26/09/2022 Daniel Albarracín
Este artículo se publicó en Viento Sur aquí: https://vientosur.info/nucleares-verdes-y-que-mas-sobre-las-alternativas-a-la-diversificacion-del-modelo-energetico-actual/
El Estado español es, como la
mayor parte de países europeos, altamente dependiente de la energía, que se
encuentra en el exterior. La disponibilidad de energía propia es
fundamentalmente de origen renovable, eólica y solar principalmente, y cuenta
apenas con reservas pequeñas de carbón. Entre sus potencialidades se encuentra
con unas empresas de refino para adaptar los hidrocarburos al sistema de
producción.
El problema de nuestra economía
no es solo su dependencia energética. También lo es su insostenibilidad, a
efectos del clima, y, la crisis energética que nos afecta.
El calentamiento global, un
factor multifactorial, con el efecto invernadero hoy al frente
Los informes de expertos del IPPC
de la ONU, ya de por sí muy moderados, que dejan afuera todos los fenómenos de
efecto exponencial como es pueden ser la emisión de gigantescas y rápidas
emisiones de metano -un gas con un efecto invernadero decenas de veces superior
al CO2- del Permafrost y de otras zonas actualmente gélidas del planeta, ya
reflejan el enorme problema del calentamiento global, cuyos ritmos son más
rápidos de lo augurado. El efecto invernadero es un fenómeno de evolución
extraordinariamente rápida, en términos del tiempo geológico, y, en apenas dos
siglos, el uso del carbón, el petróleo y el gas, hemos emitido a la atmósfera
una condensación de gases que no se conocían desde el Plioceno. La diferencia
sustancial es que el cambio climático debido a este factor, porque hay otros,
se hace en un tiempo velocísimo para darle tiempo a la vida para adaptarse,
generando un proceso de impacto en la temperatura, en la disponibilidad de
aguas dulces, y de fenómenos climáticos extremos, que se traducen en la
reducción drástica en la biodiversidad, hasta el punto que se constata que la
dinámica actual de extinción de especies, la VI Gran extinción, es la más
devastadora y rápida que ha conocido La Tierra desde el impacto de un meteorito
hace 65 millones de años.
La temperatura de la tierra, y
que se mantenga dentro de determinados umbrales, es un elemento clave para la
presencia y disponibilidad de aguas dulces, la fertilidad de los suelos y, en
definitiva, la habitabilidad de la biosfera. Es, a su vez, resultado de un complejo
multifactorial de dinámicas que, en suma, afecta a los ecosistemas y a nuestra
propia existencia (debe hacerse notar que la Fundación Biodiversidad apunta que
el 40% de la economía depende de los servicios que los ecosistemas brindan).
La primera de ellas, la distancia
al Sol y la evolución de nuestra estrella. El Sol, una estrella de tamaño
medio, consume su combustible, el hidrógeno, convirtiéndolo en helio a lo largo
de miles de millones de años. La tendencia es que incremente la emisión de
calor. En las edades tempranas de La Tierra el calor que llegaba a La Tierra,
estabilizada en su órbita hace mucho tiempo, era muy inferior. En el Plioceno,
cuando se daba una concentración de partículas de CO2 comparable a la de hoy,
el Sol nos emitía un 25% menos de calor. Pero el efecto invernadero de la
atmósfera de entonces no solo contribuía a mantener unas temperaturas dentro de
determinados umbrales[1], o a filtrar determinada radiación
ultravioleta, sino que compensaba ese calor inferior, reteniéndolo. El problema
hoy es que con un 25% más de Calor del Sol tenemos el mismo efecto invernadero
que en aquella época, que se produjo entre hace 5,3 y 2,5 millones de años.
El segundo factor refiere al
cambio en el eje gravitatorio que da pie a que la luz llegue en un
ángulo y forma que modifique la intensidad del calor que nos llega. Hasta antes
de la Revolución Industrial estamos en un periodo cálido y benigno en términos
geológicos. En el último periodo largo de La Tierra, el eje gravitatorio, menos
estable que en la época de los dinosaurios, se modifica periódicamente, dando
pie a largos periodos glaciares de unos 100.000 años y otros templados de unos
10.000.
El Holoceno finalizó con el
avance de la sociedad industrial, y el desarrollo del Capitaloceno -mejor que
Antropoceno-, en el que el modelo producción y energético, basado
en la acumulación y las energías fósiles, hace que una especie[2],
con su modelo productivo y económico, altere la atmósfera y el clima. En este
sentido, asistimos a una época geológica singular, cuyo carácter está
determinado por un determinado modelo de producción y de consumo, del que son
responsable menos del 10% de la población humana más rica, una parte de
sectores -industriales, agrícolas, ganaderas, extractivistas, de movilidad, etcétera-
y empresas,
y de un reducido grupo de países y territorios (EEUU, UE, China, Rusia e India),
beneficiarios del mismo.
