Daniel Albarracín, 26/10/2021
Entre
las cuestiones positivas del programa de gobierno está la derogación de algunos
puntos clave de las reformas laborales recientes. Habría que ser más ambiciosos
porque volver a un marco laboral como el que ya ajustó Zapatero dista mucho de
unas condiciones laborales dignas, estables y, ni que decir tiene,
democráticas. Los puntos que Yolanda Díaz quiere retirar de la reforma de Rajoy
son los más importantes, porque desde el 2012 se ha pulverizado la cobertura de
la negociación colectiva, dejando casi a la mitad de la clase trabajadora sin
derechos vía esta fuente.
En
esta lucha vamos a coincidir. Y sería el primero en aplaudir que esos puntos se
retirasen -sin dejar de decir que sería aún insuficiente, pero reconociendo que
algunas piedras en el camino se habrían quitado-.
Ahora
bien, el problema es que las conquistas no se van a arreglar en un gobierno
estando en minoría, con un socio mayoritario que es un tapón para cualquier
reforma a favor de los trabajadores, y sin activar fuertes luchas sociales y obreras,
que pasan por paralizar la producción para tener capacidad de negociación o
victoria.
Mientras
tanto el balance del gobierno es pobre.
Hay
aspectos en materia de libertades civiles que están en su haber. Y que se
saludan. También la vacunación por lo público, aunque con patentes privadas...
Hay
aspectos compasivos, como el IMV, muy insuficientes, que apenas han cubierto
poco más del 30% de lo necesario.
Las
soluciones como los ERTEs, han supuesto evitar destrucción de empleo pero
también un coste público enorme para cubrir los costes laborales de las
empresas. Hemos socializado sus costes, una vez más.
No
hay una reforma fiscal progresiva digna de tal nombre que cubra la brecha de la
deuda, tampoco para redistribuir.
Los
fondos europeos, de una cuantía pequeña para la reactivación, y una ejecución
muy parcial y tardía, mancomunan deuda, pero lo hacen de manera condicionada a
la devolución de la misma, y desviarán los fondos para financiar inversiones
privadas en actividades de dudosa utilidad y cuestionable sostenibilidad
ecológica. La digitalización a gran escala exigirá materiales a gran escala que
no habrá; el coche eléctrico o el hidrógeno, son insostenibles, porque recurren
a un mix energético basado en fósiles o requieren de un litio con límites de
disponibilidad, por ejemplo.
Las
inversiones privadas irán al ritmo de las expectativas de negocio, es decir,
muy dosificada y selectivamente. La transición ecológica no va a poder hacerse
con criterios de negocio, tengámoslo en cuenta.
Si
los presupuestos son expansivos son por las cuentas que se hacen con los fondos
Next Generation. Pero pronto retornará el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y
habrá que devolver las deudas.
La
economía capitalista no revitaliza sin aumento de la tasa de rentabilidad, y
eso no sucede si no aumenta la tasa de explotación. Ese es el plan de las
clases dominantes, no lo olvidemos. Si no es por las buenas, por las malas, que
para eso está el PP y Vox.
Hay
grandilocuencia en cualquier modificación, pero una absoluta falta de contexto
y puesta en relación con la envergadura de los problemas reales, y el papel que
desempeñan los cambios.
Unidas
Podemos se sostiene en el gobierno para mantener su propia burocracia, porque,
aunque su deseo sea el cambio, el camino escogido les atrapa en la impotencia.
Por debajo, su miedo a abandonar el gobierno es más fuerte que su deseo de
transformación. Da la sensación que les vale con aparentar que hacen algo.
Y,
con esto, vamos a tener una reforma de las pensiones lesiva para los y las
trabajadoras en términos netos, tenemos un SMI que retrocede en términos reales
-evoluciona por debajo de la inflación-, y, además, se nos dice que no se puede
hacer otra cosa. ¿De verdad?
No
nos engañemos. La reforma laboral, si la hay, será cosmética, como tantas cosas
que ha traído este gobierno. O será, una vez más, otra promesa incumplida.
Los
derechos no nos los van a regalar, y el PSOE, garante del régimen, menos. Salvo
que haya una fuerte lucha obrera y social dirigida por los y las trabajadoras.
Pero para eso hay que ponerse en clave de querer organizarla. Y levantar un
proyecto de cambio digno de tal nombre.
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