Según el BarómetroSocial de España, elaborado por el Colectivo
IOE, en el periodo de crisis que atravesamos en
conjunto, afirmaban en 2011: “la desigualdad
de género se mantiene en el mismo nivel que hace 16 años, si bien las mujeres han ganado posiciones en
actividad y formación, y han perdido en salud y protección social” [1].
La tasa de actividad en España se ha situado en el 59,5% (III T
2013, EPA-INE). De la población de más de 16 años (en términos estadísticos,
una población de 22,72 millones de personas) las personas que están ocupadas o
buscan ocupación representan el 59,5% (el 75,1% si hablamos de población entre
16 y 64 años).
Este dato es del 53,1% para las mujeres y del 66,4% para los hombres. En comparación con el mismo trimestre de 2007, cuando ya se presentía el inicio de la crisis, observamos que todos los ratios empeoran tanto para mujeres como para hombres. Sin embargo, son los hombres los principales perjudicados en el ámbito del empleo, porque lo pierden en mayor medida o porque se desaniman, cuando lo pierden, a buscar uno nuevo (lo que implica una disminución de población activa masculina). Las mujeres se ven obligadas a buscar empleo (aumenta la población activa femenina). Sin embargo, sufren la frustración de encontrarlo con más dificultad que al inicio de la crisis, tal y como atestigua su tasa de paro. En términos de trayectoria hombres y mujeres salen perdiendo, pero los hombres pierden más, y eso hace que algunas brechas estadísticas virtualmente se aminoren.
Este dato es del 53,1% para las mujeres y del 66,4% para los hombres. En comparación con el mismo trimestre de 2007, cuando ya se presentía el inicio de la crisis, observamos que todos los ratios empeoran tanto para mujeres como para hombres. Sin embargo, son los hombres los principales perjudicados en el ámbito del empleo, porque lo pierden en mayor medida o porque se desaniman, cuando lo pierden, a buscar uno nuevo (lo que implica una disminución de población activa masculina). Las mujeres se ven obligadas a buscar empleo (aumenta la población activa femenina). Sin embargo, sufren la frustración de encontrarlo con más dificultad que al inicio de la crisis, tal y como atestigua su tasa de paro. En términos de trayectoria hombres y mujeres salen perdiendo, pero los hombres pierden más, y eso hace que algunas brechas estadísticas virtualmente se aminoren.
El altísimo paro (el 25,98%) alcanza entre las mujeres el 26,5% y
para los hombres el 25,5%. A pesar de que a día de hoy este dato es peor para
las mujeres se ha reducido la diferencia entre hombres y mujeres en los últimos
años. Ahora bien, es inocultable que el fenómeno más importante no es dicha
brecha sino que la tasa de paro ha crecido en ambos enormemente.
Tasas de actividad,
paro y empleo, por sexo y distintos grupos de edad
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Unidades:Porcentaje
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Fuente: EPA, INE
La incorporación creciente al mundo del empleo de las mujeres no
puede leerse en este contexto como una salida emancipatoria. Solamente se
produciría un hecho tal si nos encontrásemos con un empleo de calidad, con
suficientes ingresos que permitiesen autonomía económica para cada persona. Al
contrario, en muchos casos la disponibilidad en el mercado de trabajo es
producto de una carestía de los ingresos familiares, empuja a una solución de
necesidad.
Sin embargo, esta mayor disponibilidad femenina no implica buenas
condiciones de empleo. Ellas suelen recibir salarios muy inferiores (entre el
25 y el 30% menos, debido a la segregación ocupacional y vertical, así como a
discriminaciones indirectas) y se emplean de manera creciente en empleos a
tiempo parcial (el 72,5% del empleo a tiempo parcial es para ellas), con peor
remuneración global, por hora, y más sacrificados en términos de productividad
por hora (estos empleos se desarrollan en momentos punta de producción, mayor
afluencia de público, etc…).
Aunque globalmente la tasa de temporalidad ha disminuido –no crece
el empleo indefinido sino que se destruye el temporal- la inestabilidad de
todos los empleos ha crecido con el proceso de degradación de las garantías y
costes de indemnización de todas las figuras (incluido el empleo indefinido e
inclusive el funcionarial) y la aparición de nuevas formas precarias de empleo
(contrato de aprendizaje, empleo a tiempo parcial desregulado, prácticas no
laborales, etc…). En un contexto de devaluación salarial, tanto de los salarios
directos como de la protección social y de las pensiones, la situación cada vez
es más penosa.
En suma, las disminuciones temporales de las brechas estadísticas en
este periodo de crisis entre hombres y mujeres son fruto de que los hombres
están padeciendo en mayor medida el castigo del desempleo. El efecto
composición puede incluso dar reducciones en la brecha salarial (entre 2007 y
2009 pasó del 30% al 25%), no porque las mujeres ganen más, sino porque todos
ganan menos, y menos aún los varones. Todas y todos pierden. Ellas ocupan
empleos peor remunerados y con ello no siempre se consigue cubrir las pérdidas
de ingresos del varón.
La cara oculta de la crisis de las mujeres es que las cargas
domésticas, los indicadores de salud –el punto más negro para ellas en este
periodo, los varones presentan ahora menor tasa de enfermedad y discapacidad
que ellas-, el retiro de la protección social (por ejemplo, en 2009 ellas
percibían en un 20% menos de los casos la prestación de desempleo), se traducen
en peores condiciones de vida, y las ventajas hasta de las mujeres en este
punto, está disminuyendo (IOE, 2011). Ya se observa una caída de la esperanza
de vida media. Apenas el capítulo educativo mejora en el caso de las mujeres,
al igual que en el de los hombres, debido a que las personas en el paro dedican
su tiempo en ocasiones a prolongar sus estudios, a actualizarse o
especializarse. El balance, es diferenciado en términos estadísticos, pero en
términos de condiciones de vida todos pierden, y, las mujeres, por su
incorporación precaria al mundo del empleo, por el mantenimiento de las cargas
familiares sobre ellas, salen perdiendo en términos personal. Lo que no quita
que en términos laborales remunerados, aunque todos pierdan, pierdan más los
varones.
[1] “Efectos sociales de la crisis. Una
evaluación a partir del Barómetro
social de España”. (2011) Publicado en Papeles, 113.
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