Aparecido en Público el 17 de Marzo de 2013
Daniel Albarracín.
Los chipriotas hoy sacan desesperados no más de 1000 euros
que les permiten los cajeros automáticos. Saben que pronto se les aplicará una,
para más sarcasmo, “tasa financiera solidaria”, que les mermará los ahorros y
que se destinará a rescatar al sistema bancario privado. Por tanto, también a
todos aquellos acreedores internacionales que podrán seguir recibiendo su
dinero por las deudas contraídas por los bancos chipriotas.
Hace poco se acordó un modelo de unión bancaria en el marco
europeo que reafirma a las instituciones financieras de la UE como mecanismos
de socialización de las deudas financieras privadas y de su conversión en
deudas soberanas, creando fondos que garantizan el capital bancario, pero no
los depósitos de la gente que tiene su dinero en bancos. El caso de la pequeña
Chipre, apenas el 0,17% del PIB europeo, y el corralito impuesto a su población
es un experimento que puede que tengamos que recordar más adelante como un aviso
a las economías periféricas.
El anterior presidente, el comunista Demetris Christofias,
hostil a los requerimientos de la Troika, no buscó la reelección, y la reciente
victoria electoral del conservador Nicos Anastasiades abría la puerta a un
programa que supone la solicitud inmediata del rescate a la Troika.
Las raíces de la quiebra económica chipriota responden a
diferentes factores. Se ha mencionado su relación estrecha con la economía
griega, pero lo fundamental en este caso es la formidable y particular quiebra
de su sector bancario privado. Las necesidades de recapitalización bancaria hace
pocos meses se estimaban en el 55% de su PIB (en el Estado fallido irlandés
alcanzaban en su peor momento el 40% del PIB irlandés). El Estado chipriota ya tuvo
que pedir ayuda financiera en junio de 2012, por este motivo, por un total de
1,8 miles de millones de euros. Tras haber perdido el acceso a los mercados
internacionales el Estado se encontró incapaz de financiar por sí mismo este
proceso. A partir de ese momento se proyectó un Memorandum de Entendimiento con
la Troika, hasta noviembre, que incluía un ajuste fiscal por un total de 7,25%
del PIB (en euros 1,3 mil millones) hasta 2016. El peso de la deuda pública sobre
el PIB ascendió al 140% del PIB tras aquel primer rescate bancario el año
pasado, pero ya alcanza ahora el 150%, lo que supone un riesgo de impago muy
serio de la deuda chipriota.
El sistema bancario funciona con cierta opacidad, en una
economía con un modelo fiscal comparable a un paraíso fiscal –casi como el de
Irlanda-, lo que es sumamente atractivo para captar el ahorro de fortunas
extranjeras, que cuentan allí con un total de 24 mil millones de euros, gran
parte procedentes de Rusia. Por este motivo el sector bancario alcanza un
tamaño inapropiado para la reducida economía chipriota, cinco veces mayor que
su PIB, con lo que su insolvencia arrastra a la quiebra del país.
Ante las reticencias centroeuropeas, la Troika aportará un total
de 10.000 millones de euros en forma de rescate, el quinto programa de rescate
en la Eurozona, una cuantía inferior a lo solicitado por Nicosia. Los
chipriotas podrían haber solicitado una ampliación del préstamo de 2,5 mil
millones de euros de forma bilateral a Rusia, que planteará coordinarse con la
Troika para completar el programa.
Los rescates en esta UE, cuyo objetivo central es estabilizar
el sistema financiero privado, vienen acompañados de fuertes condiciones para
los Estados, lo que implica una fuerte disciplina para las clases productivas.
En este caso, el primer damnificado es el depositante que verá detraído sus
ahorros, y se verá con restricciones para mover su dinero para evitar la fuga
de capitales. Se aplicará una tasa del 6,75% sobre los depósitos hasta 100.000
euros y del 9,9% a partir de esa cifra, una medida (exigida sobre todo por el
FMI y el gobierno de Alemania) con la que se recaudará 5.800 millones de euros.
Golpeará duramente a los ahorradores, y en especial a la clase asalariada y
personas jubiladas del país que no ha podido prever esta situación (que los
expertos indicaban desde hace meses) o que no están en condiciones de mover su
dinero a otro país, porque lo necesitan a diario. Como medida compensatoria
para los depositantes recibirán acciones equivalentes a la tasa que se les
reste, ¡de un sector bancario en quiebra!. ¡Y donde esas acciones, de valer
algo, se concentrarán en los grandes ahorradores que serán los únicos que
podrán aprovechar, si acaso, la recapitalización procedente del rescate!.
El resto de condiciones buscan el ajuste fiscal (recortando
seguramente de las políticas de inversión y políticas sociales necesarias),
privatizaciones (por unos 3 mil millones de euros) y “acuerdos” que supondrá
aprovechar el futuro negocio de las nuevas reservas de gas encontradas en la
zona de Chipre a finales de 2011. Todas estas medidas representan la garantía
de que las deudas (antes del sistema bancario chipriota, ahora del sector
público) se seguirán pagando. El gas se empezará a extraer y exportar en
2018-19 tras una inversión en infraestructuras con un coste de unos 10 mil
millones de euros, y que supondrían un alto rendimiento a largo plazo y fuertes
ingresos para el erario público que, ahora, se desviarían en gran proporción a
pagar la deuda y a formar un fondo soberano en vistas a los planes de
consolidación fiscal del Memorandum de entendimiento. Mientras se es generoso
para el capital bancario acreedor y rentista, el Estado sigue expoliando la
naturaleza y recortando a los trabajadores sus derechos.
Como contrapunto menor se aumentará del 10 al 12,5% el
impuesto de sociedades. Es una fórmula con visos recaudadores, pero debemos
indicar que el incremento debiera haber sido mucho más intenso, dado el dumping
fiscal del país en este capítulo y el agravio comparativo con el tratamiento a
las rentas del trabajo. Al mismo tiempo, está claro que esa recaudación tendrá
un destino completamente injusto e ineficaz.
En suma, el “experimento Chipre” es un aviso a navegantes del
que tenemos que sentirnos aludidos. Ha llegado el momento de que los pueblos
del Sur de Europa se alíen para desobedecer estas condiciones injustas de los
Memoranda de Entendimiento y los Tratados europeos de austeridad y empiecen a
caminar juntos para construir una estrategia económica supranacional solidaria.
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