El pasado 17 de Agosto la televisión Russia Today me entrevistó en torno a las declaraciones del gobierno finlandés de buscar cauces de expulsión de algunos países de la Eurozona, en particular aquellos que incumplan las condiciones para un rescate de los fondos europeos.
La entrevista puede seguirse aquí, donde se toman algunas cuestiones comentadas por Daniel Albarracín.
Aunque en la entrevista no aparece -de hecho es una selección del canal con la que no me siento del todo cómodo-, básicamente pretendía señalar que ante el curso de negociaciones para un rescate total (de la deuda soberana) para el caso español, probablemente se está produciendo una tensión fuerte entre algunos gobiernos como el de Finlandia, Austria, Luxemburgo, Alemania u Holanda, donde los dos primeros principalmente, señalan la necesidad de arbitrar posibles cauces de expulsión de la eurozona a países incumplidores. También el gobierno español advertía que si las condiciones del rescate no eran suaves siempre cabe la posibilidad de salir del euro o declarar una suspensión de pagos. Es decir, unos amenazan y otros chantajean, en un tira afloja propio de estas situaciones límite.
Estas declaraciones muestran un marco muy complejo y tenso de negociaciones de difícil resolución, que posiblemente acaben en un rescate con duras condiciones. Pero esta posible perspectiva se enfrenta a numerosas dificultades y marcos que la pueden conducir a un resultado de fracaso.
Ni los gobiernos centroeuropeos ni el gobierno español realmente quieren el estallido de la eurozona, aunque entre los más conservadores haya quien apueste por este escenario, e incluso alguno considere realista ajustarse a lo inevitable. La razón es que los bancos centroeuropeos necesitan seguir recuperando lo que les adeudan las economías periféricas, y corren el riesgo de, efectivamente, ante una ruptura de la eurozona, haya finalmente quitas que podría conducir a múltiples quiebras bancarias en cadena. El gobierno español, o el italiano, temen a su vez que la salida del euro suponga no sólo un mayor empobrecimiento de sus respectivos países, sino también un cierre definitivo a la financiación internacional, en un contexto donde los mercados financieros ya están estableciendo un sobrecoste excesivo a la renovación de las deudas.
Además, los fondos europeos no tienen la capacidad de financiar durante mucho tiempo o por un porcentaje elevado de las deudas soberanas española ni, muchos menos, la italiana. Y ambos países en breve plazo, en efecto, serían incapaces de efectuar sus devoluciones de deuda, dada su recesión y sus déficits públicos y de balanza de pagos.
Se trata de un callejón sin salida, que no puede más que augurar dos escenarios complejos:
- Una recomposición de las relaciones internas en el marco europeo.
- Una redefinición de las relaciones internacionales.
El estallido de las bases institucionales de la UE y de la propia eurozona parecen más o menos inminentes, pero la orientación de esa explosión está por determinar. A este respecto, parece que dichos escenarios sólo pueden estar pautados políticamente y para ello las luchas que han de producirse serán cruciales para definir su rumbo.
En este sentido, las características menos desfavorables a las clases trabajadoras españolas debieran incluir rasgos del siguiente perfil:
- Tener la iniciativa con amenazar con salirse del euro para, efectivamente, renegociar las condiciones de la permanencia y de las relaciones con la Unión Europea, en la perspectiva de remodelar el cumplimiento de los Tratados derivados de Maastricht (Estabililidad, del Euro, Fiscal, etc...) exigiendo que su revisión en su versión más favorable conlleve un replanteamiento a escala de toda la UE. Es previsible que este paso no pueda cumplirse favorablemente.
- Prever que una expulsión de la zona euro es probable, y que ante tal circunstancia es preferible tomar la iniciativa para darle forma de manera interesante.
- En caso de salir, tratar de invitar a otros países -del interno o el externo de la UE- para construir una nueva área supranacional, con políticas solidarias en términos comerciales, de financiación e inversión, de cooperación internacional, de convergencia real, que no tiene por qué descartar, cuando se construyan los cimientos adecuados, alcanzar una moneda internacional diferente. Tampoco sería mal proyecto tratar de establecer lazos con países de América Latina, del Norte de África o del Este, además de, tratar de establecer una mayor cooperación con otros países del Sur de Europa, quizá del área mediterránea.
- Mientras tanto, recuperar las competencias para un nuevo Banco Central Ibérico o Mediterráneo, prestamista de última instancia, que emita su propia moneda, de manera transitoria hasta conseguir una convergencia económica con otros pueblos solidarios.
- Contar con una nueva moneda presumiblemente abocará a una devaluación. De tal modo que para impedir un agravamiento de las condiciones de endeudamiento, nominado en euros, habrá que declarar el impago de toda la deuda internacional contraída en condiciones ilegítimas, reestructurar la restante, sólo comprometiéndose a devolver aquella en manos de pequeños ahorristas.
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