1 de Abril de 2011
Daniel Albarracín
A nivel mundial, Europa ya no es lo que fue ni lo que parecía... La UE se enfrenta, ante la crisis y las políticas que la enfrentan, a una prolongada y enorme degradación de las condiciones de vida de los y las trabajadoras y a una supeditación histórica de la razón de existir sindical a los actores del capital. Las razones principales son diversas: su política monetaria, la orientación del Pacto del Euro y su concepción de la competitividad, su modelo de gobernanza económica, por el diseño y repercusión en caso de rescate financiero y por las exigencias que comporta, por la construcción de un mercado sin Estado europeo -ni social ni asocial-, porque no se establecen políticas solidarias de reactivación económica, de cohesión social o de integración regional suficientes, y porque se sigue en la tesitura de la desregulación. Desde tiempo atrás se observan las nefastas consecuencias que ya están sufriendo las semiperiferias europeas (del Este, del Sur, y del Oeste) y la clase trabajadora continental. Además todo esto se consagra encorsetando cualquier discrepancia, si no imposibilitándola, con los contenidos del Pacto del Euro.
Es preciso hablar del diseño de la UE y de su orientación. Si el Pacto del Euro se lleva a efecto, los partidos políticos se verán sujetos al entramado institucional de la UE tiempo atrás consolidado y sólo podrán enfrentar su gestión, y difícilmente su reforma. Todo el arco político, y naturalmente también la izquierda institucional, los partidos socialiberales, socialdemócratas y verdes están presos, pues no se han desprendido del compromiso con Tratados y políticas de la UE que son precisamente el problema, al encorsetar la política económica y, por ende, la social y la laboral, bajo parámetros neoliberales (aunque luego pretendan incorporar matices compasivos). Y con ello, apresan a las clases populares europeas.
Las tendencias en Europa hacia la conformación de gobiernos de derechas y de ultraderecha son bastante claras, aún cuando pueda haber repuntes de partidos con contenidos ecologistas, como en Alemania. Entre la población hay un espíritu de conservar el nivel de vida hasta hace unos años conseguidos. Aunque poco a poco se van a despedazar, posiblemente se siga despertando recelo al cambio (porque hay aún mucho por conservar). Puede que crezca especialmente el odio al inmigrante, al discrepante y al diferente. Especialmente cuando la izquierda institucional no es capaz de armar una estrategia de transformación del sistema sino que se ampara en defender los viejos derechos que precisamente dependen del sistema y que este, en la actual fase, está abocado a erosionar. Y es que defender los derechos sin criticar ese sistema es contradictorio. También porque la izquierda no es capaz de organizar solidariamente a las mayorías, ni ganar su respeto, y, en este contexto, cada cual va a lo suyo, y “lo suyo” siempre es conservador.
Sin cuestionar los contenidos que históricamente han definido a la UE, como son el conjunto de Tratados que la han orientado y que marcan su impronta (Maastricht, Lisboa, etc...), confundiríamos defensa de la UE con europeismo, y europeismo con una Europa social y solidaria, porque no todos estos términos son equivalentes.
Con el Pacto del Euro, se va más lejos, pues se consagra constitucionalmente que cualquier política global de izquierdas sería prácticamente ilegal, más allá de invadir competencias que no le corresponden (y que al hacerlo como lo hacen, hacen imposible una política progresista también incluso en política fiscal, de gasto y de regulación laboral).
El Pacto del Euro exige, intensifica y consagra en forma constitucional o tratado equivalente los contenidos del Tratado de Lisboa, el espíritu del Pacto de Estabilidad y la orientación de la gobernanza económica reclamada por los principales gobiernos de los países centrales. E injiere en materia de política económica. Hasta incluso el propio diseño de la negociación colectiva y contenidos sensibles de la misma (salarios, entre otros). Al igual que presiona para desustancializar los sistemas de seguridad social. ¿De verdad se piensa que es posible hacer políticas de izquierda con tamaños lastres?. ¿No creeis además que se corre el riesgo de que te amenacen de ilegal si planteas cualquier otra cosa que no sea austeridad y quebrar el espinazo de los derechos sindicales, laborales y sociales?.
El europeismo internacionalista y solidario es algo completamente opuesto a lo que puede brindar esta UE. De hecho la UE asegura justo lo contrario (los privilegios, aunque sean con jerarquías internas, de las diferentes burguesías nacionales).
En este contexto, no resulta suficiente una política keynesiana para una superación de la crisis capitalista. No basta con permitir un mayor presupuesto público y una política monetaria proclive al empleo para enfrentar los retos que esta crisis nos presenta. De ser así concederíamos al diagnóstico keynesiano de la crisis financiera una credibilidad que se ha mostrado incapaz para dar cuenta de la naturaleza compleja y profunda de esta crisis. Las causas de esta no obedecen, aunque se hayan desencadenado por y hayan adoptado la forma financiera, sólo a una desregulación y una exuberancia de los mercados financieros, sino que enraíza con las contradicciones del sistema de acumulación -inversión/rentabilidad-. En lo que concierne al vigente modelo de Europa, porque empuja a situaciones de disparidad, profunda desigualdad y subordinación a los países semiperiféricos y, en general, a las clases trabajadoras europeas frente a las elites. Élites que no son sólo los especuladores, que no son sólo financieras, sino también industriales y transnacionales del continente (no hay capitalistas buenos y malos, sino una única relación capitalista).
