20/11/18

Tesis para una propuesta internacionalista y de emancipación de las soberanías populares: 6) Hipótesis política de la polarización


6.   LA HIPÓTESIS POLÍTICA DE LA POLARIZACIÓN.

 Daniel Albarracín
https://vientosur.info/spip.php?article14344

Las derrotas sociopolíticas de las clases trabajadoras de las últimas décadas, y el avance del neoliberalismo, consiguiendo gestionar y aplazar el declive de la acumulación capitalista mediante políticas de financiarización, hasta, por lo menos 2008, supuso un retroceso en las condiciones sociales de vida, empleo y trabajo, que desplazó la posibilidad de cambio durante mucho tiempo. Desde este punto de vista, la crisis objetiva de la acumulación y de las posibilidades de cumplir las aspiraciones prometidas a una parte de la población, va a coincidir con una crisis de subjetividad antagonista, cuanto menos hasta 2011. Son las primaveras árabes o el 15-M en España, las que van a multiplicar los primeros ecos de rebeldía ya iniciados por los movimientos altermundialistas (1994-2000) y antiguerra (2004), dando forma a un mayor espacio y prácticas sociales que se replantean el modo de vida general y que, tras mucho tiempo, lo hacen con una audiencia social significativa.

Cabe señalar que, desde 2010, la forma de la política ha cambiado radicalmente, y frente a los largos momentos de relativa estabilidad normalizada de otras épocas, la nueva se inaugura hacia una tendencia declinante en el proceso de acumulación y de creciente e intensa polarización social. Mientras se produce una fuerte concentración de la riqueza se abandonano alteran (para reducir el compromiso del “contrato social”) los proyectos de cohesión que representan un lastre para la competitividad/rentabilidad. Desde ese momento, el establishment se instala en la idea del “no hay alternativa” a la perspectiva de competir, y la inevitabilidad de abandonar a los perdedores (con los matices del socialiberalismo para paliar los casos más extremos). Al neoliberalismo autoritario actual sólo le queda la promesa de promoción de los que “lo merecen” como fórmula de legitimación, que ya es incapaz de cumplir, y que, por supuesto asume la exclusión de las mayorías. Por su lado, las nuevas derechas extremas, se anclarían en el victimismo del que teme perder sus privilegios frente al extraño (extranjero o diverso), para reclamar la defensa de una idea de patria orgullosa para los nacionales, intolerante y excluyente, frente al capital foráneo, la minoría o el inmigrante. Desde este punto de vista, no es de extrañar la nueva ola patriarcal de opresiones a las mujeres, que nos retrotraen hacia tiempos oscuros, en tanto que las mujeres defienden tanto las necesidades materiales cotidianas, el respeto al cuerpo de todas las personas, como las conquistas de vida cotidiana a favor de la igualdad de derechos y la libertad reales, algo que pone en tela de juicio un periodo autoritario como el que viene. De ahí la fuerte reacción contra las mujeres, al representar la trinchera y punta de lanza que persiguen garantizar un modo de vida mejor para todas las personas.

Mientras tanto, algunas fuerzas del cambio recuperarían el ideario keynesiano de la postguerra mundial y el Estado del Bienestar; mientras que otras insistiríamos en la inviabilidad material de restaurar un modelo que no cabe en el actual contexto, exigiendo la transformación radical de las bases sociales y productivas como única posibilidad de emancipación real y de respuesta a los desafíos energéticos, climáticos y de desigualdad.

Las nuevas fuerzas del cambio son así mismo heterogéneas. Por un lado, algunas retoman viejos mitos, para ellos incumplidos más que de origen mal concebidos o simplemente al servicio de una minoría, para abrazar la ilusión de la reforma paneuropea de unas instituciones blindadas para no poder ser alteradas en sus principios fundacionales favorables al capital europeo transnacional y los intereses de las potencias exportadoras y superavitarias en la UE. Por otro, una tendencia en aras de la recuperación de la soberanía económica, mediante el refugio nacional estatalista, confundiendo la soberanía popular con la vuelta al Estado-Nación, como si este fuera capaz de lidiar con el capitalismo global, o no estuviese atravesado de intereses sociales en disputa en su interno.

En el caso español podemos encontrar una forma particular del debate. Por un lado, por el momento, ha triunfado una interpretación que podríamos caracterizar de estrategia “discursivo-populista”, inspirado en cierta lectura del kirchnerismo-peronista. Esta afronta la articulación de los intereses populares en torno a la construcción de un discurso que encuentre la concatenación de significantes flotantes, que haga posible resignificar y unificar, aunque sea por momentos, la diversidad de los conflictos que atraviesan al pueblo. Se trata de un esquema discursivo idealista de agregación coyuntural y táctica contra la oligarquía, que está abocada a cierta inconsistencia en el tratamiento de los diferentes conflictos, y que aborda el conflicto desde la gestión del sentido práctico del discurso en coyunturas concretas. En el caso de Podemos, se habrían desplegados dos variantes de populismo. La corriente con mayor desarrollo teórico político, el errejonismo, sugiere el acompañamiento al sentido común dominante.Contaría, por otro, con la variante cesarista (con ocasionales tácticas bonapartistas para ganarse el apoyo interno) de apelación al seguidismo carismático, encarnada por su vigente secretario general. Sea como fuere, estas aproximaciones relativizan el papel de las condiciones materiales.Están a la zaga de representar consensos sociales antioligárquicos, para hacer eficaz su estrategia electoral-institucionalista de acceso o influencia en el poder gubernamental. Su estrategia se focaliza en la comunicación de un discurso político agregador de las diferencias, como si todas ellas estuvieran en órdenes homólogos (las luchas culturales, las civiles, las políticas o las productivas y laborales), y sin tratar de organizar a los sujetos ni llevar un paso más lejos las demandas expresadas en encuestas y elecciones.

Encontraríamos otra línea, minoritaria, que al menos trataría de construir, en base al análisis de la dinámica contradictoria de los universales concretos de las formaciones sociohistóricas capitalistas (mercantilización, salarización, precarización, acumulación capitalista, polarización de clases...) un proyecto antagonista que elabora los lazos político-subjetivos en torno a las condiciones materiales e histórico concretas del conflicto, sin plegarse al sentido común previo, sino partiendo de él para construir uno alternativo, con el pueblo y con las clases trabajadoras y sus organizaciones, sin sustituirles.

Nuestra tesis aquí, parte de esta última aproximación como propuesta política. Se trata de constatar que, sobre todo en las fases recesivas del proceso de acumulación, se acelera la polarización social, fruto de unas condiciones materiales que tensionan a la sociedad más y más –destruyendo sus clases medias independientes-. Ese aumento de las tensiones materiales no determinan las opciones que adoptaran las mayorías, pero las necesidades y frustraciones ocasionadas imprimirán al poder una agenda disciplinaria para conservar el poder, al perder legitimidad. También produce las experiencias que, tras un periodo de maduración, pueden conducir a la radicalización contestataria. Una tendencia que aconsejará una estrategia sumamente distinta a la captación de caladeros de electores moderados. La receptividad a nuevas propuestas y formas de respuesta social tendrán más acogida. Este proceso no es automático, depende de la presencia de sujetos políticos, e históricamente, suele cobrar forma material en los periodos de recuperación en los que las condiciones reducen el temor de las mayorías. Sin embargo, como señalamos, no hay automatismo, es cuestión de cómo los sujetos concretos metabolizan la reflexión sobre su experiencia, la organización de su resistencia y su proyecto alternativo, teorizado para la práctica. No se trataría ni de adaptarse a un consenso viejo –que quedaría quebrado y roto en varios pedazos, ni de una estrategia de estar a la espera y sumarse a nuevas iniciativas sociales, sino de estar presente en dichos cambios y respuestas, formar parte de la organización de una respuesta social, tanto en el orden del discurso como de su práctica organizada, hilando la respuesta de los movimientos contrasistémicos con un proyecto político emancipador que haga más consistente y promueva los cambios de manera proactiva, en aras de la construcción de una nueva hegemonía. De no hacerlo, se corre el riesgo que dicho espacio se ocupe por el cinismo elitista, competitivo y cosmopolita neoliberal, o por la reacción autoritaria corporativa o nacionalista. Estar presente y construir con los sujetos sociales las organizaciones y la subjetividad antagonista encierra el secreto, sin atajos, de la transformación social, haciendo frente a los conflictos, desde la resistencia, de la práctica alternativa a la propuesta superadora. Anudar la experiencia de las clases populares a un proyecto político que conjugase su participación y apoyo, sería el vehículo hacia el cambio.

Esto es lo que pudo suceder tras 2011, pero sin sujeto político hasta 2014.Es lo que presumiblemente sucederá de nuevo con un nuevo ciclo recesivo, y lo que debiéramos estar preparando, una vez que tenemos fuerzas del cambio con audiencia, con los movimientos populares que den proyección al cambio. El problema de partida es haber perdido el tiempo para preparar, precisamente en el periodo más favorable de estabilización económica, las organizaciones y los discursos, que hagan creíble esta estrategia en el nuevo periodo. Cuando no se está presente en los cambios, manteniendo la tensión creativa entre movimiento, organizaciones sociales, sindicales y políticas, no sólo en el campo de la representación política sino también en los campos de lo social y lo productivo, son otros quienes los que conducen la reacción a su favor.

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