Daniel
Albarracín 16 de Febrero de 2016.
Podemos
ha apostado por la formación de una “coalición y un gobierno por el cambio”.
Habiendo decidido está táctica en aras de formar parte de un gobierno es
consecuente desarrollar propuestas a iniciativa propia para tener fundamento y
bases sólidas en una negociación. Ir hasta el final, con una propuesta bien
construida, es la manera de ser creíble ante la ciudadanía como fuerza de
gobierno, y deja en una situación difícil de nuevo al PSOE que, si no cuenta
con esta propuesta, deberá explicar muy bien por qué no alcanza un pacto y por
qué rechaza numerosos contenidos ampliamente demandados por la mayoría social.
La
contestación de rechazo del PSOE refiere al único punto que le pueda dar rédito
electoral fuera de Cataluña, Euskadi o Galicia: el capítulo del referéndum
sobre la autodeterminación. Sin duda alguna, sigue siendo un acierto seguir
apostando por este derecho democrático. Pero no cabe duda alguna de que el PSOE
al fijar la atención sólo en este punto oculta los muchos desacuerdos que
guarda con el resto del contenido.
Las
siguientes notas van a referir a la versión de “contrapropuesta programática”
que ha puesto Podemos el pasado lunes 15 de Febrero sobre la mesa, tras la
propuesta conocida del PSOE. Nos
centraremos principalmente en sus capítulos económico, social y laboral.
Contenidos más positivos de
la contrapropuesta.
Cabe
comenzar diciendo que este documento representa una propuesta consolidada y
mucho mejor armada en su composición que el propio programa de Podemos para el
20D. Está mejor desarrollada y mejor organizada, más clara. Comencemos por las
partes más sólidas y progresivas de la propuesta de gobierno para hacer
coalición.
Los
puntos más sobresalientes y positivos
del programa son los siguientes, desde el punto de los intereses de las clases
populares:
·
Un vector propositivo de
desarrollo que consiste en la inversión, fundamentalmente socioecológica,
creadora de “buen empleo”. Deja claro que aparte de una política de gasto es la
inversión pública, principalmente, la que permitiría contrarrestar la crisis
económica.
·
Un marco propositivo de reforma
del marco laboral, favorable al mundo del trabajo, comenzando por la derogación
de las dos últimas reformas del PP y PSOE y con un nuevo Estatuto de los
Trabajadores que ofrece numerosas garantías ante el desempleo y contra la
precariedad, así como de la negociación colectiva. De hecho, es una propuesta
que mejora sustancialmente y concreta más que la primera propuesta que hizo
Podemos ante las pasadas elecciones. Destacaría la regulación de los grupos de
empresas como unidad de negociación, la
recuperación de la ultraactitividad, el refuerzo de la representación de los
trabajadores para evitar la fragmentación y consolidarla en el marco del grupo
empresarial o el proceso de trabajo; la primacía de la negociación sectorial
sobre la de empresa; un régimen de contratación que reduciría la temporalidad
(un máximo de un año) y que daría garantías al empleo a tiempo parcial
(causalidad, jornada mínima de un 50%, etc...); se equipararía el falso
autónomo al trabajador asalariado; o se reforzarían las garantías del derecho a
huelga; y se mejoraría el SMI hasta 950 euros mes.
·
Un programa de transición
energética definido con reformas encaminadas a cambiar el modelo productivo.
Sin duda alguna, este capítulo, frente a la vaguedad del proyecto del PSOE está
detallado y contiene buena música y buena letra. Además ya cobra forma
articulada con el resto del documento.
·
Una serie de programas sociales
que implicarían la reversión de los recortes, la recuperación de los servicios
públicos fundamentales de carácter universal y algunas mejoras con un programa
de protección social y de rentas de ciudadanía.
Elementos moderados pero bien
encaminados
La
reforma fiscal que plantea Podemos está bien concebida, y cuadran las cuentas
en términos temporales y de coherencia con los apartados presupuestarios que
trata de sostener, con una fundamentación de economía política. Es una
propuesta bien diseñada que soporta el esfuerzo fiscal en las rentas altas y
del capital, del patrimonio, y que propone una reducción del IVA en bienes
básicos para los consumidores, y que por tanto encierra una solución progresiva
del marco fiscal con mayor capacidad recaudatoria, más aún al dotar de recursos
a la inspección fiscal y que contempla medidas contra la evasión y los paraísos
fiscales. Pero es una propuesta tímida al insistir en un aumento de apenas del
3% del PIB de los ingresos públicos, aunque parece razonable para una
legislatura y en el marco de la correlación de fuerzas actual y que, marcando
una orientación positiva, puede entenderse como válida como un paso en la buena
dirección y que permitiría recuperar servicios públicos a niveles anteriores a
2010.
Aspectos problemáticos.
