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¿Cómo encaja la teoría del desarrollo desigual con la de las ondas largas?

Daniel Albarracín 29/FEB/2024

¿Cómo encaja la teoría del desarrollo desigual con la de las ondas largas? - Viento Sur

Mandel tomó el esquema del desarrollo desigual y combinado para estudiar el capitalismo a escala mundial. Observó que el Tercer Mundo, como así se llamó a los países del sur durante la Guerra Fría, se vio atrapado en relaciones de dependencia, debido al imperialismo capitalista, viéndose abocado a la especialización subalterna en el sector primario. Eso no impidió que algunos países alcanzasen cierto desarrollo industrial (Katz, 2018: 45) gracias al proceso de sustitución de importaciones.

Su lectura del desarrollo desigual preveía un empobrecimiento absoluto para la mayoría de los países del Sur y una semiindustrialización dependiente en otros, las llamadas semiperiferias. Mandel (2023) afirmó que se producían procesos permanentes de transferencia de valor del sur al norte. Para entender el desarrollo desigual, se centró, en primer lugar, en la violencia de la acumulación originaria, y, en segundo lugar, en la formación de ganancias de los oligopolios empresariales en los países imperialistas. De esta manera, atribuyó a la presencia de tasas de ganancia duales la vía de generación de transferencias de valor desde la periferia al centro, donde estaba el capital oligopólico central.

Desde nuestro punto de vista, la explicación de Mandel sobre el desarrollo desigual, aunque en general consistente, hace demasiado hincapié en la competencia oligopólica para explicar el desarrollo desigual. Salvo una serie de excepciones, preveía un empobrecimiento absoluto, siguiendo las tesis de Marini (1992), de la mayor parte de países del sur. Sin embargo, hemos asistido a procesos de industrialización, expansión del empleo e incluso de los salarios reales, que son absolutamente compatibles con la caída del peso del fondo de salarios en la renta nacional de cada país, el incremento de la desigualdad social y con una divergencia con los países centrales. Esas divergencias reales han venido acompañadas de procesos de crecimiento en muchos países de la periferia. 

Algunos autores, como Astarita (2009), plantean revisar el lugar y el peso que atribuía Mandel a la competencia oligopólica internacional como factor explicativo de la transferencia de valor sur-norte, o de la tendencia hacía el subdesarrollo absoluto. Con ello se propone, como sugiere el economista brasileño Marcelo Carcanholo (2017), revisar algunas afirmaciones exageradas e intentar tomar lo mejor de la teoría de la dependencia.

El régimen oligopólico es la forma habitual de los mercados y da pie a la apropiación de beneficios extraordinarios. Pero el poder y permanencia de los oligopolios concretos sólo perduran a medio plazo, porque no hay actividad económica que pueda librarse de la competencia, ahora o más tarde, entre empresas, nuevos sectores o a escala internacional, y que estos puedan ser sustituidos por otros. La lógica oligopólica explica mal, a largo plazo, la transferencia de valor al considerar que “la competencia se anula”. Con ello, además, sin más sustento que una apariencia temporal, pone en tela de juicio toda la teoría del valor que Marx propuso con solidez.

<¡--more-->La remuneración desigual del trabajo es fruto de niveles de productividad y unas condiciones salariales y de trabajo diferenciados, dependientes de la posición de los sectores económicos en los que se emplean dentro de la cadena de valor global. Esta también tiene un carácter desigual, basada en una división del trabajo internacional definida por una jerarquía imperialista. 

El economista estadounidense Fred Moseley (2017) afirma que, en la lógica del capital, primero se produce la extracción general de valor y que después tiene lugar la competencia por el beneficio. En virtud de esta competencia, los capitalistas se apropian de forma diferenciada la plusvalía global, según su competitividad, anclada en su posición ventajosa en la división sectorial del trabajo.

Shaikh (2016), junto con Mandel (2023), admite una transferencia de valor de la periferia al centro como si los territorios se explotaran mutuamente. Astarita advierte que la explotación se produce sobre la base de una relación de clase, no de territorios. Según el concepto de trabajo potenciado (como explica Rolando Astarita en este Plural), la diferencia tecnológica entre dos unidades productivas hace que una hora de trabajo bajo un sistema técnico genere mucho más valor que otra hora utilizando otra tecnología. Por tanto, la burguesía extrae plusvalía de la clase trabajadora, obteniendo un valor diferente de cada unidad productiva. No hay, pues, transferencia de valor dentro de la misma clase, de diferente origen nacional, sino que la burguesía extrae valor de manera diferencial y luego se apropia de manera desigual del excedente creado por la clase obrera internacional a lo largo de la cadena de valor en el proceso de competencia. La obtención de beneficios se logrará para cada unidad productiva por su respectiva composición e intensidad tecnológica, esto es, por su productividad y sus costes de producción relativos, que marcan su posición competitiva. Una vez extraída la plusvalía global, las unidades productivas más competitivas no sólo extraen más valor, sino que también obtienen beneficios extraordinarios al ganar terreno a sus rivales. Eso sucederá mientras dure su ventaja productiva, que terminará cuando se generalice al resto de las unidades económicas, agotando su ventaja singular, que es de carácter temporal.

