Daniel Albarracín (versión revisada de un informe más amplio realizado en Noviembre de 2014) .
El proceso de crisis inaugurado desde finales de 2007 ha contado con un actor protagonista destacado como causante: el sistema bancario privado. Uno de los factores más desestabilizadores de la economía contemporánea ha sido el lastre de una gestión bancaria de marcado carácter rentista y acaparador que, en un contexto de desregulación bancaria impulsada por las políticas neoliberales, ha contribuido a varios fenómenos que han sido decisivos en esta crisis: el endeudamiento financiero y del ámbito privado en general –financiarización- y, en la fase reciente, como su fatal desenlace, el cortocircuito del crédito. La conjunción de la sobrecarga financiera y la reducción de la tasa de beneficio media de la economía han abocado a una crisis de inversión, de niveles desconocidos desde los años 30.
El proceso subsiguiente lo hemos conocido bien, al emplear los lobbies financieros toda su influencia en diferentes gobiernos. Estos han implementado políticas de socialización de las deudas privadas –especialmente del sistema financiero- sobre la espalda del sector público, convirtiendo, mediante políticas de desfiscalización del capital y generosidad en los rescates al capital financiero e industrial, la formidable deuda empresarial privada en un creciente escenario de déficits públicos y consiguiente incremento de la deuda soberana. Justamente a la inversa de lo que el pensamiento convencional nos había relatado.
Este proceso de saneamiento de las maltrechas cuentas de los balances bancarios, se ha facturado a la ciudadanía que contribuía con sus impuestos y en detrimento de las políticas sociales y diferentes servicios públicos.
Al menos siete años de crisis y políticas de rescate financiero no han sido suficientes para que el sistema financiero mejore su situación, aún cuando el núcleo duro ha salido indemne de este ciclo, favoreciendo la oligopolización del sector a su favor. Mientras, el conjunto de la sociedad ha salido extraordinariamente mal parada, como es harto conocido. A pesar de esta enorme operación de socialización de pérdidas a día de hoy ni se han puesto en pie medidas de corrección del problema y, por el contrario, todo apunta a que los riesgos sistémicos no dejan de aumentar.
En el marco de la UE se ha procedido a medidas extraordinarias para enfrentar la crisis bancaria (autista a la crisis social y de la economía general). Una política monetaria ultraexpansiva, bajo el cauce de la flexibilidad cuantitativa, ha favorecido el intercambio de crédito exclusivamente en el marco de los mercados interbancarios, puesto que este no ha fluido al resto de la economía. Cuando lo ha hecho, ha sido bajo la operativa de fondos de inversión agresivos que únicamente han perseguido acaparar bienes raíces (energía, suelo, industria alimentaria) sin generar valor ni riqueza nueva, generando sucesivas burbujas.