La
primera consideración es el exceso de optimismo en la previsión de crecimiento, parece que bajo el contagio de ciertas
asunciones que parecen ser endebles. El crecimiento de la economía española
está siendo alto para lo que es el contexto europeo. Pero las bases sobre la
que se construye son débiles. Es posible que la propia política económica que
el programa plantee permita prolongar el corto ciclo de auge que se prevé y
contribuya positivamente al desarrollo económico del Estado español. Pero hay
indicios serios para pensar que ese ciclo será débil y de corto recorrido en lo
que concierne a los factores externos. La situación de deflación, una
recuperación de la inversión basada en un ciclo de atracción de capitales
favorecida por la política monetaria del BCE (que durará hasta 2017) y que se
soporta en sectores clásicos con un corte rentista (inmobiliaria) o saturados
(turismo), el estancamiento europeo, la crisis de los emergentes, son factores
adversos que cabría contemplar.
El
segundo elemento que se plantea es que se acepta el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, si bien se propone su
flexibilización y su cumplimiento en un plazo más largo. La exigencia de
Bruselas de recortes por un montante que puede ascender a unos 11.000 millones
de euros sería el primer escollo a superar. Las élites europeas sólo toleran
flexibilidad para gobiernos conservadores afines. Un gobierno en estas
condiciones estaría liderado por el PSOE, que es devoto del Pacto Fiscal con
apenas retoques. Sólo en esas condiciones se entiende una propuesta así, más
aún cuando sería una propuesta de negociación de difícil aceptación por
Bruselas. De lo que se trataría, por el contrario, es cuestionar los contenidos
de la gobernanza económica exigida por la UE, que aunque se plantea en el
discurso del documento no se materializa en una propuesta alternativa de
coordinación macroeconómica para la UE. La pregunta que cabe plantearse es,
¿qué se hará si no se acepta esta flexibilización?. ¿Se acatará y se asumirán
los recortes consiguientes?. ¿Se desobedecerá y se asumirá la sanción de un
0,2% del PIB, más de 20.000 millones de euros?. ¿Se distanciará de la UE sin
cumplir sus preceptos?. ¿O qué?.
Otro
punto moderado es el abordaje de la cuestión
de la deuda, que sigue consistiendo en la reclamación mediante un impuesto
de solidaridad a la banca de la devolución de los 60.000 millones que costó su
rescate. Siendo una medida justa, es insuficiente y, si lo que se busca es no
enfadar a la banca, no lo va a conseguir, porque la banca no aceptará ceder
nada, y sólo cabe plantear medidas de intervención política que, si nos
atenemos a la responsabilidad de la banca en la crisis, deja como sumamente
floja la respuesta política que se le da. Ahora bien, entendemos que como punto
de partida para una negociación de entrada en un gobierno como un socio menor
se comience por aquí.
Podría
plantearse como solución alternativa la conversión de las ayudas públicas en
acciones de oro (participaciones públicas) de tal manera que una banca pública
pudiera entrar en el accionariado de la banca privada con fuerza en su
dirección.
Pero
cabe mencionar que la reestructuración de la deuda, que debiera comenzar por
una auditoría para determinar qué parte de impaga, a quién, de qué modo, y qué
otra parte se posterga en su pago, o se modera en su montante y tipos de
interés, es un capítulo fundamental que, aunque quizá no urge económicamente en
un primer momento (aunque sí políticamente debiera ser de lo primero en
acometer) es, posiblemente, el vacío más fuerte de esta contrapropuesta.
Aunque, igualmente, es comprensible su ausencia en el marco de una negociación
en la que se acepta ser un socio menor en un gobierno del PSOE…
Por
referirnos a las rentas de ciudadanía, estas se plantean como un complemento de
ingresos para salir del umbral de la pobreza, o un complemento de ingresos
laborales para aquellos que obtienen un bajo salario (pero al menos 250 euros).
La solución es ingeniosa, pero se corre el riesgo en el complemento salarial de
que, si no se evita nuevas devaluaciones salariales, al final el Estado corra
con los gastos y abarate los costes laborales al empresariado. Habrá que tapar
los coladeros que con esta propuesta puedan producirse.
Asuntos pendientes o ausentes.
Hay
varios capítulos sin tratar, o sin tratar con suficiencia, en la
contrapropuesta programática de Podemos.
Comencemos
por la Reforma del marco financiero.
