10 de Febrero de 2016
Orientación general
La reciente
propuesta programática del PSOE para intentar formar gobierno está marcada por
varias características. La primera de ellas es que introduce algunos gestos y
retórica (transición energética, lucha contra la pobreza energética, “mínimo
vital”, lucha contra el fraude y la corrupción,…) que imita algunas ideas
expresadas en los movimientos sociales, que incorpora medidas aisladas de
interés (paralización de la Lomce, recuperación cobertura universal de la
sanidad pública…). Ahora bien, fundamentalmente sigue honrando los parámetros
establecidos por las élites europeas, el Eurogrupo y la Troika, aliviando
algunas reformas del PP pero sin rebasar el punto de partida ya bastante
negativo que trazó el Partido Socialista en su periodo de gobierno. En suma, se
trata de una propuesta socialiberal que ni siquiera llega a restaurar el punto
de partida de los derechos anteriores al inicio de la crisis.
A este respecto, el
PSOE se muestra como un gobierno afín a los pilares económicos establecidos en
la Unión Europea, aceptando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y el proyecto
de refundación que entraña el Informe de los Cinco Presidentes. Se trata de un
gobierno responsable con las deudas creadas y con la consolidación fiscal del
presupuesto. Y un gobierno europeísta en términos de la federalización del
modelo para una Europa del capital –y, por tanto, algo distinto a la
aproximación de Merkel, más intergubernamental-.
Una política económica neoliberal, con el acelerador sin
pisar tan a fondo como el PP…
Cabe identificar
cómo lo hará en materia de política económica, porque, bien es cierto, no
plantea enfoque igual que el del PP. La propuesta plantea reducir el déficit
público, solicitando que se acepte el desfase de 2015, para que en 2017 se
alcance el 1%. Para eso cuenta con tres cosas: que se prolongue la recuperación;
que se elimine gastos superfluos con una auditoría del gasto público; y que se
realice una moderada reforma fiscal que persiga más el fraude, introduzca el
Impuesto de transacciones financieras, eleve el tipo efectivo del impuesto de
sociedades (hasta un mínimo del 15%), revise los impuestos del patrimonio (la
riqueza) al alza elevando los ingresos públicos en alguna medida. En suma,
aspira a que en 2017 se cumpla el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y en 2019
se reduzca a tan sólo el 1% del PIB. Resulta más que dudoso que el crecimiento
económico (más allá de si es deseable en términos energéticos, generación de
emisiones y residuos) persista. La deflación, la pérdida de eficacia de la
política del BCE, y el estancamiento europeo, y una probable nueva recesión en
2017 o 2018, nos hacen dudar de que con tan difusas medidas pueda conseguirse
algo así, y eso sin preguntarnos sobre si ese objetivo es en sí deseable.
Puede afirmarse que
no hay cuestionamiento alguno del peso de la deuda pública y ni menciona una
palabra de su posible revisión. Eso no impide señalar que plantea reformas
menores que afecta a la deuda hipotecaria que aliviarían casos particulares. Es
necesario recordar que aunque España es el país europeo que ha aliviado más en
términos comparados la deuda privada de las empresas, y que no está sometido a
ningún programa de rescate en este momento, el tamaño de su deuda pública sigue
creciendo debido a las políticas de generosidad con el capital que han
sostenido los anteriores gobiernos y el que aún está en funciones. Ahora mismo
no es el problema más urgente, más aún con tipos de interés reales casi nulos,
pero será el primero de ellos en cuanto los programas de Flexibilidad
cuantitativa del BCE se acaben, quizá en 2017, y cuando el estancamiento y una
nueva recesión regresen a escena.
Una reforma laboral entre la del 2010 y la del 2012…
En materia de
empleo el PSOE plantea una reforma que estaría a caballo de la que ellos
implantaron en 2010 y la que impuso el PP en 2012. Introduce ideas de interés
como la definición de tres figuras contractuales, impidiendo que un puesto
permanente sea ocupado por un empleo temporal, o que deje de priorizarse los
convenios de empresa. Pero sigue apostando por políticas de subvención a la
contratación (inútiles para crear empleo neto, y que apenas sirve para abaratar
costes laborales al empresariado para la contratación que igualmente iban a
hacer), y apenas alivia en una medida ridícula la desaparición de la
ultraactividad de los convenios que llevo a cabo el PP y que supuso la
destrucción de más de la mitad de los convenios colectivos en España.
