19/12/15

Un 20D para el cambio. Sí, se puede...

Este domingo viviremos intensamente un hito democrático de expresión popular. Las clases populares han irrumpido en escena desde hace tiempo, autoorganizándose en el 15 M, haciendo un paciente trabajo de debate y elaboración en asambleas y círculos, construyendo con dedicación herramientas políticas colectivas para hacerse oír. 

Primero, nos organizamos para parar el sufrimiento padecido durante tiempo, después para levantar propuestas de cambio de nuestras instituciones, en nuestro modo de vida. 

No podemos ser indiferentes a lo que el 20D suceda, es preciso manifestar que hay una mayoría social tan harta como hambrienta de nuevas prácticas.

Hemos construido herramientas y labrado una confianza en común, con muchas discusiones y no pocos desencuentros, pero, qué duda cabe, hoy estamos mucho mejor que antes de 2011, y se abre una posibilidad histórica de cambio. Mañana no acaba nada, es sólo un hito, un paso para un largo y complejo camino.

Mañana los instrumentos políticos de los que nos hemos dotado los que nos indignamos reclaman recabar todas las papeletas posibles. Y ni una voz indignada ha de quedarse en casa. Porque aunque las herramientas construidas sean mejorables, al menos hemos llegado hasta aquí y empezamos a tenerlas. Nada nos ahorrará la tarea de seguir mejorándolas. 

De lo que no cabe duda es que sólo con material puede el artesano hacer su obra, y que el silencio suele resistir mal al ruido de la brutalidad del autoritario. Es nuestra responsabilidad, entonces, poner algunas notas que suenen bien, aúnen más gargantas al canto en esta batalla, e intentar desalojar a los oligarcas que nos quieren hacer callar.
Se trata de intentar ponérselo difícil a los que mandan. Para que no puedan seguir actuando con impunidad y contra las mayorías; para influir en las medidas que un nuevo gobierno tenga que llevar a cabo; y si es posible, incluso aspirar a gobernar, siempre y cuando los programas y compromisos introduzcan cambios notables en las bases energéticas de nuestra producción y una reducción notable en el consumo de materiales y residuos, viren la política económica para generar una inversión en actividades socialmente útiles en el campo de los cuidados y en las energías renovables, y modifiquen el marco laboral y garantizar políticas de pleno empleo digno, en suma, para que democraticemos el trabajo y la inversión en las actividades estratégicas de nuestra sociedad.

Estas aspiraciones no serán posibles únicamente con un magnífico resultado en las urnas -en las que fuerzas como Podemos o UP, y otros actores parlamentarios y extraparlamentarios han de jugar un protagonismo decisivo-. 

Es preciso comprometer y contribuir a empoderar a todas las personas que decidan hacerlo para organizar una nueva sociedad. Convertir lo que es legítimo y justo en nueva legalidad.

Este nuevo horizonte se abrirá camino únicamente con una removilización de la sociedad, sea para oponernos al débil gobierno del establishment o para instar al gobierno de cambio a sus tareas pendientes. Tareas que no podrán llevarse a cabo sin la participación y autoorganización de la gente, porque sin su trabajo, el motor del mundo, nada es posible.

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