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Para un diálogo con Raúl Sánchez Cedillo en torno a su libro Lo absoluto de la democracia

26/04/2022. Este material sirvió de base para mi intervención en la charla celebrada en la Universidad Pablo de Olavide el pasado 26 de Abril de 2022, en el que, moderado e introducidos por Eduardo Molina, participamos Raúl Sánchez, Pilar Cruz, Rafael Rodríguez y yo mismo, a propósito del libro de Raúl Sánchez Cedillo Lo absoluto de la democracia y el balance del 15-M.

Preguntas de Eduardo Molina (EM). Respuestas de Daniel Albarracín Sánchez (DAS) 

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E.M.: El título del libro (de Raúl Sánchez Cedillo) tiene por nombre: Lo absoluto de la democracia. Es sabido que dicho concepto proviene del filósofo Baruch Spinoza. Un filósofo materialista algo difícil de digerir. ¿Podrías explicarnos el significado de dicho concepto de democracia y por qué sigue teniendo actualidad?

DAS:

Spinoza es, posiblemente, uno de los filósofos racionalistas más interesantes del siglo XVII. Parte de Descartes y Hobbes, dándoles la vuelta, y es precursor de Rousseau, siendo un impulsor de las ideas favorables a un Estado liberal-demócrata. Propone un pacto racional entre los hombres, pacto sustentado en su utilidad y en el conocimiento, como guía para las acciones virtuosas y no dejarse llevar sin más por las pasiones.

Parte del derecho natural. Entiende que es legítima toda acción que mueve al hombre basado en su poder para poder satisfacer su supervivencia, siempre que se guíe por la virtud y en la razón.

Ese pacto puede consistir o bien en una monarquía con fuertes contrapesos de control y la “propiedad común del suelo”; una aristocracia controlada por el pueblo; o, mejor aún, una democracia que promueva la plena libertad de los hombres fundada en un pacto racional entre ellos.

Dicho esto, señalar algunas observaciones e interrogantes.

Primero, Spinoza, fue un ilustrado liberal. Defendía que no debía limitarse el poder del hombre cuando busca satisfacer sus necesidades, solo debe guiarse por la razón. No cuestionaba la propiedad. Podemos admitir, con aquellos ilustrados, que la propiedad originada en el trabajo propio pueda ser legítima, así como disponer de bienes para satisfacer las necesidades también lo es. Spinoza fue consecuente con estas ideas.

Ahora bien, el poder de los hombres no suele venir asociado a sus capacidades, ni la propiedad suele provenir principalmente de la destreza o el esfuerzo. Las grandes propiedades son fruto de la herencia, la explotación del trabajo de otro, o el acaparamiento y la rapiña. Dicha riqueza multiplica el poder, un poder que no solo es sobre las cosas y la naturaleza, sino en contra de los otros. ¿Es legítimo el exceso de riqueza y propiedades entonces? ¿Son legítimos también los deseos que satisface dicha acumulación, que, sin duda, no son equivalentes a meras necesidades?

Segundo, Spinoza, hombre de su época, consideraba a la mujer en un plano inferior al hombre.

Tercero, su concepto de Razón adopta un carácter positivista, unilateral, determinista, donde no cabe discusión ni interpretación. La sociedad surge de las leyes de la naturaleza, pero las sociedades humanas se dan forma a sí mismas, dentro de los límites naturales. En las leyes de la sociedad las cosas no son unívocas. Su lógica está atravesada por el conflicto, la desigualdad y la contradicción. La Razón de Spinoza comporta un destino ideal, una virtud que perseguir. Aunque Spinoza no propone una sociedad igualitaria, el abuso del poder estaría limitado por la capacidad de cada uno, y el pacto racional entre todos. Sin embargo, su ideal abstracto choca con la realidad de su tiempo y con la que luego vendrá con el desarrollo de capitalismo.