Mención aparte, pero no menor,
comporta el papel de amortiguación, acumulación y distribución del calor que
realizan los océanos, y dentro de ellos, las corrientes termohalinas, que se
ven alteradas en función de la acidificación del agua. El deshielo de los polos
o de Groenlandia, al verter agua “dulce” sobre los océanos, incide claramente
en esas corrientes, pudiendo alterar regionalmente el clima de manera
importante.
En cualquier caso, otro problema
acuciante es el encarecimiento y reducción de disponibilidad y accesibilidad
barata a fuentes de energías con alta densidad energética, como son las
energías fósiles, también responsables fundamentales de la emisión de gases de
efecto invernadero. Es lo que viene a denominarse, la crisis energética. Esta,
efectivamente, se viene presentando desde hace unas décadas, y está causando un
problema de abastecimiento y encarecimiento, que se agrava con otras
consecuencias como son la competencia económica internacional y geopolítica,
que se traduce en conflictos como el que se sufre en Ucrania, o el que se viene
dando recurrentemente en Oriente Medio.
Ya nadie objeta de la necesidad
de diversificar la energía, ¿pero hacía cuál, hacía qué combinación de mix
energético? ¿Cómo concebirlo en aras de emprender la transición energética y productiva
para un modelo económico sostenible?
La diversificación de la
energía ante la crisis del gas y del petróleo.
La crisis del petróleo, tras
haber superado el peak-oil en 2006, se le fue dando una contestación al
recurrir al fracking, basado en formas de petróleo de mala calidad, con
una localización dispersa, que se obtenían mediante fractura hidráulica a un
alto coste económico y medioambiental, cuyo recorrido rentable se agotó
recientemente. Desde hace unos años las empresas petrolíferas han dejado de
invertir en nuevas infraestructuras de extracción, reduciendo la capacidad de
obtención de crudo. En todo ese periodo anterior, el gas, y especialmente las
centrales de ciclo combinado, parecía la apuesta principal. Sin embargo, Rusia
y Argelia se han topado recientemente con los picos de extracción de sus
yacimientos, aparte de los problemas de suministro que comportan los gaseoductos
que atravesaban territorios de diferentes órbitas geopolíticas y competidores
económicos internacionales. La crisis de Ucrania responde a este problema,
entre otros factores.
A la carrera, con centro Europa
sin abastecimiento desde Rusia, tras la interrupción del gaseoducto Nord
Stream, todas las miradas se dirigen a Argelia, o a Francia. El gas y la
energía nuclear han sido declaradas como energías verdes por la Unión Europea.
El gas natural es responsable, aunque sea en una proporción menor que el
petróleo, del efecto invernadero, y tiene aún un par de décadas en muchos
yacimientos de recorrido de extracción accesible, en ausencia de conflictos
bélicos. Ahora mismo, Europa está recibiendo más gas desde Estados Unidos,
Arabia Saudí y Australia, pero de manera mucho más cara, al tener que venir
licuado y en barcos, y necesitar operaciones caras de regasificación.
En todo este debate, se está
recuperando la idea de que la energía nuclear es una alternativa. ¿Hasta qué
punto es razonable esa reconsideración?
La energía nuclear
La energía nuclear emite muy poco
gas de efecto invernadero. Sus costes de funcionamiento son bajos y su
producción es estable e ininterrumpida, lo que le hace una de las más
beneficiarias por el sistema de precios marginalista.
Ni que decir tiene que las
centrales modernas han resuelto muchos problemas de seguridad, desde la
catástrofe de Chernóbil, y de gestión de residuos.
Ahora bien, todavía reúnen un
conjunto de problemas, algunos de carácter tan grave, que las hace totalmente
desaconsejables a largo plazo. Veamos:
·
Los costes de inversión inicial son
elevadísimos. Esto ha hecho que durante años las empresas hayan renunciado a
construir nuevas centrales. En la actualidad hay cinco centrales en España con
siete reactores.
·
Las centrales nucleares en España tienen un sistema
de seguridad comparable a la que tenía la central de Fukushima, especialmente
la de Garoña, en Burgos, que todavía a día de hoy sigue vertiendo aguas
radiactivas a gran escala al Pacífico y tendrá efectos irreversibles a muy
largo plazo en aquel océano y la pesca internacional. En Francia, con 52
reactores, más de 30 están paralizados fruto de problemas con la corrosión y la
escasez de agua para la refrigeración, enfrentándose a un problema grave dicho
país al ser esta su principal fuente de energía.
·
A escala geológica, la localización de cualquier
central nuclear no está exenta de riesgos. En el caso de Fukushima su desastre
se originó en un maremoto. Pero, aunque a los ojos del tiempo de un ser humano,
el suelo parezca estable, estamos hablando de fenómenos que, aunque tengan un
riesgo bajo en el breve plazo, son peligro seguro en el largo, como son los
terremotos.
