6/2/11

A vueltas con la jornada escolar



A vueltas con la jornada escolar. ¿En qué condiciones merece la pena implantar la jornada continuada?.

Continuamos con la reflexión sobre este tema complejo que concierne a la escuela y la nueva ola de proyectos que desean implantar la jornada continuada. Frecuentemente se plantea una disyuntiva entre jornada ordinaria y continuada. ¿Pero se puede dar una respuesta en abstracto y un sí o un no de manera cerrada y conclusiva?. La respuesta es un “según”… Miremos algunos factores que influyen y veamos.

Las posiciones más sensatas sobre este punto señalan que la jornada continuada tiene una incidencia inconveniente en algunos apartados, como el pedagógico, con repercusión más negativa en algún segmento importante del alumnado, en función de la edad, el entorno familiar, el desarrollo intelectual, o la adquisición de habilidades de estudio. Aún si bien en algunos contextos y en algunos colectivos puede compensar el sobreesfuerzo y la dificultad pedagógica que comporta, si hay una presencia asegurada de medidas complementarias.

Todo depende, por ejemplo, de los refuerzos educativos que se prevean prestar por la tarde, del personal dedicado a las tutorías, de las clases de refuerzo que algún colectivo requiera, de la vida y actividad cultural que se promueva por las tardes para hacer del colegio un lugar de convivencia de la comunidad escolar, y todo ello depende de los recursos.

En primer lugar, señalar que ante la crisis económica, la deuda, y la orientación privatizadora y de desdeño hacia lo público desde gobiernos autonómicos y munipales neoliberales y socialiberales, es muy previsible una caída en la provisión de recursos, que ya se ha comprobado y que se profundizará en los próximos tiempos. Si es así, no habrá esos recursos complementarios de personal y financiación, ni para actividades educativas y culturales, ni todas las subvenciones ni monitores necesarios para actividades extraescolares o comedor, mucho menos si hay menos alumnado, la excusa perfecta para el recorte. La jornada continua tiende a reducir la presencia de alumnado en el comedor y las actividades extraescolares, y la vida propia de comunidad escolar por la tarde, puede languidecer, sin mayores recursos.


Para el alumnado más pequeño, de infantil y primaria reducir a la mañana toda la docencia supone, y me remito a la experiencia de muchos colegios, menos tiempo para la convivencia escolar en los descansos, ir a todo meter para cumplir toda la materia, retrasar la comida demasiado, con la caída consiguiente del rendimiento, y emplear tiempo para el aprendizaje en la primera y última hora de la mañana, las de más bajo rendimiento. Quizá a partir de secundaria puede interesar la jornada continuada en algunos contextos y colectivos, en modo alguno antes.


Cuando se trata de comparar jornada escolar y laboral me parece desafortunada la tentación de equiparar el mundo empresarial, con el escolar o de la familia, aunque en todas hay formas de autoridad y jerarquía son de naturaleza distinta. Las relaciones que se mantienen y las actividades que se desarrollan son heterogéneas y poco comparables. En la empresa hay dominio y explotación, jefes y dirección, y el objetivo es la producción y la rentabilidad. En la escuela hay enseñanza y maestros, y el objetivo es el aprendizaje y la educación. En la familia hay afecto, y se producen cuidados y enseñanzas. Los objetivos, experiencias y tiempos son distintos. En la empresa hay relojes y objetivos económicos, en la escuela hay periodos lectivos, socialización y producción de conocimientos y habilidades, en la familia hay relación afectiva y producción de valores y habilidades para la madurez. Es cierto que la familia y la escuela comparten espacios y objetivos en muchos puntos. Pero su lógica de tiempos y actividad es muy diferente. En la empresa se optimiza los tiempos para la producción y el servicio, en la escuela hay tiempos de descanso, para la relación social, el recreo y para el aprendizaje significativo, en la familia los tiempos son los marcados por la necesidad cotidiana.

La actividad de aprendizaje en la actividad escolar, para mejorarla, exige la variedad, el cambio, la intermitencia y la concentración en tiempos con una duración adecuada. ¿Qué quiere decir esto?. Que para mantener la atención es necesario cambiar los motivos (las materias, los proyectos de aprendizaje), descansar cada cierto tiempo, y tras ello se puede volver a prestar atención en mejores condiciones. El mayor esfuerzo que requeriría la jornada continua para seguir la materia, al condensarse, sólo se puede compensar con refuerzo docente por la tarde, para los que vayan más despacio, y con una madurez y planificación del estudio del alumnado sólo esperable entre los que tienen ya más edad.


Puede haber contextos en los que la jornada continuada merezca la pena, porque en algunos meses del año haga mucho calor por las tardes, porque la zona sea rural, de difícil acceso, o porque haya posibilidad de que la recogida de los niños esté garantizada por un ambiente donde haya más confianza, y donde la escuela sea realmente un centro de actividad social. Pero es que en vez de buscar soluciones adaptadas y moduladas a cada caso (momento del año, situación de determinados colectivos), se plantea una solución global que en algunos contextos es desfavorable (mundo urbano, familias con ambos progenitores con empleo, dificultades de disponer tiempos para la participación por las tardes, ausencia de vida de barrio, etc…).


En cualquier caso, todo el debate se hace difícil, y apostando por la Escuela Pública, la clave está en los recursos y en la participación de la comunidad escolar, con una gran responsabilidad de los padres. La reducción del tiempo de trabajo y el reparto corresponsable de todo el empleo y de todo tipo de trabajo (asalariado, doméstico, de crianza, etc…) son aspiraciones fundamentales por las que hay seguir luchando. Pero confundir jornada escolar con jornada laboral es, cuanto menos, un desatino.

Para cambiar la sociedad, el espacio escolar es un espacio muy importante, pero no el único ni el primero. Para eso hay que cambiar las políticas institucionales y el sistema socioeconómico y político, participando desde los AMPA, los movimientos sociales y otras organizaciones ciudadanas. Y para cambiar el modelo laboral, hay que afiliarse y participar en sindicatos que aspiren a ese cambio social y laboral.

Cambiar la jornada escolar para cambiar la jornada laboral, no es necesario (¿por qué no reducir un día a la semana de trabajo, y aumentar el personal para compensar los días de servicio sin cubrir?), ni es conveniente en todos los casos ni para todos.

Decía alguien hace tiempo que “cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. Y es que el tema no es sencillo.

1 comentario:

ruketas dijo...

Hola Dani, la cuestión es interesante. Los seguidores de PISA no paran de decir que uno de los factores que más influye en la adquisición de competencias es el número de horas lectivas. Esta pedagogía productivista llega a ser política de Estado en Corea del Sur o las ciudades chinas, donde no han abandonado la economía real (usando a Sennet), y queda aquí como estrategia particular de las clases medias- altas. A mi como padre, dicho sea de paso, no me convencen.

Un abrazo,

Carlos Bruquetas
http://http://grandesnumeros.wordpress.com/