La razón común no es, por tanto, la razón de todos. No coincide la razón del pueblo trabajador y la razón de la clase de los propietarios, los primeros con necesidades insatisfechas, los segundos con un deseo de seguir acumulando. Sin duda, las clases dominantes, y la lógica del capital que les ha movido, en sus decisiones, no puede atribuírsele más virtud, digámoslo irónicamente, que su propio beneficio en contra de la vida natural y del resto de la sociedad.

Entonces, ¿Qué democracia?

Prerrequisitos:

-          Una en la que nadie acumule riqueza como para que la libertad propia limite la de los otros, esto es, que se base en el reparto de la riqueza, que cubra las necesidades de todas las personas y no violente la biocapacidad del planeta.

-          Una en la que el uso de los recursos se legitime en el trabajo común. Cada uno contribuiría según su capacidad, haciendo que lo común, como derecho universal, cubra las necesidades sociales y personales de todos.

Entonces la democracia, como poder popular ha de colmar varios pasos en la toma de decisiones:

-          Información y educación, basadas en el método científico.

-          Deliberación y método dialógico en la razón común decisoria. Asambleas Populares y Consejos Obreros.

-          El recurso al consenso o, en su defecto, la votación en torno a proyectos alternativos.

La democracia en varios planos:

-          La elaboración de proyectos en los espacios públicos y comunes.

-          La democracia en la vida cotidiana.

-          La democracia económica.


2)      EM: Si pasamos de la filosofía política a la praxis, ¿qué balance podemos hacer del ciclo constituyente del 2011-2013?

DAS:

La crisis económica de 2008 sacudió al mundo. Junto con la crisis capitalista internacional, al poco se reactivaron un conjunto de medidas neoliberales que implicaron mayor carestía y políticas de recortes públicos.

Esto motiva el proceso de revuelta masivo de las Primaveras Árabes, que portaban reclamaciones materiales en relación con sus condiciones de vida haciéndolo con una aspiración democratizadora. Una democracia sustantiva, que planteaba un reparto material junto a más participación política. Así, se derrocaron gobiernos. Pero en la mayoría de países se abortaron dichos procesos de cambio. En unos casos mediante la dura represión, en otros por la falta de organización y de proyecto definido, en algunos países porque las protestas se aprovecharon desde los imperios occidentales para desalojar gobiernos incómodos a sus intereses. Finalmente, tras aquel fracaso, y tras la reacción, surgieron los monstruos, como el Estado islámico.

El fenómeno del 15-M en España sucedió al de las Primaveras Árabes. Surgió tras el malestar de la crisis y los recortes del gobierno de Zapatero, obediente a la Troika. Su impacto y extensión fue formidable, sorprendiendo a todos los actores políticos.

No fue únicamente una revuelta, pues estableció una estructura comunicativa en red, con miles de espacios públicos utilizados para la deliberación colectiva. Sin embargo, la eclosión de aprendizaje colectivo, de autoorganización, se debilitó y se vió bloqueada. Las razones fueron, la incapacidad de consolidar una institución alternativa, aunque se intentó, mediante coordinadoras. No se consiguió arraigar en espacios que comprometiesen más allá de las grandes ciudades, ni a los procesos laborales y productivos. Aunque fue fértil a la hora de imaginar lo antes impensable, se produjo una incapacidad de tomar decisiones e influir materialmente, en un espacio donde empezaba a prevalecer la expresión aspiracional de las clases medias amenazadas.

Avanzado 2013 se agotaba el proceso de asambleas y protestas populares. Una sensación de cansancio se extendió y gran parte de los nuevos activistas consideraron que había que buscar otra fórmula, de representación política, para poder influir.

La impotencia fue debida a la ausencia de un proyecto para que el movimiento enraizará en los espacios capaces de hacerle doblar el brazo al capital y constituir una institución popular de democracia radical con legitimidad suficiente y capacidad de decidir en asuntos prácticos que virase el rumbo. Sin embargo, este proyecto, tan necesario, no fue más que concebido por unos pocos en el propio movimiento. Para una buena parte, lo que había sucedido era un fracaso de los movimientos sociales. Para los analistas políticos, a través de las encuestas, también se deba un descontento que abría una brecha en el espacio electoral que podría hacerle daño al bipartidismo.

