Diario Público
Daniel Albarracín
Economista y sociólogo. Asesor en el Parlamento Europeo con EuroPodemos
En este “país de países” arrastramos cuanto menos desde la Transición un viejo simplismo ideológico, fundado en la escisión artificial entre lo económico y lo político. Desde entonces se optó por dividir conceptual y prácticamente ambas esferas. Se facilitaron reformas que podrían conducir al aperturismo democrático y las libertades públicas, a cambio, ni que decir tiene, de fuertes renuncias materiales para las clases populares y trabajadoras, en materia de salarios, condiciones laborales y mayor racionalización económica. Las fuerzas políticas se dedicaron a tomar las instituciones y las sindicales a negociar en el ámbito laboral. Desde ahí, se produjo un largo retroceso en la influencia de las clases populares en cuanto a sus condiciones de vida materiales. Reestructuraciones, salarios contenidos e inestabilidad laboral llegaron a continuación. Más tarde, la resistencia y la respuesta apareció de nuevo, primero en el campo de los movimientos sociales y tras conmociones de alcance internacional, con el movimiento antiglobalización de los 2000, las primaveras y el 15-M de 2011. Se formaron después nuevas herramientas políticas hoy en el centro de la escena y que siguen despertando enormes expectativas.
Economista y sociólogo. Asesor en el Parlamento Europeo con EuroPodemos
En este “país de países” arrastramos cuanto menos desde la Transición un viejo simplismo ideológico, fundado en la escisión artificial entre lo económico y lo político. Desde entonces se optó por dividir conceptual y prácticamente ambas esferas. Se facilitaron reformas que podrían conducir al aperturismo democrático y las libertades públicas, a cambio, ni que decir tiene, de fuertes renuncias materiales para las clases populares y trabajadoras, en materia de salarios, condiciones laborales y mayor racionalización económica. Las fuerzas políticas se dedicaron a tomar las instituciones y las sindicales a negociar en el ámbito laboral. Desde ahí, se produjo un largo retroceso en la influencia de las clases populares en cuanto a sus condiciones de vida materiales. Reestructuraciones, salarios contenidos e inestabilidad laboral llegaron a continuación. Más tarde, la resistencia y la respuesta apareció de nuevo, primero en el campo de los movimientos sociales y tras conmociones de alcance internacional, con el movimiento antiglobalización de los 2000, las primaveras y el 15-M de 2011. Se formaron después nuevas herramientas políticas hoy en el centro de la escena y que siguen despertando enormes expectativas.
Este tipo de aproximación ha conducido a dos excesos: el economicismo, entendiendo tal cosa como una maquinaria técnica que sólo cabe gestionar y de cuyos resultados se derivan los comportamientos sociales y políticos; y el politicismo, que piensa que basta con invocar meramente al discurso para conducir a las mayorías. Ni la realidad social, histórica y política son fruto de ninguna ley exacta universal, ni los sujetos están al margen de sus realidades materiales. Más bien, debemos entender, que los sujetos intervienen en su propia experiencia desde un punto de partida que no eligen, pero cuyo destino colectivo no está predeterminado y se construye. La relación con los recursos y el entorno, las formas de producir y distribuir, el modo de vida, representan el material central del debate político por antonomasia.
El régimen, aunque en entredicho, sigue, reproduciendo el esquema vulgar del economicismo, confiándolo todo a una recuperación económica para recuperar adeptos. Por nuestro lado, huyendo de cierto miserabilismo que piensa que sólo es posible avanzar en medio de la desesperación, pensamos que un ciclo como este facilita las condiciones para la autoorganización popular y el avance de nuevas ideas, tal y como se experimentó en ciclos económicos positivos (el ciclo del 68, el movimiento contra el capitalismo global a comienzos de los 2000, etc…). La cuestión de contar con “los que faltan” debe consistir tanto en organizar a los que se indignaron -y que reflexionaron sobre la experiencia colectiva para llegar a conclusiones de que es necesario cambiar-, como en tratar de dialogar con el sentido común mayoritario, para interpretar lo que nos sucede y construir juntos un proyecto de sociedad que acabe con las causas de la injusticia.
Las frágiles bases de la recuperación actual.
La economía española ha crecido un 3,2% el año pasado, por encima del entorno europeo. Ahora bien, el nivel del PIB aún no ha alcanzado el nivel de producción de 2008. La recuperación comenzó en 2014, y tuvo su momento álgido en 2015. Ya se empieza a desinflar. La recuperación, será probablemente corta. La inversión se aceleró rápido en 2014 y 2015 pero pronto ha perdido ritmo y está a distancia de los niveles de anterior a la crisis. La rentabilidad efectiva, tras desplomarse en el periodo recesivo, se ha recuperado muy tímidamente.
Fuente: Banco de España