No obstante, aunque las políticas contracíclicas no eviten las crisis periódicas, sí alivian sus repercusiones. De modo que es importante dejar margen de maniobra a la política económica para combatir las recesiones. ¿Aceptar el 3%?, ¿y por qué no el 1% o el 6%?. Lo que sí es seguro es una política de austeridad de la inversión pública en medio de una crisis profundiza la recesión. El planteamiento de la UE de ligar el gasto público al crecimiento del PIB es procíclico y, en este contexto, recesivo.
Siendo razonable que las cuentas públicas estén saneadas (financiarse con deuda es pernicioso por el pago de intereses que detraen recursos públicos a largo plazo, sobre todo porque es mucho mejor financiarse con impuestos -progresivos y directos-) lo único razonable sería admitir, si acaso, un compromiso de que, si se alcanza un déficit y deuda públicos determinados en un periodo de crisis, se debería exigir un esfuerzo, en un periodo equivalente, de compensación con superávits en periodos de auge.
No es suficiente apuntar a los especuladores como responsables de la situación. La especulación es un síntoma, y que las causas tienen que ver con el diseño de la UE y de los gobernantes que la permiten y alientan. Como ejemplo, las últimas reformas en relación a la Directiva sobre Fondos de inversión alternativos (Dª GFIA, o en inglés Alternative Investment Fund Managers Directive, que regularía entre otros los private equity y las compras apalancadas, tal y como informa la UITA) que entraría en vigor en 2013, ya de un carácter extraordinariamente tímido (no establece límites al apalancamiento), ni siquiera admite reforma hasta 2017. ¿No queda un poco tardía y maniatada la respuesta a este tipo de prácticas que seguirán campando a sus anchas, ahora sí con la única obligación de comunicar lo que hacen?. Un cambio de gobiernos obligatoriamente debe desobedecer lo establecido y modificarlo, si es que se quieren llamar progresistas.
Es más, la especulación forma parte connatural al sistema económico, porque ¿acaso es irracional en un entorno capitalista invertir, en aras de buscar la mayor rentabilidad?. ¿Lo ha sido al invertir en el sector inmobiliario o endeudarse hasta las cejas en el ámbito privado (sobre todo empresarial) y desarrollar sectores hasta la sobreproducción? ¿Más aún cuando hay una desregulación financiera proverbial y una política monetaria irresponsablemente expansiva, sobre todo porque el tipo de interés lo impone el BCE respondiendo a los intereses de Alemania, pero no a entornos de mayor inflación como los de países periféricos?. ¿Acaso ahora el problema del corsé del crédito, tras aquellos barros, no es precisamente las malas expectativas que la situación de sobreproducción y consiguiente baja rentabilidad ocasionan? Entonces es una crisis financiera, sí, ¿pero no también de sobreproducción y, subsiguientemente, de demanda?. Todo esto es racional, y el problema no es que sea irracional, sino la racionalidad (capitalista) que la empuja, y que choca con las necesidades sociales y cualquier sentido de la equidad y la sostenibilidad.
Para avanzar en una Europa social debemos replantearnos qué tipo de modelo económico define a la UE, porque la financiación y envergadura de todo lo social depende de la política económica. De otro modo seguirán con nosotros estos tenebrosos tiempos de retroceso social y laboral, y desde luego el mundo sindical se quedará tras esto como mero convidado de piedra si no actúa con audacia y mirando de cara a los conflictos y agresiones que tiene delante.
Es preciso apelar al movimiento obrero europeo, pero también a que los gobiernos, al menos algunos, dejen de obedecer este chantaje histórico del capital (impaciente y perseverante), y no acatar en modo alguno su orientación. Estamos enfrente de un proceso de tiranía económica del orden constituido de la UE, en la que el término neoliberal se queda corto, porque frente a las libertades de todos, sólo defiende el libertinaje y el abuso de unos pocos sin considerar a nada ni nadie más. En este momento, se pone en juego es la posibilidad legal de alguna política de izquierdas.
Es completamente imprescindible una posición intransigente con algo que, como el Pacto del Euro, supone una concreción definitiva de una alianza burguesa en Europa en contra (aunque con grados diferenciados) de todas las clases subordinadas del continente y de políticas favorables a las mismas. Posición intransigente que clame desde el movimiento obrero europeo organizado a tantos gobiernos como sea posible a desobedecer, no desde la irresponsabilidad, sino desde la definición de un camino concreto para hacerlo y que podría consistir en:
- Impulsar una alianza supranacional, impulsada popularmente y en especial por el movimiento obrero internacional organizado, y definir una cooperación económica y de intercambio en materia de política económica.
- Campaña entre la ciudadanía a favor de una salida progresista a la crisis y concienciación de posibles agresiones externas para poder encajar y superar las mismas.
- Avance en una reforma fiscal progresiva y una política de inversión en áreas de utilidad socioeconómica (cambio modelo energético, políticas sociales, creación de empleos socialmente útiles, etc...).
- Desarrollar políticas de regulación financiera. Recuperación de la banca pública.
- Establecer una política de reestructuración de la deuda graduando la quita a los acreedores en función de su grado de abuso y de las circunstancias de vulnerabilidad y de devolución de los endeudados.
- Desarrollar mecanismos de control de fuga de capitales ante posibles eventualidades (ataques de mercados financieros, eventual expulsión del euro por parte de Bruselas).
- Establecimiento de protocolos de constitución de nuevos instrumentos monetarios y financieros supranacionales, en una orientación de configuración de un área económica de amplitud y envergadura suficiente en el concierto internacional.
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