Daniel
Albarracín
. 1. ¿Qué hacer ante la UE?. La UE contra
Europa y sus pueblos.
La UE no entraña más que
un marco jurídico-institucional que establece unas relaciones determinadas
entre las clases dirigentes y sus pueblos, y entre los diferentes Estados que
son miembros o aspiran a serlo.
Ni la imagen idealizada ni
los mitos fundadores (paz, prosperidad, cohesión social)de la UE se cumplieron
ni podrían satisfacerse bajo su institucionalidad. La UE no se formó con ese
propósito. La UE, como gran área de mercado para garantizar el movimiento libre
de capitales y mercancías, gobernada por instituciones intergubernamentales que
han consagrado una base jurídico-institucional prácticamente blindada, dado su
modelo de toma de decisiones, la ha erigido en un artefacto de promoción de
políticas neoliberales.
La experiencia de la UE, como
observa Perry Anderson (2012, El nuevo
viejo mundo), responde mal al relato oficial.La “construcción europea”
sirvió en su origen como contención al despliegue soviético, y como fórmula
para abrigar y sujetar a la Alemania federal en un mercado económico en crecimiento.
Acabó estableciéndose en torno a una moneda única que, tratando de atar a
Alemania, por Francia, propició una estructura económica proclive a la
divergencia y dominación interior, liderada por los países centrales y nórdicos
de Europa. Un marco económico que contribuyó al fortalecimiento de grandes
corporaciones transnacionales.Alineó a los gobiernos dentro de unos márgenes de
aplicación de políticas neoliberales, con un modelo de financiarización, que han
contribuido a un fuerte retroceso en las condiciones sociales, de garantías y
derechos, así como de provisión de servicios públicos. En suma, una Unión
Europea que, siendo relativamente eficaz para una minoría cosmopolita y el
capitaltransnacional, ha perjudicado a las clases trabajadoras y populares de
todos los países europeos.
Sin embargo, la Unión
Europea, tras una importante extensión territorial a comienzos de los 2000, y
tras un periodo económico benigno, que coincidió con la implantación del euro,
agotó su vigor de desarrollo en el proceso de acumulación. A partir de 2008, al
bloqueo institucional se le sumó una fuerte crisis económica y financiera, que
se ha venido traduciendo en un deterioro de su legitimidad. Hasta el punto de
que no pocos países, damnificados por el modelo, han tenido que recurrir a
fórmulas de rescate financiero. Aquellas se han saldado tanto con la pérdida de
su soberanía económica, como con la imposición de condiciones que les atan a la
agenda austeritaria. Esto fue el caso de Irlanda, España, Chipre o Grecia. A
pesar de contar con gobiernos de izquierda, Chipre y Grecia al final tuvieron
que acatar una ruta que condenará a varias generaciones.
Esta incapacidad de
integrar a pueblos y hacer converger economías también ha mostrado su fracaso
en otros tantos países. Así, con el Brexit, se inaugura un escenario de salida
de una de las potencias europeas. Allí se han reunido las insatisfacciones del
capital británico no transnacionalizado con las de las clases populares reacias
a una UE que les resta control político, generaliza las relocalizaciones, precariedad
laboral o el retroceso de las políticas públicas.
La Comisión ha pretendido
acelerar un proyecto federalista, de corte elitista y neoliberal. Un proyecto
de recentramiento de las políticas europeas. Sin embargo, no avanza más que
pocos pasos, debido a la intransigencia de los países nórdicos y
centroeuropeos, convencidos de que cada palo ha de aguantar su vela.
2.
Una
política de soberanía popular de extensión internacionalista como
alternativa.