Nuestra opinión sobre este punto es, para tener una teoría de la división internacional del trabajo, que podemos combinar tres interpretaciones articuladas que funcionen en su respectiva dimensión. Primero, la teoría de la acumulación originaria que da lugar a la formación de centros, semiperiferias y periferias, al modo que sugiere David Harvey (2004). Segundo, la teoría de las ventajas absolutas para el comercio internacional, que explica el ascenso competitivo de aquellos agentes económicos que tienen mejores costes relativos de producción y productividad, como señala Anwar Shaikh (2016). Tercero, la idea del trabajo potenciado, que considera que los capitalistas ubicados en actividades con mayores niveles de productividad están en mejor posición para apropiarse del valor creado por sus trabajadores, valor que es mayor porque los recursos productivos que reúnen son superiores a escala global, como plantea Rolando Astarita [mfn]1/ https://rolandoastarita.blog/2015/06/02/trabajo-potenciado-y-la-tesis-transferencia/[/mfn]. 

Sin embargo, el desarrollo desigual no puede explicarse adecuadamente recurriendo a un régimen de competencia, al oligopolio, o a la sobreexplotación –este último, si se produce, sería un fenómeno excepcional y coyuntural–. Lo primero sería caer en una explicación que afirmaría que existe una transferencia de valor del sur al norte a través de un mecanismo que se produce en el momento de la competencia, posterior a la extracción de valor. La segunda va en contra de la lógica de la causa principal, pero no única, de la fijación de los salarios, que es que éstos tienen que orbitar en torno al coste de reproducción de la fuerza de trabajo.

Lo que observamos es, en suma, varias dimensiones afectadas por el curso del conflicto social y de las luchas de clases, que tienen lugar en cada proceso histórico: 

  • un proceso de acumulación por desposesión, según el concepto de Harvey, que provoca una división internacional del trabajo de carácter desigual y una cadena de valor dominada por el capital de las grandes potencias protegido por sus imperios; 
  • una dinámica competitiva, basada en la lógica de las ventajas absolutas para el comercio internacional, según la perspectiva de Shaikh (2016), cuya inercia acentúa la divergencia real entre las economías (Montibeler, 2010). Esta dimensión, que afecta al comercio, no es menor, pues el peso del comercio representaba en 2020 el 52,8% del PIB mundial, según el Banco Mundial, cuando en 1970 sólo era del 25%. Con todo, en 2008, llegó al 61%, lo que es buena prueba de la retracción de la apertura del comercio internacional desde la crisis de aquel año. Ahora bien, esta teoría también admite que el liderazgo o la posición subalterna pueden variar si hay un cambio en la disposición y aprovechamiento de las ventajas o posición de cada economía, por ejemplo, con políticas económicas alternativas, desarrollo endógeno o de cooperación internacional estratégica. Lo que entendemos nosotros, además, es que, de haber transferencias de valor por esta vía se da en la competencia entre capitales, y no tanto entre países y menos aún dentro de la clase trabajadora; y
  • una lógica de generación de valor y de atribución de salarios diferenciada por la presencia de distintos tipos de productividad, condiciones de reproducción social de la fuerza de trabajo propias de cada formación socio-histórica, valga decir, de cada país -vinculadas a la correlación de fuerzas y a sus condiciones históricas específicas-.

Estos factores configuran, asimismo, tasas de rentabilidad temporalmente diferentes, que a su vez explican el movimiento de capitales y determinados patrones en las migraciones internacionales. 

Si el curso de una onda larga está determinado por la evolución de la tasa de ganancia, cabe preguntarse por la incidencia de desarrollos dispares o de proporciones diferentes entre los distintos ámbitos del mercado, transnacional, nacional o local. El curso de la acumulación no suele ser sincrónico ni sigue los mismos ritmos en todas las regiones económicas. En la práctica, existe una multiplicidad de tasas de rentabilidad que, aunque siguen tendencias similares, se mueven en pasos y ritmos diferentes. Por otra parte, la tasa de rentabilidad no es la misma para el capital transnacional que para el local, para el capital del centro o de la periferia o de la semiperiferia, para las grandes empresas que para las pequeñas. Hay que señalar que la tendencia a la equiparación de las tasas de beneficio sólo implica una guía reguladora en el horizonte, y que son heterogéneas en las coyunturas particulares.

