Daniel Albarracín. 17/05/2017
El mercado de trabajo, no es
exactamente un mercado, porque hay regulaciones y negociaciones y para eso la
política de empleo, la política económica y la negociación colectiva juegan un
papel; tampoco es de trabajo (porque lo que se mercadea no es empleo ni
trabajo, dado que la mercancía en juego es la fuerza de trabajo en sí; ni es
libre, porque los empleadores pueden imponer la mayoría de las condiciones. De
tal manera que, históricamente, las patronales y gobiernos han tenido pocos problemas
si crecía el desempleo si con ello se normalizaba un contexto en virtud del
cual los trabajadores empezaban a aceptar unas condiciones de empleo peores,
peor pagadas, menos estables y con menos garantías. Únicamente el contrapeso de
la lucha sindical y la movilización obrera puede poner límites a este
sobrepoder.
En el desarrollo del capitalismo la dinámica de empleo ha estado ligada
al ciclo económico y a la política económica, condicionada su calidad por la
política de empleo. La cuestión tecnológica sólo ha incidido de manera
transicional en los procesos de reestructuración y organización del trabajo,
como una expresión de la tendencia recurrente al crecimiento del peso de la
composición orgánica del capital, es decir, el aumento del peso del capital
muerto o constante sobre el vivo o variable, o dicho de otra manera, del
aumento relativo del peso del capital (maquinaria, edificios, materias primas)
en términos de valor trabajo acumulado en relación al peso del trabajo directo
de las personas (horas de trabajo humano).