Fue en ese Otoño de 2013 cuando Izquierda Anticapitalista promovió una primera iniciativa para dar el salto a la arena electoral encabezada por una mujer ecologista de gran prestigio. Fue a finales de 2013 cuando, tras declinar ésta, se le propuso a Pablo Iglesias encabezar lo que sería una plataforma electoral, en torno al Documento “Mover Ficha”, soportada en tres grupos iniciales: un pequeño grupo de profesores de la Complutense, Juventud sin Futuro y, como armazón organizativo, Izquierda Anticapitalista, hoy conocida como Anticapitalistas.

Las asambleas populares se tornaron círculos y hasta Mayo de 2014, con las elecciones europeas, se formó y revitalizó un proyecto político, cuya orientación estuvo en constante disputa. Tras el sorprendente éxito de las elecciones europeas, todo cambió. Las tesis a favor de configurarse en una máquina electoral y la de asaltar los cielos triunfaron en Vistalegre, con un programa de cambio moderado, y dejando a los círculos como espacio testimonial, formando lo que sería el embrión de un partido vertical y gobernista.

A partir de ahí, lo sucedido es por todos conocido.

 

3)  EM: Si nos centramos ahora en el mediano plazo, quizás no tan mediano, (Si la monarquía sigue metiendo la pata) ¿Qué tipo de República deberíamos construir y cuál no, desde el punto de vista de la cuestión nacional e institucional?

DAS:

Como bien sabemos, cuando hablamos de República caben dos vertientes, una por oposición a la monarquía, otra por construcción de la res pública.

En el periodo actual, se debe apostar por un proyecto propositivo, el proyecto debe ser más que una propuesta contra la Corona o antioligárquica , y ha de ser republicana, pero debe contener muchos apellidos y muchos elementos más, tales como:

·       Que sea una república democrática, popular y ecosocialista.

·       Que cuente con un sector público no estatista, que coordine los bienes y servicios comunes al servicio universal, abierto a la colaboración público-social, que no privada.

·       Que sea fruto de personas, trabajadoras y cuidadoras, libres y asociadas, socialmente corresponsables. Que plantee un ambicioso reparto de la riqueza y de las rentas, comprometido con un cambio de las relaciones de producción y reproducción para construir una sociedad ecosocialista

·       Los caminos para un proyecto así no pueden ignorar la realidad plural de diversos pueblos, que con derechos equivalentes al del resto de pueblos puedan ver desarrollada su identidad propia y aplicar los derechos universales a sus necesidades específicas. Hay que hablar, para el periodo actual, no tanto de una única república sino de una Confederación de Repúblicas, que no cierre las puertas a constituir una República de Repúblicas Federadas y Ecosocialistas, desde lo Peninsular, a lo Mediterráneo, a lo Europeo y lo Mundial.

La forma de Estado, ha materializado diferentes expresiones en el tiempo histórico. En el momento actual la naturaleza social del Estado, aunque en ocasiones encaje parcialmente y de respuesta a ciertas presiones de las clases populares, es, fundamentalmente, una institución que prioriza la atención a coordinar el interés general de los capitalistas, al mismo tiempo que trata de sostener cierto orden y consentimiento social.

En el caso europeo contamos, al menos, con una doble institución. Por un lado, la arquitectura intergubernamental de la Unión Europea, donde los gobiernos de los Estados conciertan algunas políticas supranacionales, sin cuestionar la gestión estatal de las principales políticas ni la arquitectura forjada en los Tratados Europeos, favorables al capital transnacional europeo. Por otro lado, en el caso español, el Régimen de la Transición Política, que siendo un proyecto centralista no tiene inconveniente en descentralizar algunos servicios públicos esenciales, para favorecer el dumping social y fiscal autonómico, y degradar los aspectos de bienestar del sector público.