·
Lo mismo sucede con la gestión de los residuos
radioactivos. Su duración y peligrosidad permanece por decenas de miles de
años. ¿Quién internaliza ese coste en el muy largo plazo? Nadie lo prevé. ¿Los
cementerios nucleares están exentos de los problemas geológicos de unas placas
tectónicas que no dejan de moverse? De ninguna manera. ¿Los silos de hormigón
son suficientes? No parece, no en el largo plazo. ¿Hay algún material para los
bidones que no se doblen, deformen o erosiones pasados miles de años? No se
conoce, y el acero también está afectado por estas consecuencias del paso del
tiempo.
·
Es más, las centrales nucleares operan con
fuentes materiales que también son finitas. El uranio es también finito, y su
escasez y localización delimitada son conocidas, y su extracción es conflictiva
en términos geoestratégicos. Las principales reservas se encuentran en
Australia, Kazajistán y Rusia.
El futuro pasa por una
diversificación, centrada en las renovables, los sistemas distribuidos y la
selección de uso de la energía en términos más sobrios
Las alternativas a este marco no
son ni el gas, ni la energía nuclear. Pero es cierto que la tasa de retorno
energético de las renovables es notablemente inferior (un 20%) al petróleo, y
exige unas infraestructuras altamente dependientes de energías fósiles para su
fabricación.
Debemos establecer un rumbo de
transición energética y productiva, que exigirá revisar nuestro modelo de
relaciones de producción y cuestionar muchos privilegios de una minoría, con
una diversificación y transición gradual e intensa, que puede durar varios
decenios. Sería del siguiente tipo:
§ No
construir ninguna central nuclear más. Las que permanecen deben irse cerrando
en los próximos años, y su contribución debe limitarse, mientras se clausuran,
a completar el mix energético. Prever fondos para el desmantelamiento y gestión
de los residuos radioactivos a muy largo plazo.
§ Solo
emplear fuentes fósiles para el despliegue de una primera generación básica de
infraestructuras para las renovables. Debe tomarse en cuenta que en cuarenta y
cincuenta años, la segunda generación ya no podrá emplear fuentes fósiles,
salvo marginal y muy selectivamente.
§ Promocionar
el autoconsumo solar, instalando en todos los techos de edificios, ampliando
los huertos solares y parques eólicos en territorios de menor impacto en la
producción alimentaria, en la población local y en la biodiversidad, con un
debate democrático sobre dicha selección y localización, conjugado con la
ecoeficiencia, a cercanía a centros de residencia y de producción, y con modelos
distribuidos. Desarrollo de centrales termosolares, incluyendo acuerdos con
países africanos del Sahara, de infraestructuras para la geomotriz, la recogida
y preparación de biomasa y otras fuentes renovables.
§ Desarrollar
la electrificación en las ciudades y en los sistemas de movilidad
colectivos, estudiando si es necesario utilizar alternativas al cobre, que es
escaso, como el aluminio, menos conductor pero viable y más abundante.
§ Aplicar
una política de contención, reconversión y sobriedad, de selección de usos de
la energía para fines productivos y tipos y prácticas de consumo y movilidad,
que establezcan la prioridad social, sobre aspectos ligados a la alimentación,
la movilidad y los servicios públicos esenciales.
Ni que decir tiene que el modelo
energético no puede estar regido por formas de mercado y sistemas de precios
marginalistas. Debe contarse con un sistema de extracción, producción y
suministro público, por su carácter estratégico, que adopte un formato
diversificado, adaptado a cada localización y que tenga un carácter cooperativo
y comunitario.
[1]
Otro factor, que afecta a la vida es la del campo magnético de La Tierra.
Nuestro planeta es rocoso y contiene un núcleo metálico en su interior,
favoreciendo la generación de un campo magnético que nos protege, salvo
en periodos cortos que se dan cada muchísimo tiempo, de las radiaciones y el
viento solar. El campo magnético no es estable, se mueve, se fragmenta y se
invierte cada
miles de años y puede no funcionar durante un tiempo geológico breve cada
varios cientos millones de años, causando alteraciones genéticas y enfermedades
en los seres vivos no acuáticos, y la destrucción general de los satélites y
gran parte de la tecnología básica del mundo actual. Actualmente, hay una
tendencia a su inversión norte-sur, y una disminución de su intensidad de
protección.
[2]
El fenómeno es, salvando las distancias, comparable al papel de las cianobacterias
y, especialmente, los estromatolitos, responsables de cambio químico de los
gases de la atmósfera, al expandir la composición del oxígeno en la misma, lo
que modificó las condiciones de desarrollo y características de la vida en el
planeta, destruyendo formas antiguas y apareciendo nuevas, ya con un gas, como
es el oxígeno que limita, por la oxidación, la prolongación de la vida de las
células.
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