El resto de reformas: más nombre que contenido…
Ni que decir tiene
que las reformas del sistema electoral que plantea son meramente cosméticas. El
documento pone mucho énfasis en materias de reforma mercantil para la promoción
de empresas que, como sabemos, de poco servirá en ausencia de una política de
inversión pública sostenida y sostenible.
En suma, podemos
decir que el PSOE no es el PP, pero sus planteamientos no difieren
cualitativamente, y que sigue mostrándose como el partido que sigue intentando
legitimar el régimen de la transición y la Europa del capital (federalizada).
Las políticas
sociales que plantea también son tímidas, aunque al menos se las plantean, algo
que el PP ignoraba ampliamente. Eso sí, no plantea ni siquiera revertir la
reforma de las pensiones, y apenas señala tiritas para las situaciones de
pobreza energética, pobreza social (ingreso vital para familias sin ingresos),
y las medidas medioambientales no representan más que aspirinas ante un
problema ecológico comparable a un cáncer.
Qué hacer en este proceso de negociación para formar
gobierno.
En definitiva, formar
gobierno bajo el liderazgo de este PSOE, y con el respaldo parcial de
Ciudadanos y puntual del PP, desprestigiaría a cualquier formación
corresponsable en su gestión de cara a las clases populares. Además, no
impediría las iniciativas antisociales de las élites europeas como los recortes
que se aplicarían inmediatamente (unos 10.000 millones de euros), ni
conseguiría un avance democrático en este país, ni en su vertiente social, económica
o territorial. Con este programa no se puede gobernar para las mayorías y,
aunque naturalmente habrá que sentarse a hablar de tantas cosas que sean
precisas, consideramos que en estas condiciones sería inaceptable políticamente
ser socio de gobierno.
En nuestra opinión,
se dan las condiciones para que una repetición de elecciones sea el mejor de
los escenarios. Más aún con la polarización social que puede estar dándose, y
que, combinado con una generosidad en la confluencia política de las diversas
fuerzas populares existentes –lo que aumentaría sustancialmente el número de
escaños y minorizaría al PSOE-, favorecería las posibilidades de disputar con
holgura el liderazgo de las fuerzas del cambio. Siendo así Podemos, o una
fuerza unitaria más abierta, podría posicionarse como principal fuerza de un
gobierno de transformación en unas nuevas elecciones, arrastrando a otros a
apoyarle o, si no, dictar su sentencia política de muerte.
En el caso de que
el PSOE trate de formar gobierno con Ciudadanos no es admisible el apoyo ni a
la investidura. La investidura, a nuestro juicio, sólo se puede facilitar en
caso de un gobierno del PSOE sin Ciudadanos ni PP, lleve adelante medidas que
supongan alguna victoria social (Educación, Sanidad, Reforma Electoral, plan de
rescate ciudadano, etc…) y que debiera estar condicionado dicho apoyo medida a
medida bajo una fuerte presión social y política.
Sólo si se acuerda
un nítido programa de gobierno que cuestione y resista con claridad el Pacto de
Estabilidad y Crecimiento, siente las bases de una reestructuración de la
deuda, impulse una reforma fiscal progresiva más ambiciosa, un plan de
inversión socioecológico generador de empleo digno, una reforma laboral más
garantista y una reforma de las pensiones y de la ley de dependencia que
proteja a ancianos, mayores y mujeres, podría admitirse conformar gobierno.
Mucho nos tememos que Podemos sólo podrá conseguirlo si acumula más fuerza en
la movilización social, en una política unitaria en las confluencias, con una
mayor participación democrática en su seno, abierta a sectores que se han ido
alejando u otros que nunca entraron. No hay que tener miedo a unas nuevas
elecciones.
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