7/1/12

¿Qué es la banca ética y a qué límites se enfrenta?.


Daniel Albarracín.
  
La banca ética es un modelo de banca privada que trata de imprimir a su gestión criterios con sensibilidad social, moviéndose en un entorno financiero convencional.

Trata de captar depósitos para facilitar un crédito, como banca comercial, ajustando las condiciones, aún cuando sus márgenes de intermediación financiera sean menores.
Para ello devuelve, en teoría, remuneraciones bajas de los depósitos para proveer crédito a tipos de interés modulados comparativamente más bajos, con condiciones más flexibles de devolución.
No persigue necesariamente grandes operaciones, sino que se ajusta a la capacidad económica y los proyectos personales, desarrollando iniciativas como la de los microcréditos.
El problema de la banca ética, vista con amabilidad y presumiendo sus buenas intenciones, es que en el mundo capitalista y según la envergadura y lógica de los mercados financieros, está abocada a alcanzar dimensiones marginales, y riesgos mucho mayores que el resto de la banca. No sólo porque su público tenga menos solvencia y más dificultades, sino porque rige un sistema de competencia feroz.
Eso si su recorrido se mantiene, porque estará sometida, en un mercado que es oligopolístico, al peligro de la extinción. La gran banca acapara depositantes, y tiene un acceso a los mercados financieros más capaz, por sus economías de escala.
En este sentido, un cambio en el sistema de crédito, desde una óptica política de transformación social, exige modificaciones del sistema bancario privado, incluyendo en muchos casos su conversión en banca pública, regulándolo mucho más severamente, así como impulsando una banca pública con iniciativa propia que tenga un peso significativo y a poder ser prevalente en el sistema financiero.
La banca ética se enmarca en una estrategia de cambio que parte de la iniciativa personal, y si lo es colectiva no lo es más que por agregación, y no por vertebración y cambio de las reglas de juego generales. Su problemática es análoga a lo que le sucede a las cooperativas, por ejemplo. Consiguen mitigar las jerarquías y tensiones internas, y en ciertos contextos contribuyen a una cierta resistencia o espacio autónomo de actuación. Pero tienen enormes dificultades para promover un cambio global, sometidas a las reglas de competencia que rigen en su entorno, abocándoles a situaciones de autoexplotación y crisis de agotamiento.


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