BIBIANA MEDIALDEA
La irrupción del movimiento 15-M revela cambios profundos en los cauces de expresión del conflicto social. Miles de personas indignadas han tomado en sus propias manos su futuro. Desean participar y hacer oír su voz directamente. Tras el 15-M, los cambios necesarios pueden hacerse realidad. Y no será fácil. Uno de los carteles de Sol lo expresaba con claridad: “No vamos despacio, es que vamos muy lejos”.
Ya han pasado muchas cosas. Para empezar, se han verbalizado y puesto en común los verdaderos problemas de la población. Se han organizado, desde cero, asambleas y discusiones de miles de personas. Las asambleas, así como todo lo relacionado con la logística y mística de la acampada –sin la cual, nunca lo olvidemos, nada de esto hubiera sido posible– han acaparado la mayor parte de la atención mediática. Pero, simultáneamente, se desarrolló, de una forma menos visible, una labor profunda con la vista puesta en el día después. Los grupos de trabajo y las comisiones comenzaron a construir los cimientos (las propuestas y la vertebración) del movimiento nacido el 15-M.
Desde el primer momento, la indignación que empezaba a ponerse en pie reconocía en el código genético de su irritación cuestiones que iban más allá del ámbito puramente institucional. La exigencia de “democracia real” no se ha limitado a la reforma de la Ley Electoral. La pancarta desplegada en Sol al final de la manifestación sintetizó la voluntad colectiva, su dimensión social y su talante insumiso: “Vuestra crisis no la pagamos”. El grupo de trabajo de economía dio forma a esa demanda. El resultado son unas propuestas que no constituyen un programa sistemático acabado. Pero son alternativas factibles, sensatas y fundamentadas que van al fondo de los principales problemas y que catalizarán el debate social. Pueden consultarse ya http://madrid.tomalaplaza.net/2011/06/06/propuestas-abiertas-de-la-comision-de-economia-sol/
La idea de que son los responsables de la crisis, y no la gente de a pie, los que han de asumir responsabilidades y pagar sus costes, es un sustrato definitorio del 15-M, que considera inaceptable que quienes se han enriquecido con el modelo económico que ha llevado al abismo estén ahora obteniendo más beneficios que nunca; nutriéndose, en una vuelta de tuerca inmoral, de una gestión de la crisis que también les beneficia. La última reforma laboral, así como la de las pensiones –que en esencia comportan precarizar las condiciones de empleo y alargar la vida laboral–, se han identificado por el 15-M como mecanismos para cargar sobre trabajadores y trabajadoras la factura de un festín ajeno. Por ello, se propone trabajar por la derogación de estas reformas y exigir a tal efecto la celebración de un referéndum vinculante sobre ellas. Con esto se generaría una nueva forma de (auto) gobierno: las decisiones fundamentales para las vidas de las personas en sociedad no deben tomarse sin consulta colectiva. Por ello, también se plantea la convocatoria de referéndum vinculante ante las opciones de un eventual rescate bancario o cualquier medida de recorte impuesta por organismos internacionales. Ejercer la democracia directa es posible: el pasado 6 de junio, los eslovenos rechazaron por referéndum alargar su vida laboral a los 65 años. ¿Por qué no aquí?
Ante el acoso bancario por impago de las hipotecas, la dación en pago aparece como una respuesta inmediata, aunque queda por solventar cómo vincular esta opción con la creación de un parque de vivienda público a partir del cual pueda generalizarse el alquiler social. Parece evidente que, tras la pérdida de la casa, el banco no puede seguir haciendo valer una deuda, que en buena lógica debería quedar saldada con la entrega del bien que se adquirió con la cantidad adeudada. Pero en ningún caso es aceptable que una familia con dificultades económicas como resultado de optar por la dación en pago se quede en la calle, por lo que es necesario un sistema público que asegure un alquiler social.
El empleo está en el centro de preocupaciones del 15-M. El reparto del empleo existente, tanto mediante la reducción generalizada de la jornada como de la vida laboral, aparece como la alternativa más razonable. Además de un mejor reparto de la riqueza y del empleo, esta medida abre la posibilidad real de distribuir entre hombres y mujeres de forma más equitativa todo el trabajo que se realiza en el ámbito privado (trabajo doméstico y de cuidados). También es necesario reparar en los repetidos casos de empresas que despiden a parte de su plantilla a pesar de estar obteniendo beneficios; por lo que, en primer lugar, debe prohibirse que tal maniobra se subvencione con dinero público. Con las informaciones sobre Telefónica en la prensa, lo lógico es abogar por la prohibición de Expedientes de Regulación de Empleo en empresas con beneficios.
Buena parte de las propuestas precisan de buenas dosis de dinero. Por ello es necesario, frente al dogma privatizador, volver a poner en el centro de las soluciones la necesidad de una banca pública. Y frente al principio neoliberal de la minimización de los ingresos fiscales, poner en evidencia la necesidad que el Estado recaude recursos suficientes mediante un sistema impositivo basado en la progresividad, a la vez que se emprende una lucha decidida y eficaz contra el fraude y los paraísos fiscales.
Desde el 15-M han pasado muchas cosas. Y seguirán pasando.
Bibiana Medialdea es miembro de la Comisión de Economía de la Acampada de Sol. Profesora de Economía Aplicada (UVA)
Ilustración de Iker Ayestaran
No hay comentarios:
Publicar un comentario