8. SOBERANÍAS POPULARES E INTERNACIONALISMO SOLIDARIO.
El conflicto no se
presentará en una mesa de negociación, como idealizaba Varoufakis para Grecia,
ni como sigue idealizando Diem25. Las propuestas de reforma paneuropea, más
allá de toda la muy interesante inteligencia racional que pueda plantear, se
abortarán de seguir los cauces previstos por las instituciones europeas, que ya
prevén bloquear cualquier cambio de fondo de su naturaleza basada en un modelo
intergubernamental que haga posible un marco de mercado de libre comercio y
libertad de movimiento de capitales. Los sueños federalistas, por más que
resulten simpáticos, deberán preguntarse qué es lo que está dispuesta a federar
la Unión Europea, y el signo de su orientación sociopolítica. La hermosa idea
federal parece abocada a su deformación perversa bajo la arquitectura
institucional, política y económica de la UE, que, en suma, es la principal
enemiga de los pueblos europeos.
Como hemos venido
señalando, a su vez, las estrategias de refugio nacional en ocasiones hacen
equivalente la lucha por la soberanía nacional al avance de la soberanía
popular. Los Estados-Nación modernos están atravesados de una naturaleza
social, en gran medida, orientada por intereses de las clases dominantes. No
debe confundirse los conflictos competitivos entre países con las aspiraciones
de las clases populares. Y no debe caerse en la trampa de que estamos del lado
del Estado y no del Mercado[1], cuando
han sido históricamente aliados necesarios entre sí, y entre ambos, con su
propia naturaleza socioinstitucional, y el gran capital.
Ni que decir tiene que
incidir en los límites de una estrategia de refugio nacional, que no hará mucho
más que aplicar los instrumentales keynesianos del Estado-nación, de influencia
disminuida en el marco del capitalismo global, no implica descartar tener que
gestionar una posible expulsión del marco de la UE o de la Eurozona, dado el
caso de que las reformas sociales y económicas emprendidas causen represalias
de ese alcance. La elección entre el sometimiento y la libertad, ambos con
costes, muestra más horizonte en el segundo caso. Grecia, eligió el
sometimiento, y estará durante décadas sin soberanía económica ni autonomía
política, condenando a generaciones a una explotación y precariedad, para
devolver sus deudas.
Pero asumir las
consecuencias de un camino trazado por la libertad, no equivale a conformarse
con el encierro en un solo país de las medidas de cambio y progreso. Se trata
de extenderlas, abriendo la cooperación a quien lo desee, si no hoy, mañana.
Este proyecto puede llegar hasta el punto también de unir fuerzas en el camino
de una convergencia real, en la integración de los capítulos competenciales que
así se decida, o, incluso, conformar una nueva
área supranacional solidaria. Las condiciones de que cada vez más países
opten por la desobediencia y la alternativa serán cada vez más propicias. Se
trata, en suma, de darle una forma apropiada y un vector político que lo
materialice, mirando en el largo plazo.
A este respecto, cabe
afirmar que nuestra estrategia ha de conjugar
al mismo tiempo la lucha por la soberanía popular y el internacionalismo
solidario. Las soberanías populares de los pueblos habrán de desplegar sus
tareas propias nacionales y sus tareas conjuntas internacionales en cada caso. No habrá internacionalismo solidario sin
pueblos soberanos, no habrá soberanía popular duradera sin la cooperación entre
las clases trabajadoras de cuantos más pueblos libres mejor.
[1]Albarracín, D. (2012) “¿De qué mercado y estado me hablas?: los
fundamentos del capitalismo y las nuevas políticas de la burguesía”. Nuestra bandera: revista de debate
político, ISSN 1133-567X, Nº. 231, 2012, págs. 71-75