¡Confía (sin ingenuidad), defiende la solidaridad universal (contra los privilegios particulares)!.
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