Este es el origen de la discusión sobre el papel de los oligopolios. En su obra principal, ahora reeditada en su versión castellana, El capitalismo tardío (2023), Mandel señala que la oligopolización del capital explica la tasa de ganancia dual. Nos recuerda que no debemos sobrevalorar el fenómeno (Sweezy y Baran, 1966), cuya interpretación equivaldría a hacer inaplicable la ley del valor. Conviene reflexionar sobre el hecho de que los precios administrados por los oligopolios también tienen un margen de maniobra, sujeto a la competencia. Este margen de poder oligopólico sólo puede diferir el papel regulador de la competencia y el beneficio, no negarlo. 

Los oligopolios pasan por un ciclo de vida. Se ven afectados por la competencia, que nunca es perfecta. La globalización y el cambio tecnológico, comercial e institucional son constantes, y ninguna ventaja es permanente. Mandel señala correctamente que si la influencia del oligopolio en su sector se extiende, sus beneficios excedentes tenderán finalmente a acercarse a la tasa media. Por lo tanto, también están determinados por la ley del valor. También hay que señalar que la extracción de la plusvalía global precede a la competencia en el mercado y a la apropiación del excedente. 

Las observaciones de Mandel se refieren al período de posguerra en el que las grandes empresas alcanzaron una presencia notable y, posiblemente, se vieron afectadas por ello. El papel de los oligopolios, a pesar de las reflexiones y matices vistos anteriormente, es sobredimensionado por Mandel, ya que toma un régimen de competencia como la principal forma de explicar el desarrollo desigual. Ahora bien, no representan la causa única que explica los índices desiguales. La división internacional del trabajo, la composición orgánica y la tasa de plusvalía diferenciada entre países (Katz, 2018), el trabajo potenciado (Astarita, 2010; Mateo, 2020), también las políticas de los Estados –fiscales, de gasto público o de regulación laboral–, o los acuerdos supranacionales, concurren también, a nuestro juicio, como factores que influyen en esta formación diferenciada.

Conclusiones
El modelo de las ondas largas sigue estando vigente. Sin embargo, aunque la dinámica global guarda tendencias comunes y está conectada, consideramos que el concepto de onda debe tener en cuenta su especificación para amplias zonas regionales de mercado, al seguir ritmos propios y al encontrar asincronías. Esto nos invita a desarrollar un modelo de interpretación más completo y coherente basado en la articulación de la teoría del desarrollo desigual y de la dependencia, por un lado, y, por otro, la teoría de las ondas largas, en una perspectiva abierta. 

A este respecto, la pauta y dinámica de las ondas se ven alteradas continuamente como consecuencia de los acontecimientos y procesos históricos, los cambios geopolíticos y sociopolíticos, globales y regionales. Consecuentemente, las ondas largas tienen lugar y sentido en espacios económicos amplios y en procesos de larga duración. En este sentido, la tendencia a la mundialización se mueve por un terreno construido por formaciones socio-históricas que cobran cuerpo en territorios y pueblos concretos, que le dan forma, pudiendo revertir temporalmente, o librarse de pautas preestablecidas, si se dan procesos de ruptura con la lógica del capital.

Si vemos la acumulación en general, viendo las tendencias hacia una acumulación más débil, ¿tenemos que prever inevitablemente, como dirían Sweezy, Baran (1982) o, por otras razones, Michael Roberts (2016), una dinámica estancacionista del desarrollo capitalista, fruto de sus mecanismos internos? No podemos generalizar y nada está escrito. Las tendencias internas del capital no son lo único que participa en la historia ni éstas son iguales en todas las zonas del mundo. Por el contrario, el curso de las luchas, los acontecimientos, las victorias, avances, derrotas o retrocesos, los cambios en las estructuras dan lugar a nuevas fases y ondas. Por el momento, mientras esos acontecimientos nos sorprenden o los ponemos en marcha en la acción política, los límites ecológicos, la acumulación de la deuda y la intensificación de la guerra comercial e interimperialista, cuya expresión de ella tenemos en la guerra de Ucrania, y otras en curso o latentes, dificultan cualquier prosperidad. 

Sin embargo, no podemos decir lo mismo para China o India, que crecen comparativamente fuertes, o en relación con los países del Sur Global, que no están estancados. En definitiva, corresponde a cada época realizar un análisis concreto de la situación concreta, teniendo en cuenta que también somos protagonistas, sea por acción o por omisión.