El sistema financiero español ha sufrido una transformación inédita en los
últimos años tras una crisis bancaria provocada por la flexibilidad de su
regulación y por las propias prácticas bancarias en relación a su negocio. El
marco de política monetaria del BCE en el ámbito de la moneda única condujo a
un proceso de facilidades de financiación sorprendentes, que jamás tuvieron
cauce razonable ni por parte de los poderes públicos (regulando los productos
bancarios a través de sus tipos de interés o condiciones de concesión, por
ejemplo) ni mucho menos por la banca privada. La reforma del marco financiero
es clave para asegurar los derechos de los depositantes, atribuir las correctas
responsabilidades a acreedores y accionariado, y marcar líneas para encauzar la
creación de dinero bancario a través de la deuda. Asimismo habría que hacer
balance, debiera emprenderse una evaluación del proceso de concentración bancario
sucedido así como de la ventajosa adquisición de las cajas por el sector
bancario. Sin duda alguna, esa reforma financiera a la que aludimos debiera
incluir pautas hacia donde debiera encaminarse el sector bancario de cara a
cumplir su función social del crédito. Dibujar límites al tamaño de las
compañías bancarias, regular el sistema de grupo de empresas financieras
complejas atribuyendo a la compañía principal la responsabilidad apropiada, o
exigir la división de las entidades comerciales de las de inversión también es
un capítulo a recordar. También cabría incluir condiciones al funcionamiento
bancario, como el establecimiento de coeficientes de reserva más elevados, la
limitación de comisiones bancarias, la regulación de los tipos y productos
bancarios, o la exigencia de un ratio de compra de deuda pública en
determinados casos con parte de los beneficios bancarios o, en su defecto, un
impuesto bancario sobre los beneficios para crear un fondo –orientado bajo
gestión pública- para emplearlo en casos de crisis bancarias que puedan generar
problemas sociales.
En
el capítulo de la creación de una banca
pública se plantea una propuesta racional como es la de evitar la
reprivatización de Bankia o Mare Nostrum, creando así una banca pública. Pero
en nuestra opinión sería ajustado plantear que aquella banca que no respondiese
a los parámetros de una nueva reforma regulatoria debiera ser intervenida. Una
intervención que pudiera dejar bajo control público activos hasta ahora en
manos de la banca privada, bien entrando con fuerza en los consejos de
administración, como, en su caso, con expropiaciones que dieran paso a engrosar
con más activos una banca pública robusta y capaz de operar en aras de interés
social y productivo.
Se
echa en falta una política respecto a la Unión Europea, que ante la tesitura de
su comportamiento adverso no hay previsto planes de emergencia, tanto para
hacer frente al perjudicial modelo de la UE, como ante su presumible reacción
ante la necesaria acción política de hacer lo legítimo, aun cuando eso no
coincida con la legalidad de la UE. Más aún cuando el problema es estructural,
dada la arquitectura de la UE y de sus políticas en el marco del Sistema Euro. El
incumplimiento de las reglas de la UE, recordemos, pueden suponer desde
sanciones, interrupción de programas europeos en el país o, en el marco
financiero, el cortocircuito de los mercados de cara a proveer financiación, o
simplemente la expulsión de la eurozona. Para todo esto quedan más preguntas
que respuestas. Y convendría tener ideado un plan de actuación en tal caso, lo
que algunos han llamado un Plan B.
Conclusiones
Las
élites económicas se encuentran en una tesitura en la que difícilmente pueden
recurrir al PP como partido de gobierno ante el estallido judicial de la
corrupción en su seno, un escándalo que llega a los tribunales y que
posiblemente marca un antes y un después. Un después que puede inaugurar la
perspectiva de la formación de una nueva fuerza de la derecha en los próximos
tiempos. Las élites probablemente juegan a favor en este momento de la
formación de un gobierno PSOE-Ciudadanos, con apoyos de investidura periféricos
y con la abstención del PP, pero no lo sabremos hasta que se resuelva la
intriga. Todo ello tras el acoso necesario, el aislamiento de Podemos en el
proceso de investidura, con el objeto de no dejarle argumentos para que al
menos se abstenga.
Las
élites económicas, desde las europeas hasta las ibéricas, no pueden aceptar un
programa económico y laboral como el que propone Podemos, en tanto que exige un
incremento fiscal y de gasto, con un alto contenido social, de mejoras en la
regulación laboral y claramente comprometido con la reconversión ecológica del
proceso productivo.
En
definitiva, consideramos que esta contrapropuesta está caracterizada por cuatro
características. Primero, está fundamentada, es propia de un documento para
gobernar; pero que con el compañero de viaje que se postula se aplicará mal.
Segunda, está marcada por la gradualidad, con la virtud de prever un marco
temporal de aplicación, pero también olvida que vivimos momentos de cambio
cualitativo y que el gradualismo sólo da al adversario tiempo para reaccionar
en nuestra contra. Este programa no lo aceptarán las clases dirigentes ni el
PSOE, tampoco afronta numerosos retos como son la envergadura y complejidad de
la crisis económica internacional, menos aún del modelo socioeconómico que la
sustenta. Ni prevé respuestas ante la segura reacción de las clases dirigentes a
escala nacional y europea. Es también un programa moderado, pero camina en una
dirección interesante. Es un buen punto de partida para seguir discutiendo y un
buen documento para dejar sin argumentos a las élites, que seguirán perdiendo
cualquier rastro de legitimidad. Y eso es bueno.
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