Este artículo salió publicado recientemente en la Revista Alternativas Economícas
Manuel
Garí
Economista.
Colaborador de la Fundación 1 de Mayo
Hemos
atravesado la peligrosa frontera de una concentración troposférica de 400 ppm
de CO2. Era de esperar. La expansión del capitalismo industrial está
basada en los combustibles fósiles. Entre 1850 y 2007 la productividad se
multiplicó por 9,5, pero las emisiones de CO2 por 155. Basta repasar
la presencia de otros gases -CH4, N2O, HCF, PFC y SF6-
en la producción para constatar el acoplamiento entre modo de producción,
modelo productivo y riesgo climático.
En Túnez, el Foro Social Mundial constató “las
instituciones financieras internacionales fomentan el extractivismo como gran motor para estimular el
crecimiento (…) como un camino de acumulación rápida” a costa de los
pueblos empobrecidos. El capital financiero ante las rentabilidades
decrecientes está posicionándose en la geopolítica de la escasez mediante la
apropiación y mercantilización de bienes naturales públicos finitos con demanda
inelástica que cubren necesidades sociales básicas en el Norte y en el Sur.
La economía carbonizada, destructora de la biodiversidad y
tóxica no es resultado de un error tecnológico sino de decisiones políticas
puestas al servicio de la ganancia privada. La producción generalizada de
mercancías es inherente al capitalismo; conlleva fagocitar inputs escasos y
expulsar outputs indeseables. De ahí también que induzca a la compra incesante
de artefactos, gran parte de ellos ajenos a la satisfacción de las necesidades
humanas. La financiarización ha subordinado el tejido productivo a sus
requerimientos, lo ha fragilizado y conlleva una mayor presión sobre las dos
únicas fuentes de la riqueza según Marx: el trabajo y la naturaleza. La
globalización ha exacerbado los rasgos genéticos del capitalismo: injusticia y
productivismo.
El modelo productivo de ciclo abierto (sucio y
materialmente ineficiente) determina el modelo consuntivo. Por ello, la clave
es actuar sobre la oferta sin renunciar a modificar el insostenible modelo de
consumo individual en los países ricos. El modelo limpio de ciclo cerrado (y
sus tecnologías y procesos) deberá lograr tres objetivos: 1) sostenibilidad en
el uso de los recursos renovables y drástica reducción del de los no renovables,
empezando por la energía; 2) uso masivo de sustancias, tecnologías y procesos
limpios y materialmente eficientes; y 3) maximizar los bienes y minimizar los
residuos, que deberán reincorporarse al ciclo como nuevos recursos.
La reconversión ecológica de la actividad económica
implica ahorro en recursos y energía; desmaterialización (disminución de los
recursos requeridos por persona para la satisfacción de sus necesidades);
debate social sobre necesidades y bienes: qué, cómo y cuanto producir
(consumir, mover…); y resolver dilemas como ¿poseer artefactos o usarlos?
Supone pues un profundo cambio político basado en la participación democrática
de la ciudadanía.
La sociedad deberá decidir qué sectores deben crecer y
cuales decrecer o desaparecer. A título de ejemplo: cultura, educación,
sanidad, alojamiento, atención a las personas, movilidad sostenible, química
verde y energías renovables versus publicidad, locomoción individual a motor,
tóxicos y no biodegradables, nucleares, petroleras y armamento. Más pronto que
tarde el capital reaccionará y la mayoría social tendrá que escoger entre sus
intereses y los de aquel.
Conclusiones
El
cambio será cuantitativo y cualitativo, imposible de lograr sin romper con las
reglas de la dictadura de los mercados ya que ni el proceso es individual, es
social, ni la alternativa es tecnológica o meramente cuantitativa, es política.
Deberá asegurarse una transición justa para
las personas de los sectores y territorios en declive mediante protección
social y nuevos empleos.
La salida de la crisis actual no puede realizarse con las
herramientas del pasado, debe tener presente los límites de la biosfera.
Indicadores como el PIB no tienen una utilidad general
porque reducen a magnitudes monetarias hechos, bienes y servicios de diferente
naturaleza y no trata el conjunto del ciclo productivo ni los impactos; es
necesario crear otros indicadores y combinarlos.
La economía sana y el buen vivir no dependen
exclusivamente de la evolución del PIB. Por ello términos reduccionistas y
ambiguos como decrecimiento presentan inconvenientes conceptuales y difícil
comprensión social. No hay una palabra talismán que resuma y nos resuelva las
tareas del cambio necesario. Tareas y objetivos que desde el ecosindicalismo de
clase compartimos con todos los sectores de la ecología social, más allá de las
denominaciones. Hablemos de urgencias y alternativas.
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