Hay algunas lecturas que se están propugnando tras las últimas elecciones andaluzas, que introduce por primera vez en mucho tiempo el miedo a la extrema derecha como eje de actuación, y plantear un cordón sanitario a estas formaciones en los parlamentos en el Estado español.
En mi opinión, me parece error postular estrategias que se basan en el miedo a la extrema derecha. Sin
banalizar ni normalizarla, dando respuesta en los hechos ante sus abusos cuando se produzcan, hay
que focalizar en las políticas de los grandes partidos que han dado alas a
discursos reaccionarios, levantando una guerra de banderas, que, junto al
hartazgo de una parte de la población, han generado un paquete explosivo en
términos políticos. Hay que hacer responsable a quien hizo políticas que
propiciaron el hartazgo o la decepción de la población, o que alineo su
política con la reacción, abriéndole la puerta a aquellos que se oponen al
progreso y la democracia. En este sentido, cualquier tentación de hacer
cordones sanitarios que conduzcan a pactar males menores nos llevará al mal
mayor a medio plazo. El cordón sanitario debe establecerse con determinadas políticas,
discursos y prácticas, vengan de donde vengan, porque, en realidad VOX no es más
que su expresión más extrema, y sus postulados ya estaban presenten en otras formaciones y
grupos sociales a los que representan, ahora fuera del paraguas del PP.
Llega un periodo marcado
por la resignación y cinismo, un proceso de polarización social en su forma más
degradada, sujeta a la despolitización y la antipolítica (la protesta
individual, o de agregación de individuos en torno a banderas abstractas). La
forma de convertir esa polarización en algo transformador es volver a sostener
esa relación orgánica y material con la sociedad civil, la discusión de las
ideas, haciendo frente al discurso neoliberal y autoritario de los partidos del
régimen, así como a la reacción en la práctica diaria para que el ejercicio de
discriminación de colectivos, minorías, mujeres, grupos vulnerables y grupos
con opciones alternativas, no se extienda. Una polarización que radique en
otras ideas, otras formas de relación, en la solidaridad material sostenida,
atendiendo a las necesidades sociales, que, con su fuerza, minoricen a las
élites que ya han perdido el pudor y agitan las ideas más reaccionarias, para
remover la nostalgia, el miedo a lo extraño, o por la ilusión a que la llegada
de un nuevo grupo de poder cambiará su situación.
En suma, la clave no está en formar frentes populares que nos obligan a renunciar a nuestras aspiraciones políticas y a aceptar medidas contenidas para incluir a los llamados "demócratas". Se trata, por el contrario, de formar dinámicas de frente único frente a las medidas autoritarias y en aras de promover aquellas a favor de la democracia y la justicia social, medida a medida, sin comprometernos a aceptar alianzas con aquellas formaciones que, en última instancia, son responsables de las causas que originan estos movimientos extremistas y que, en suma, no tienen ninguna voluntad de pararles los pies, porque al fin y al cabo su extensión favorece a las élites a las que ellos obedecen.