Pues bien, este modelo al mismo tiempo Centralizado-Descentralizado y asimétrico entre Comunidades Autónomas, impide la formación de un auténtico Estado Federal. Para conseguirlo se requeriría una relación entre pueblos iguales, con la definición armonizada de competencias comunes en aspectos clave, y un marco de competencias para cada federación, con recursos equivalentes o fórmulas de convergencia real, que no se da, y que se ha abortado una y otra vez.

La camisa de fuerza de la Constitución Española, votada en circunstancias de salida del Franquismo, impide la configuración dentro de su ordenamiento jurídico de un camino federalista real. Por eso, parece que solo cabe abrir otro camino: un Proceso Constituyente que afirmase al mismo tiempo el Derecho de Autodeterminación con un camino inicialmente Confederal, popular y abierto tanto a mayores lazos federales como a ampliarse a otros pueblos hermanados, sean de la Península, a escala Mediterránea o más allá.

Esa Confederación o Federación debiera conjugar así la soberanía popular con el internacionalismo solidario, contando con fórmulas de cooperación económica y armonización fiscal progresiva, desarrollo de inversiones y servicios públicos comunes (ferrocarril, investigación, etc…), y fondos soberanos solidarios y presupuestos comunes para el apoyo mutuo entre los pueblos que formen parte del mismo.

 

4)  EM: Si pasamos al terreno económico, y en función de la experiencia del socialismo realmente existente y de otros intentos frustrados actuales como los del llamado socialismo del siglo XXI en América Latina, qué tipo de gestión económica podría repensarse para cualquier proceso de transición post capitalista?

DAS:

Las experiencias del socialismo real han sido de diferente corte. De todas ellas, hay lecciones que tomar, y todas requieren ser mejoradas. ¿Pero de qué manera? Primero conviene una caracterización de lo que se aplicó en su momento, destacando al menos tres:

ð  La primera es la experiencia de los Estados obreros degenerados basados en la planificación burocrática.

Fue un sistema viable, perduró 7 décadas. Aunque evitaba las desigualdades de una economía de mercado capitalista, reunía no pocos problemas.

 

a)   Un grupo de burócratas definía e imponía los objetivos de producción sin información completa. Con todo, el Gosplan apenas conseguía detallar el objetivo para unos 2.000 bienes en sus planes anuales, por la dificultad técnica que entrañaba, dada la ausencia de la computación y tecnologías que solo estuvieron disponibles avanzados los años 90.

 

b)   Los gerentes preferían pedir más recursos, sobreestimando su necesidad, para cumplir mejor el plan, que mejorar la eficiencia, reducir costes o llevar más lejos la producción.

 

c)    Se producía distorsión de los canales de distribución, creando relaciones informales toleradas que, en ocasiones, se confundían con prácticas de corrupción.

 

d)    El modelo económico no conectaba bien plan, empresas productoras y necesidades sociales. En suma, que no identificaba correctamente las prioridades sociales. Se invertía hasta un 10% del PIB en industria militar.

 

e)    Todo esto se traducía en una falta de democracia, lo que minaba la credibilidad del modelo.

 

ð  La segunda es experiencia yugoslava y otras basadas en la autogestión descentralizada.

La autogestión refiere al autogobierno económico de los trabajadores. Se conocen las experiencias de Argelia en 1963, en Libia en 1969 o en los Kibbutz israelitas, o en la experiencia anarquista en la Guerra Civil. Fijémonos en la experiencia más desarrollada, la de la extinta Yugoslavia, tras la II GM.

Esta aplicó un modelo que alcanzó un nivel productivo relativamente próspero y parejo al de las economías occidentales, que contaba con un sistema de redistribución regional importante, al menos hasta la muerte de Tito.

