20/5/12

Balance de la economía española hasta final del 2011

Daniel Albarracín
Marzo de 2012

Situación general de la economía española y del empleo.

Desde el año 2007 la economía española, como gran parte de la economía europea y de otros países desarrollados, inició una fuerte crisis cuya evolución es incierta.

Fuente: Elaboración propia a partir del Banco de España.
Nota 1: Tasas de variación anuales para el PIB; Ratios (%) para la rentabilidad.
Nota 2: La interpretación de la evolución de un indicador como las tasas de variación entiende que crece el indicador cuando la tasa supera el 0, y decrece cuando está por debajo del 0 (mirando el eje de abscisas o vertical).
Nota 3: Los ratios son proporciones que comparan, en este caso, una rentabilidad con el activo del balance empresarial

Cuando parecía que podía salirse, o cuanto menos estabilizarse la economía, se apuntan previsiones de nueva recesión desde diferentes organismos internacionales y entidades de estudios para al menos los dos próximos años. De lo que no cabe duda es tanto que por la complejidad, la envergadura como por lo sistémico de la crisis, no estamos ante una crisis industrial periódica de carácter coyuntural, sino de algo mucho más grave.


Fuente: INE

Las razones de la crisis son complejas, pero parece que tanto la erosión de las tasas de rentabilidad de la actividad productiva fundamental como la losa que está ocasionando el endeudamiento de la economía privada, y las obligaciones financieras de devolución de las deudas, acumuladas en el pasado periodo de permisividad crediticia y desregulación bancaria, están arrastrando hacia el estrangulamiento a la economía española. En ese contexto, las políticas de ajuste estructural sobre los servicios públicos, y el cercenamiento de los derechos y salarios del mundo del trabajo, están profundizando las consecuencias perjudiciales de la crisis en curso, sumando a la crisis de oferta una crisis de demanda.

Si nos fijamos en los aspectos macroeconómicos de la crisis, es preciso diferenciar entre la dimensión externa e interna. Muchos consejeros económicos están asesorando la necesidad de mejorar la competitividad de la economía española para propiciar sus exportaciones y aliviar las cuentas de la balanza de pagos. Sin embargo, la evolución del PIB parece tener una influencia de mucha mayor importancia de la demanda interna que de las relaciones económicas con el extranjero, aún cuando aquellas puedan incidir en alguna medida. La incidencia de nuestra peor competitividad internacional parece menos relevante si lo comparamos con la influencia recesiva de la demanda nacional. En este sentido, es la fuerte debilidad de este último factor el que está conduciendo a nuestra economía a una grave circunstancia sin apenas precedentes.


Fuente: Banco de España, Índice de volumen encadenado, T.V. interanual, corregido de efectos de estacionalidad y calendario

Más influencia ejerce el factor de la demanda sobre los indicadores relevantes para algunos sectores de servicios, altamente dependientes del consumo. El matiz debe realizarse, no obstante, en el sector turístico, que sí se ve altamente condicionado, y en esta etapa de manera muy positiva, por la afluencia del turismo internacional, capaz de compensar el fuerte retroceso del turismo interior, e incluso seguir contribuyendo positivamente a mitigar las malas tendencias de nuestra balanza de pagos con el resto del mundo. Si bien, los elementos coyunturales (conflictos en países competidores, depreciación del euro, etc...) que le favoreció pueden estar disipándose.

La evolución del empleo en el Estado español depende fundamentalmente de la actividad y las políticas económicas puestas en marcha. La calidad del empleo, en cambio depende de las políticas de empleo, la gestión empresarial y la negociación colectiva en la que influye la acción sindical.

La situación está alcanzando tintes dramáticos sobre todo en lo que refiere a los niveles de desempleo. A finales de 2011 se alcanzaba una tasa de paro del 22,85%, cifra que parece no dejar de aumentar (en el I Trimestre de 2012 supera el 24,4%). La tasa de temporalidad, no obstante, reducía su nivel, no tanto por una mejora y aumento de peso del empleo indefinido, sino por la destrucción de empleo concentrada entre la contratación temporal. Al mismo tiempo, el empresariado ha recurrido a emplear nuevas figuras contractuales precarias, como el empleo a tiempo parcial, fórmula recientemente incentivada. Ésta faculta una gestión más flexible de la fuerza de trabajo, al organizar los horarios en los que se dispone a la fuerza laboral más susceptibles de obtener mayores niveles de productividad. El empleo a tiempo parcial viene asociado con ingresos más bajos. Tiene, además, la consecuencia estadística de que se trata de un tipo de subempleo que maquilla las escandalosas tasas de desempleo.


