22/11/18

Tesis para una propuesta internacionalista y de emancipación de las soberanías populares: 7) La crisis de la Unión Europea


7.   LA CRISIS DE LA UNIÓN EUROPEA


Nadie duda de que la UE atraviesa su momento más difícil. El Brexit, las sucesivas crisis de deuda en Grecia, Irlanda, Chipre o España, las desobediencias xenófobas y reaccionarias de los países del Club de Visegrado en el Este de Europa, o la rebelión desobediente, aunque reaccionaria, en Italia, son las consecuencias de una institucionalidad intergubernamental cada vez más incapaz de coordinar a las élites europeas a un gran consenso burgués, y, por supuesto, muy lejos de suscitar el más mínimo entusiasmo entre la mayoría de población, si es que no causa un significativo y creciente rechazo.

El bloqueo del modelo de tomas de decisiones de la Unión Europea, por su carácter intergubernamental, es también garantía de la consagración y blindaje de los principios neoliberales de los Tratados Europeos. Unos Tratados que ponen en el centro el proyecto de libertad de movimiento de capitales y de mercancías, las políticas de ajuste estructural contra los salarios o los servicios públicos que respaldan los derechos sociales, como condición de necesidad para la restauración de la tasa de beneficio del gran capital. Detrás de estas condiciones están los facilitadores de las llamadas crisis simétricas (financieras, de rentabilidad o de inversión y productivas).Un modelo que se afianza con una arquitectura económica sujeta a un Sistema Euro (Michel Husson) levantado por la moneda única con tres pilares que le orientan: la política de control del déficit público, un presupuesto europeo irrisorio y no redistribuidor, y una política monetaria que privilegia al sistema financiero privado, que no sólo contribuye a la gravedad de dichas crisis simétricas, sino que propicia crisis asimétricas, en tanto que entraña un mecanismo idóneo para exportar las crisis del centro a las periferias.

Tras la crisis de 2008, tras las crisis institucionales y de deuda con numerosos países, con la certeza de que buena parte de los problemas del sistema bancario no se han resuelto, y que más pronto que tarde volverán a darse crisis simétricas, se ha desarrollado por parte de la Comisión, con el apoyo de países como Francia, una frenética línea de propuestas tecnocráticas, neoliberales al tiempo que federalistas y con rasgos de compensación, bajo ciertas fórmulas de mutualización de las deudas (donde se emiten eurobonos con respaldo de instituciones financieras de la UE), mecanismos de estabilización financiera (como será el disminuido mecanismo previsto que hará las veces de mini Fondo Monetario Europeo), o de promoción de la inversión a través de instrumentos financieros (como ha sido el Plan Juncker, y vendrá a ser el Programa InvestUE). Estas propuestas han sido rebajadas y recondicionadas por el grupo de países en torno a Alemania, haciendo que los instrumentos que se barajan serán de una envergadura pequeña, incapaz de hacer frente a crisis de países de “carácter sistémico” –por ejemplo, Italia-, e impidiendo que se admita cualquier sistema de transferencias interiores, como podría ser, de algún modo, un sistema de seguro de desempleo europeo.

Cabe augurar, que el pulso Italiano, que porta atrás el dilema de la crisis bancaria italiana y sus efectos arrastre de otros sistemas bancarios, o el Brexit, van a profundizar la crisis europea, quizá con nuevos intentos de disciplinamiento interno, quizá con nuevos escenarios de fragmentación del proyecto europeo.

Las propuestas de la izquierda hasta la fecha han basculado entre dos polos. La que insistía en recuperar las soberanías económicas estatales, y la que sueña con un cambio en la correlación de fuerzas en el Consejo, para hacer valer una reforma paneuropea a partir de la negociación institucional.