La economía era pública para las empresas de más de 5 trabajadores. Sin embargo, aunque política e ideológicamente tenía un gobierno centralizado, no era una economía planificada.

Las empresas estaban autogestionadas por los trabajadores. Decidían niveles de producción, organización del trabajo y salarios. Combinaba una economía mayoritariamente pública, descentralizada, con un “socialismo de mercado”.

Al no haber plan, cada empresa asumía sus objetivos y formas de producción y reparto interno. Al regir la competencia en el mercado, de producían varios desajustes:

·       No había coordinación entre empresas, ni una previsión a gran escala de necesidades que atender.

·       El nivel de producción oportuno solo se conocía a posteriori. Y, por tanto, causó ineficiencia y no siempre daba respuesta a las expectativas de sus ciudadanos.

·       La autogestión solo se daba a nivel micro. Los y las trabajadoras no tenían un referente global y repetían problemas propios de una economía de mercado. Al final acababan decidiendo acerca de cómo ajustar internamente los efectos de la competencia, adaptando sus remuneraciones o la intensidad o extensión del proceso de trabajo para no producir en pérdidas.

 

ð  La experiencia de los socialismos latinoamericanos basados en la redistribución de rentas extractivistas.

Las economías del llamado socialismo del siglo XXI desalojaron a la vieja burguesía, sustituyéndola por una nueva clase dominante, la boliburguesía, que ha logrado ciertas cotas de legitimidad basándose en una política de tomar desde lo público materias primas y fuentes de energía, y repartir parcialmente la renta obtenida, empleando una narrativa antiimperialista.

Se trata de un modelo extractivista que ha permitido financiar políticas educativas, sanitarias o ayudas sociales, hasta cierto punto. Sin embargo, son economías que se sustentan en un extractivismo insostenible ecológicamente, se basan en fórmulas que dan pie al clientelismo, y son muy vulnerables por su falta de diversificación productiva.

 

ð  Alternativa: La autogestión coordinada global y democráticamente.

 

Mandel, en un libro que se va a reeditar en la Editorial Sylone en breve Autogestión, planificación y democracia socialista, que he prologado, apuesta por un modelo autogestionario con fórmulas de planificación y coordinación global; un modelo autogestionario planificado y socialista.

-          Se trataría de democratizar la economía con un modelo donde se puedan decidir periódicamente las grandes prioridades de inversión, qué producir y cómo hacerlo, el peso de recursos a dedicar para el gasto y el consumo, qué hacer con el excedente global, los sectores que deben potenciarse y cuáles decrecer. Todo ello en función de una discusión pública sobre las necesidades y prioridades colectivas. De manera accesoria podrían emplearse tecnologías que ya aplican grandes empresas hoy (Wall-Mart o Amazon), pero para un propósito social y no para el lucro privado.

-          Se planificarían los sectores estratégicos. Serían sectores tales como la energía, los sectores de alimentación básica, la banca, las telecomunicaciones, la distribución mayorista, la sanidad, la educación, los cuidados y los transportes colectivos de personas y de mercancías (ferrocarril, barco, y vehículos colectivos o compartidos).

-          Se posibilitarían, complementariamente, iniciativas autogestionarias de carácter social y solidario, innovadoras y próximas a necesidades locales o emergentes.

-          Ahora, como afirma Jorge Riechmann, tras el decenio de los 80 se ha superado a escala global la biocapacidad del planeta y, más que un mayor desarrollo de las fuerzas productivas, sería mejor otro objetivo: repartir, conducir y adecuar las fuerzas productivas, para que sean compatibles tanto con los límites biofísicos ecológicos como con la satisfacción de las necesidades sociales. Resulta impracticable e indeseable una solución productivista si se han rebasado los límites biofísicos del planeta.

-          En este sentido, la transición energética y de cambio de modelo productivo no podrá abordarse sin una intensa planificación ecosocialista que ordene las transformaciones sociales y productivas que durarán varias décadas.

 

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