Fuente: Elaboración propia a partir del Banco de España

En todo este periodo de crisis, los resultados resultan elocuentes. Su profundidad no sólo obedece a la inercia de la crisis sino también a las políticas aplicadas. El mundo del trabajo es el principal damnificado de la crisis. Mientras la productividad por ocupado asciende inequívocamente, o los indicadores de inflación (IPC, deflactor del PIB) se reducen poco, todos los indicadores relacionados con los costes laborales se estancan. Esta evolución se traduce claramente sobre algunos ámbitos. Cuando la remuneración por asalariado, el aumento salarial pactado, o los costes laborales por trabajador crecen cada vez menos o incluso pierden peso en términos nominales, siguiendo una senda inferior a la inflación, el poder de compra de la población asalariada se ve sensiblemente resentido. Cuando los costes laborales unitarios se pulverizan, cayendo hasta tres puntos porcentuales, su efecto lo comprobamos en un menor peso del fondo de salarios en la economía nacional. Lo que implica que el porcentaje de la producción que engrosa el excedente en manos del capital está aumentando considerablemente y en muy poco tiempo.


Fuente: Elaboración propia a partir del Banco de España

Los indicadores conjugan situaciones que no pueden conducir a otro escenario más que a la asfixia de la economía. Los salarios pierden capacidad adquisitiva, peso en la economía e incluso retroceden nominalmente, un hecho inédito que no se producía desde hace tanto tiempo que nadie vivo y en activo lo pueda recordar. El nivel de consumo se ve erosionado. En este contexto, el crecimiento de productividad del trabajo no responde a mejoras técnicas o de organización del trabajo o avances de inversión tecnológica, sino a que el personal que aún conserva su empleo debe producir en términos relativos y personales más que antes, lo que no impide que la producción global siga cayendo.



Fuente: Elaboración propia a partir del Banco de España

Mientras tanto un indicador como el stock de capital/empleo no deja de acelerarse, desde 2006. Lo que tiene implicaciones negativas claras en la tasa de rentabilidad del mundo empresarial, por constituir un indicador que causa sobreacumulación, si se incrementa demasiado. Este indicador no parece compensarse con el aumento de productividad del trabajo y la caída de los costes salariales. De modo que los rendimientos económicos obtenidos, cada vez más bajos –al menos en un amplísimo segmento del tejido productivo, especialmente el más débil- tienen bajos estímulos para ser reinvertidos. Más aún en un contexto de crisis severa en lo que concierne a la provisión de crédito, debido a los niveles de insolvencia de un segmento importante como es el sector bancario también principalmente atrapado por su endeudamiento particular.

Con dos indicadores “proxy”, podemos acercanos a las tendencias de dos componentes básicos en la configuración de la tasa de rentabilidad de la economía española. La tasa de rentabilidad pone en relación los beneficios obtenidos con el capital invertido, y puede también expresarse, aproximadamente, como la relación entre la tasa de explotación del trabajo (o relación entre productividad del trabajo menos su coste laboral) y la composición orgánica del capital (o relación entre capital muerto y capital vivo, o, por decirlo de otro modo, la tecnología e instalaciones disponibles y su relación con la fuerza laboral empleada). Un indicador de tendencia aproximado de la composición orgánica del capital es la tasa de variación del stock de capital/empleo, y el de la tasa de explotación, lo podría ser la tasa de variación de la diferencia productividad-remuneración.


Fuente: Elaboración propia a partir del Banco de España

El anterior gráfico nos apunta a que se ha producido en la primera década del siglo, y posiblemente desde los años 70, una sobreacumulación de capital invertido que ha crecido por encima de la evolución de la tasa de explotación, lo que ha podido erosionar la tasa de rentabilidad media de la economía. Lo que asimismo informan las tendencias del gráfico es que, desde 2008, la tasa de explotación del trabajo (muy relacionada con las condiciones sociolaborales de empleo y trabajo y con las presiones del paro) ha remontado fuertemente. Mientras tanto, la sobreacumulación obtuvo su nivel máximo en 2009, y desde entonces parece que se desacelera el nivel de capitalización fija. Las tendencias de ambas líneas apuntan a que la tasa de explotación podría superar en su evolución a la de la composición orgánica del capital, lo que implicaría diferentes consecuencias.

Primero, ofrecería un síntoma de una fuerte retroceso de los derechos y correlación de fuerzas del movimiento obrero en estos años de crisis, pues se estaría empeorando las condiciones del mundo del trabajo a favor del capital. Segundo, por otro, que los procesos de desinversión selectiva y relocalización están teniendo unos efectos depresores, pero beneficiosos para el capital para contener, o incluso mejorar para algún segmento empresarial, los descensos de la tasa de rentabilidad.

Todos estos puntos representan una tendencia que no es determinista, responde a un marco estructural y al efecto de un conjunto de políticas y la situación de correlación de fuerzas. El ejercicio arrogante del gobierno del poder debe contrarrestarse con una lucha social y política que desacredite su orientación, que confronte directamente con el gobierno y las clases dominantes a las que representa, en particular las oligarquías financieras que influyen decisivamente en él, en el marco de una UE en crisis, donde la burguesía es incapaz de sostener unas políticas que, beneficiándolas, sean admisibles por las clases trabajadoras y el conjunto de la ciudadanía. En el curso de lo que está por venir las luchas de clases serán decisivas.

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