¿Decir lo que se quiere oír?. ¿Proponer frases que agreguen
sin decir demasiado para que no resten?. ¿Llegar al poder para hacer lo que
convenga hacer, pero antes no conviene decirlo?. ¿Acaso el orden del decir está
separado del orden del hacer?. ¿Es ese orden del decir pura representación capaz
de conducir el sentido de lo dicho para seducir sin apelar a la materialidad
del conflicto?.
Ante estas preguntas, que han cautivado y encapsulado (literalmente) a gran parte de
la dirección de Podemos, se trata de ser claros. El orden del decir se
encuentra en el marco de los haceres, no al margen o más allá. Comporta la movilización
de acciones y relaciones a un tiempo. Anticipa nuestros compromisos, establece
el diálogo con los que queremos articularnos en la práctica, y deviene consecuencia
de una larga experiencia y reflexión sobre la misma. El orden del decir, que
facilita ese diálogo, relación e imaginario sobre lo que venimos haciendo y
aspiramos a realizar no puede ponerse al margen de las experiencias de la gente.
Tampoco puede conformarse con congeniar con las expectativas de aquellos a los
que nos dirigimos sin más, aunque haya que conectar con ellas. Lo que tengamos
que decir ha de abrirse y orientarse a la acción, al vínculo, a la apertura de
perspectivas, de nuevas posibilidades, y de posibles rupturas con lo existente. El sentido no se toma, se construye, y solo cobra lugar en la práctica material, donde se valida o invalida cualquier hipótesis.
De hecho, en ese terreno imaginario, repleto de subjetividad pero profundamente material, se libra una gran batalla.
Los poderosos persiguen achicar el marco de lo posible, para limitar lo que se puede hacer a la mera gestión de lo existente. Harán todo al alcance de su mano por frustrar cualquier expectativa que lo desborde, o conducir cualquier incentivo al marco desigual del sistema en vigor para integrar y dividir a los contestatarios.
Por el contrario, los que procuran superar el estado de relaciones habrán de, conectando lo real con lo posible, ensanchar los horizontes de cambio, empoderando a los que hacen, con su trabajo, que la vida marche.
Como “los nuestros” han realizado diferentes caminos (desde
el militante convencido, al indignado, al mero simpatizante, o aquellos que
queremos que se nos sumen, pero aún tienen miedo al poder que le sujeta)
debemos modular el decir para atraer primero, y convencer después, a aquellos
que aún no se deciden aún a formar parte del “sujeto del cambio”. Pero esa modulación
no puede realizarse con una perpetua demora sobre lo que programáticamente
consideramos apropiado para responder a los desafíos. Sea tanto a nivel
coyuntural, como desde esa misma coyuntura se trata de empujar palancas que transformen lo
estructural.
Cualquier divorcio entre el decir y el hacer, cualquier
inconsecuencia, puede ocasionar una paradoja fatal. A los que atrajimos, les
frustraremos, si algún día estamos en condiciones de influir o gobernar. A los
que no lo hicimos, jamás les convenceremos, porque pensarán que somos uno más, o verán nuestras propuestas escasamente consecuentes o sencillamente insuficientes.
Por eso, la conformación de una organización política de transformación ha de elaborar
una reflexión permanente que se materialice en propuestas abiertas y concretas
que exijan el momento, así como en la organización sociopolítica que las
levante y las haga valer.
Recordemos, lo que nos unificará no es una vacua serie de
significantes flotantes que volublemente vienen y van sin decir apenas nada. Tampoco
lo harán dogmas cerrados inamovibles, recetas para cualquier época. Lo que nos
unificará será
1) tanto la acción de nuestros adversarios,
2) los problemas que compartimos y,
3) si acaso, las propuestas que podamos formular abierta pero concretamente.
Más “universales concretos” y menos “significantes vacíos”, en suma. Propuestas y organización que nos orienten a la hora de enfrentarnos a los desafíos de nuestra sociedad y las dificultades que el poder procura imponer a cada momento. Proponiendo medidas comprensibles para las clases populares, que les mejores sus condiciones de vida, y que al tiempo colisionen con los pilares del sistema establecido.
1) tanto la acción de nuestros adversarios,
2) los problemas que compartimos y,
3) si acaso, las propuestas que podamos formular abierta pero concretamente.
Más “universales concretos” y menos “significantes vacíos”, en suma. Propuestas y organización que nos orienten a la hora de enfrentarnos a los desafíos de nuestra sociedad y las dificultades que el poder procura imponer a cada momento. Proponiendo medidas comprensibles para las clases populares, que les mejores sus condiciones de vida, y que al tiempo colisionen con los pilares del sistema establecido.
Reflexionemos sobre la experiencia, teoricemos para la
práctica. En suma, digamos lo que vamos a hacer y hagamos lo que decimos… y
hagámoslo con los que queremos cambiar las cosas, sin sustituirlos. He ahí el
único secreto.
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