Sin embargo, la forma en que la tensión y las posibilidades de cambio van a producirse serán bien distintas. Hasta la fecha las crisis de la UE han venido dándose, de manera espaciada o aislada entre los poderes de la Troika y países particulares que entraron en crisis económica o han decidido, de uno en uno, sea bien separarse (UK) o desobedecer (Italia). Recordemos que el cambio en los Tratados exige para su núcleo duro la unanimidad en el Consejo o la mayoría cualificada para otros aspectos importantes. La posibilidad de una coalición progresista en el Consejo no sólo es improbable, sino que resulta ilusorio obtener las condiciones previstas por dichos Tratados para poder formalizar cambios sustanciales. Ahora bien, con la aceleración de la crisis económica, la sucesión de crisis financieras, bancarias y económicas, puede que se produzca un acumulado de crisis simultáneas en varios países, probablemente en mayor medida en las periferias, al constituir el eslabón débil de la cadena.

La crisis italiana adopta un perfil de rebeldía muy distinto del que se ha dado en otros países, y un signo muy diferente, por su perfil xenófobo y reaccionario, aunque también antiausteritario. Sin embargo, aunque hay que seguir el curso abierto de los acontecimientos, contiene una actitud desobediente de autoafirmación que no se produjo, por ejemplo ni en Chipre, ni en Irlanda, ni en España ni en Grecia, en crisis anteriores. De lo que se trata es de seguir ese camino, ahora bien, claramente, con un signo no sólo antiausteritario y desobediente, sino también emancipador para las clases populares, internacionalista y solidario.

Será en estas circunstancias, de acumulación de países en crisis donde cupiera un proyecto solidario e internacionalista, que, sin embargo, habrá de comenzar por realizar ciertas tareas en cada país. Estas debieran complementarse y proseguir con nuevas alianzas, sea bien para forzar un cambio (improbable) en la configuración de las instituciones de la UE, sea bien para construir un nuevo marco de cooperación supranacional fundado en nuevos principios rectores (cooperación comercial justa, complementariedad productiva, sinergias de inversión colaborativa, y, cuando se den las condiciones de convergencia real, un posible avance confederal o federal con una arquitectura social y económica integradora y solidaria, condición sine qua non para una moneda común[1] fuera consistente). Quizá, desde los países del Sur, pero sin cerrarse a geografía alguna, podría comenzarse dicho proyecto. Plantearlo desde ahora es la condición de posibilidad para que las tensiones abiertas entre los países disciplinados por la Troika puedan enfrentarse con un horizonte de posibilidad y de victoria. 

Se trata, en definitiva, de esgrimir una estrategia de desobediencia a los Tratados, en la que los países que porten un proyecto emancipador, asuman tareas políticas a favor de la soberanía popular (que no suele coincidir con la soberanía nacional, sea bien porque pueblos sin Estado, como hay Estados que no responden a los intereses de la mayoría de su pueblo, o a la serie de pueblos que contiene), que apliquen, de llegar al gobierno, una política antiausteritaria, de redistribución económica, de la renta y de la riqueza, sin miedo a romper la senda del déficit en periodos recesivos, de socialización de los sectores estratégicos, de cuestionamiento de las deudas ilegítimas, con medidas de protección social, todas ellas compatibles y favorables a ser extensibles[2] para otros países, con los brazos abiertos a la solidaridad internacional y la cooperación económica, y el despliegue de políticas de transición energética. Un proyecto que, idóneamente, debiera propiciar una desconexión de los centros capitalistas, que construya un polo de desarrollo endógeno, emancipación popular, cambio de modelo productivo, y adaptación sostenible del metabolismo de extracción/producción sociedad-naturaleza.




[1]La referencia a una moneda común, como último estadio de una integración, no equivale a una moneda única, sino a un sistema flexible de monedas vinculadas que admitiría correcciones pactadas en el tipo de cambio para actuar ante desequilibrios exteriores.
[2]Esto quiere decir que las medidas unilaterales incluyan cláusulas no lesivas para países terceros cooperadores y solidarios, implicando por ejemplo, la prevención de carreras arancelarias, de devaluación competitiva o fiscal de suma negativa.

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