Daniel Albarracín 20-12-10
Me gustaría comentar el artículo anterior ("El BCE vs Reserva Federal") de Pedro Montes, con el que estoy fundamentalmente de acuerdo, aunque hay cuestiones a valorar sobre el tema, y con algunas dudas. Esto nos conduce a escudriñar las diferentes opciones que se barajan para la política económica de la UE ante la crisis de la deuda.
Estoy en contra del castigo de los mercados financieros como fórmula. Ésta está detrás de la política de "reestructuración ordenada de la deuda" que plantea Alemania, porque, con esto sólo se deriva al futuro, e incrementada, la deuda de un país insolvente, porque a ese país se le somete a unas políticas de ajuste durísimas, y porqué en la práctica, como digo, supone que el riesgo de "reestructuración" supone invitar a los mercados a incrementar la prima de riesgo sobre la deuda de ese país.
También estoy en contra de los rescates de la UE (BCE+FMI en su caso), que parece la opción planteada finalmente por la UE, porque seguramente el destino de las ayudas sería convertir en la práctica deuda privada por pública, porque no es seguro del destino de sus usos (en Grecia, armamento, en otros países rescates a la banca, tal y como viene señalando Juan Torres), y porque seguramente supondrá, gobernanza mediante, un control ex-ante de los presupuestos públicos, y la pérdida de la más mínima soberanía de los Estados-Nación, al igual que seguir profundizando el ajuste.
En el artículo de Montes se advierten los problemas, planteado por países europeos mediterráneos, algunos sindicatos latinos, y parte de la izquierda, consistente en la emisión de eurobonos: monetización del déficit, dificultad de encontrar un criterio de reparto de la compra de deuda pública de diferentes países con situaciones diferenciadas de carga de deuda pública, situación diferencial del peso del sector público en la economía de los países, averiguar cuál es la aportación de cada país para soportar el peso de la emisión de eurobonos, etc... Sin olvidar, que, como bien sugieres, el problema de la deuda se inflaría hacia el futuro, sin resolverse hacia el presente.
Dichos problemas de emisión de eurobonos, que deriva y esconde el problema pero no lo resuelve, esquiva la solución principal: que para afrontar cualquier problema de déficit la prioridad es el establecimiento de ingresos fiscales (progresivos) que reestablezca el equilibrio, y que con los recursos públicos europeos se apueste por la inversión solidaria, con efectos multiplicadores, que genere empleo. Eso supone, que la UE no puede seguir con un presupuesto tan irrisoria, y sin una armonización fiscal, creciente y progresiva, entre otras cosas.
No obstante, según conversaciones con buenos compañeros y analistas la emisión de eurobonos no siempre y en todo caso tienen porque ser una mala solución (transitoria) si se encuentran criterios de reparto solidario de la carga y de la posibilidad de conversión de deuda nacional por europea. Las ventajas de la emisión de eurobonos hay que contemplarlas: que la prima de riesgo de la deuda soberana no mantenga diferenciales tan altos, y que precisamente la búsqueda de criterios de actuación cooperadora de la emisión de deuda soberana supone un estímulo para una mayor unificación de la política económica (no mercadista) en la UE. Otra cosa es que no nos creamos en el actual contexto que los criterios que se puedan alcanzar sean satisfactorios. Yo diría más bien sobre la emisión de eurobonos que la cuestión no es tanto su emisión, sino el diseño que comporte y la orientación que tenga detrás. Y que, por otro lado, el problema es que no es solución, porque aún con este paréntesis y tiempo muerto para darnos un respiro, no se habrá resuelto la orientación de la política económica inaugurada en el Tratado de Maastricht.
Sea como fuere, y ante las escasas expectativas de un diseño progresista que reforme la UE, o que plantee una fórmula aceptable de emisión de eurobonos, insisto que cobra más actualidad si cabe una opción de salida concertada del euro por parte de aquellos países perjudicados por el modelo de la UE y su política monetaria y mercadista. Se trataría de proponer la conformación de un área económica supranacional con todos los países que quisieran sumarse con políticas de armonización fiscal, construcción de un Estado del Bienestar, una inversión propulsora de la economía, un desconocimiento, al menos parcial, de la deuda, y una política de cooperación, que pueda suponer contar con una moneda diferente para el nuevo área. Ni que decir tiene que eso tendrá consecuencias difíciles, como el ataque de los mercados financieros, pero al menos se podrá actuar de manera desembarazada del corsé político de la UE, tan escorado al neoliberalismo y a los intereses de los países centrales, y disponiendo de una política económica soberana y con margen de maniobra para enfrentar la situación. Esta claro que no es muy viable una salida nacional, sino que debe ser tan internacionalista como sea posible.
De todas maneras, el futuro no va a ser fácil, ni las soluciones serán sencillas. Pero lo que está claro es que la salida debe ser política, o no habrá salida alguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario