Daniel Albarracín 11/05/2022. Economista y sociólogo. Consejero de la Cámara de Cuentas de Andalucía. Miembro del Consejo Asesor de la Revista Viento Sur.
https://vientosur.info/mutaciones-de-la-precariedad-laboral-ni-mucho-mas-empleo-ni-menos-estabilidad/
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/59765/mutaciones-de-la-precariedad-laboral-ni-mucho-mas-empleo-ni-menos-estabilidad/
Se están anunciando resultados espectaculares de la reforma laboral, afirmándose que la reforma está creando empleo y está reduciendo la temporalidad. Sin embargo, ni la política de empleo puede causar por sí sola nuevo empleo -salvo que modifique la jornada laboral máxima con el consiguiente reparto del trabajo- ni la caída estadística de temporalidad conduce necesariamente a una mayor estabilidad en el empleo. Por el contrario, dejando incólume los preceptos de las anteriores reformas va a causar una mutación en las formas de precariedad laboral y no impide la generalización de la inestabilidad en las relaciones laborales establecida con Zapatero y Rajoy.Recientemente
analizábamos el perfil de la reforma laboral en la revista Viento Sur.
Esta establece que el contrato indefinido sea la forma habitual de contratación,
planteando exigencias adicionales para suscribir contratos temporales. Sin
embargo, la regulación del contrato indefinido se ha quedado igual. En 2010 y
2012, las indemnizaciones ante el despido se redujeron sustancialmente. La
reforma tampoco plantea regular las causas de despido, dejando maltrechas las
garantías que ofrece esta figura contractual.
Se
le llama indefinido al contrato porque simplemente no tiene plazo de duración, que
sí tienen los contratos temporales. El despido de las personas con contratación
indefinida sigue siendo barato y fácil, lejos de la fijeza del funcionariado, y
se encarece marginalmente el despido de la contratación temporal. No hay
disuasión ni causalización. De modo que el empresariado está optando por
convertir contratos temporales o contratar de inicio con contratos indefinidos
en mayor proporción que antes, sin mucho mayor coste ni barreras a la
flexibilidad laboral.
La
reforma también facilita los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo. Suelen
traer aparejadas modificaciones de las condiciones laborales, contando con
recursos públicos para sufragar las prestaciones de desempleo parcial y costes
laborales de la empresa durante su aplicación. Estos no impiden, pasado seis
meses, un despido definitivo posterior, y aunque no tiene por qué producirse
necesariamente permite el cambio unilateral, temporal o permanente, por parte
de la la empresa de la jornada laboral, con merma consiguiente de salario.
La
evolución del empleo
Uno
de los mensajes del gobierno es que se crea mucho empleo gracias a sus
políticas. Si nos detenemos en los datos, los logros no reflejan tanto brillo.
Las
cifras seleccionadas cuentan empleos sin más. Hay que hacer notar que es más
frecuente la presencia de empleos a tiempo parcial o fijos-discontinuos. El
desempleo parcial, cada vez más extendido, no aparece en las estadísticas salvo
que se indague un poco más de lo que nos cuentan.
Conviene así estudiar la evolución de los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo, que estiman los empleos armonizando su tiempo de trabajo. Desde finales de 2019 hasta hoy (IT2022) los empleos creados apenas fueron de 263.600 empleos equivalentes a tiempo completo, logrando superar el parón de la pandemia en 2020 y 2021. Pero solo evolucionan al ritmo de crecimiento rampante del periodo 2013-2019. Ni que decir tiene que, si contrastamos con 2008, que inició la Gran Recesión, seguimos con 985.600 empleos menos que entonces.
Fuente: Elaboración propia a partir
de INE, Contabilidad nacional trimestral de España: principales agregados
(CNTR).
Frecuentemente,
los datos de empleo se presentan con una perspectiva parcial, comparándolo con
el suelo de empleo de 2020, el año del confinamiento. Si se presentan los datos
así, desde el confinamiento de 2020, y lo ponemos en comparación con los datos
del I Trimestre de 2022 se han creado un 23,5% más de empleos. Sin embargo, un
contraste con el IV Trimestre de 2019, justo antes de la pandemia, refleja un
aumento de apenas el 1,7% del empleo equivalente a tiempo completo. En
contraste con el empleo existente en 2008, hemos perdido un -5,8% del empleo[1]. La
situación de la tasa de desempleo de hoy (13,65%, IT2022) es casi la misma que
a finales de 2008 (13,79%, y empeora el último trimestre de 2021 (13,33%),
según datos EPA-INE. Las mujeres padecen, además, un desempleo del 15,44% en el
IT de 2022, por encima de la media. Estamos lejos de mejorar la situación de la
crisis iniciada entonces, que, con las medidas que trajo entre 2010 y 2012,
condujeron a un largo periodo de contestación social, laboral y política.
Mutaciones de la precariedad
laboral
Los expertos en materia
laboral llevan décadas advirtiendo que temporalidad, precariedad e
inestabilidad laboral, aun siendo conceptos emparentados, no son lo mismo.
La temporalidad estriba
en una situación inestable de empleo, pero la inestabilidad laboral comporta
un fenómeno más amplio. Comprende todas las situaciones de empleo en las que se
produce una inseguridad en la continuidad del empleo o de insuficientes garantías
favorables a la misma. Como hemos señalado, un contrato indefinido no es un
empleo fijo, solo cuenta con una indemnización por despido algo mayor que otras
figuras. Por tanto, es erróneo pensar que sea asimilable a, por ejemplo, lo que
es una plaza de funcionariado. Hay quien piensa que en la administración
pública hay más seguridad en el empleo, y no se repara en que las tasas de
temporalidad más elevadas se dan en el mismo sector público.
Asimismo, la precariedad
laboral representa un fenómeno complejo, también difuso y de grados diferentes.
Supone un deterioro de la calidad y en el género de vida. La precariedad puede
responder a una situación de inestabilidad laboral -que impide pergeñar
proyectos personales de futuro-, a condiciones de bajos salarios -o pérdida recurrente
de poder adquisitivo-, a una reducción unilateral de la jornada, o un empleo
fijo-discontinúo-. Toda causan falta de autonomía o suficiencia económica, y
puede implicar mayor penosidad en el trabajo para lograr ser renovado o
continuar, trae asociado una mayor intensidad laboral excesiva, y no pocas
veces prolongación de horas extraordinarias, en ocasiones, mal pagadas o no
pagadas.
Estas situaciones tampoco
conviene confundirlas con el fenómeno de explotación, generalizable a
casi toda la condición salarial -salvo, posiblemente, a los altos ejecutivos de
grandes empresas e instituciones-, por la que una minoría se apropia del
excedente creado por los y las trabajadoras.
La reforma
laboral, sin embargo, ha producido cambios. Algunos son meros
cambios estadísticos, que pueden camuflar la aparición de nuevas formas de
precariedad y una soterrada extensión de la inestabilidad en el empleo.
Así, se detecta en 2022 una
reducción de la tasa de temporalidad. En los primeros cuatro meses de 2022 un
40% de los contratos eventuales han pasado a ser indefinidos. Si bien, no
debemos confundir contratación con empleos, porque una persona puede tener
varios contratos en un mismo empleo. Por eso, aunque se conviertan muchos contratos temporales en
indefinidos sólo hay un incipiente reflejo en la tasa de temporalidad en el
empleo. En el IT de 2022 estamos en el 26,8% de tasa de temporalidad, frente al
27,8% de finales de 2021, del 27,4% de antes de la pandemia (2019) y el 30,2%
de 2008 (INE-EPA). Esta tasa de temporalidad seguirá descendiendo. Lo que no es
equivalente a mayor estabilidad ni menos precariedad en el empleo, por los
argumentos aducidos.
El problema de la precariedad
muta, pero no desaparece, por varias razones.
La primera es el deterioro de
los salarios reales, fruto de la inflación y un
crecimiento de los salarios negociados muy inferior, propiciando un retroceso
del fondo de salarios del 58,8% en 2008 al 55% a fines de 2021; o de las
pensiones públicas y lo raquítico de varias prestaciones sociales, si no se
evita un nuevo pacto de rentas o la aplicación de la reforma
de las pensiones comprometida con Bruselas a cambio de los Fondos
Next Generation. Como elemento de contrapeso puede señalarse
la mejora del salario mínimo interprofesional de 2019, que fue importante de
cara a mejorar la capacidad adquisitiva de los salarios más bajos y con cierto
arrastre positivo sobre los estratos salariales inmediatamente superiores. Segundo, porque se va a
conjugar una extensión de los tiempos de trabajo no pagados, o no pagados
debidamente, junto con diferentes formulas de reducción de jornada y salario a
nivel individual.
Desde los años 2000 se viene
observando una ampliación del empleo a tiempo parcial. Prácticamente se ha
duplicado desde entonces y ya alcanza el 14,5% del empleo. Esta situación trae
aparejada una merma del salario. Si nos fijamos en la tasa de parcialidad de
las mujeres esta es incluso mayor, alcanza el 23%, muy por encima de la media. También
le sucederá al contrato fijo-discontinuo (un empleo a “tiempo parcial en
cómputo anual”).
Fuente: Elaboración propia a partir
de Encuesta de Población Activa, INE.
Dos tendencias, así, se
apuntan nítidamente. Una es el mayor uso del contrato indefinido, que no
comporta estabilidad en sí. Pero otra tendencia bien clara es el recurso a
fórmulas de abaratamiento como el empleo a tiempo parcial o empleo
fijo-discontinuo, que permiten seleccionar el periodo más productivo de
dedicación y abaratar costes de manera notable, tanto salariales directos como
indirectos -seguridad social, despido, etc.-.
Algunas conclusiones
En conclusión, las políticas
de empleo -salvo si tocan la jornada laboral- no modifican las tendencias
cuantitativas del empleo -conducidas por la dinámica económica de inversiones,
movida por la tasa de rentabilidad-. La política
económica aplicada se caracteriza por un modelo de neoliberalismo
compasivo, y la reforma laboral solo ha matizado testimonialmente las
dos anteriores. Sin embargo, promueve varias tendencias. Primero, las formas de
inestabilidad se extienden y consolidan. Segundo, las formas de precariedad en
el empleo mutan y se profundiza.
Asistimos a una reducción
estadística de la temporalidad en el empleo. Por otro, vemos un crecimiento del
empleo a tiempo parcial y del fijo discontinuo, fórmulas de ajuste empresarial
que aplican soluciones de desempleo parcial que abaratan costes laborales mejorando
los niveles de productividad por hora de las empresas. Este fenómeno novedoso
se combina con la devaluación salarial general y la intensificación del
trabajo.
Ninguna de las medidas del
gobierno ha logrado evitar estos deterioros de las condiciones de vida y
trabajo, salvo en la aplicación del SMI en 2019, con UP fuera del gobierno, y
una alternativa de izquierdas más sólida. La aplicación de los ERTEs en 2020 amortiguó
la recesión, pero ni explica el efecto rebote posterior, y abre la puerta al
abuso, dadas las prerrogativas con las que se queda el empresariado para
modificar unilateralmente las condiciones de trabajo.
En definitiva, persisten las
razones para seguir organizándose colectivamente en espacios políticos,
sociales y sindicales para cambiar las políticas aplicadas. De no ser así, se
abren las condiciones que darían el paso de un neoliberalismo compasivo e
impotente a otro autoritario y agresivo.
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