Desde este punto de vista, la aplicación de la denominada política neoliberal respondió a las condiciones del nuevo contexto, pero fue el resultado de un conflicto político. Las clases dominantes de la época libraron una fuerte batalla política, ideológica y material contra los sindicatos, que quedaron reducidos a una minoría corporativa o se integraron en la llamada concertación social, perdiendo su vocación de cambio universal. La larga batalla de los años setenta y ochenta se saldó con una importante derrota política del movimiento obrero y de las fuerzas transformadoras, que se fragmentó o culminó parte del camino hacia la adaptación social-liberal. Pero esto no se produjo sin una adecuación de las medidas de la burguesía, pues tuvo que dosificar sus políticas de ajuste, desplazar a unos e integrar parcialmente a otros –en el marco de las aspiraciones individuales para formar parte de la clase media–, y lo hizo acumulando nuevos problemas a los que nos enfrentamos: principalmente, la inestabilidad laboral permanente, la deuda y la crisis ecológica. Lo que queda bastante claro es que la política de la burguesía no cuadra exactamente con el fantasma con el que luchamos y que, en cualquier caso, sea lo que sea, sus resultados nos presentan un cuadro de problemas nuevos que debemos comprender mejor.

Mientras, hay que caracterizar adecuadamente los nuevos cambios del momento. No estamos asistiendo tanto a un renacimiento de las ideas keynesianas de antaño como a la profundización de un neoliberalismo particular, que es el neoliberalismo de Estado (Albarracín, 2023). Con él, el Estado entra en juego, no de forma neutral, sino de forma activa y a favor del capital, utilizando fondos públicos sea para crear mercados artificiales a través de la contratación pública, o bien proporcionando ayudas financieras o subvenciones para cubrir los problemas de solvencia de muchas empresas. El mercado, en definitiva, para funcionar, requiere de mucha intervención del Estado (burgués).

En suma, el modelo mandeliano construyó una base fértil que ofrece una arquitectura analítica que resulta un magnífico punto de partida. Sin embargo, es necesario desarrollarla, y revisarla, poniéndola en relación con las nuevas evidencias. Siguiendo estas bases y, a la luz de nuevas aportaciones, podríamos apuntar ciertas perspectivas. 

La suma de contradicciones y la incapacidad de superar la crisis de sobreproducción, junto con los límites socio-ecológicos, auguran una larga crisis que oscilaría entre la débil recuperación, el estancamiento y la depresión. Primero, la crisis pandémica, después, la guerra, ahora la estanflación, pero especialmente la crisis climática y energética van a acentuar los problemas objetivos para la acumulación, fruto de la degradación múltiple de varias dimensiones ambientales, añadiéndose a las dificultades propias de la lógica capitalista.

Para terminar, si esta crisis sistémica no se enfrenta con una alternativa ecosocialista y feminista organizada, el neoliberalismo de Estado aplicado hasta ahora podría dar paso a un neoliberalismo autoritario y disciplinario en un marco globalizado agresivo y parcialmente replegado sobre ejes de conflicto geopolítico y de clase. La alternativa que seguimos imaginando y construyendo, para evitarlo, consiste en una lucha paciente, consciente y organizada por construir una sociedad ecosocialista, libre, igualitaria y emancipada.

Daniel Albarracín es profesor ayudante doctor del Departamento de Economía Aplicada II, Universidad de Sevilla

Referencias
Albarracín, Daniel (2023) “¿Una vuelta a Keynes en la política económica española?”, viento sur, 187, pp. 65-73.

Astarita, Ronaldo (2009) Monopolio, imperialismo e intercambio desigual. Madrid: Maia.

Carcanholo, Marcelo Dias (2017) Dependencia, superexplotación del trabajo y crisis. Una interpretación desde Marx. Madrid: Maia.

Harvey, David (2004) El nuevo imperialismo. Madrid: Akal.

Katz, Claudio (2018) La teoría de la dependencia 50 años después. Buenos Aires: Editorial Batalla de las Ideas.

Mandel, Ernest (2023) El capitalismo tardío. Sylone, Verso y viento sur.

Marini, Ruy Mauro (1992) América Latina: dependência e integração. Sao Paulo: Brasil Urgente.

Montileber, Everlan Elías (2010) «Una nueva metodología para comprender la competitividad internacional a partir del tipo de cambio: una aplicación empírica al caso chino y estadounidense,» Observatorio de la Economía y la Sociedad China, Servicios Académicos Intercontinentales SL, 13.

Shaikh, Anwar (2016) Capitalism: Competition, Conflict, Crises. Oxford: Oxford University Press, 2016.

Sweezy, Paul y Baran, Paul (1982) El capital monopolista. México: Siglo XXI.

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