Daniel Albarracín
30 de Enero de 2014
Nota: Este artículo ha sido publicado en el Diario Público
Surge un movimiento popular con propósitos de autoorganización y cambio político.
Una
buena parte de las clases populares y trabajadoras, para no perderse en la
impotencia, ansían herramientas políticas creíbles que les haga sentir partícipes
en términos plenos. La situación crítica que atravesamos ha abierto un espacio
para la construcción de un instrumento político como es el que representa Podemos, en el complejo y amplio marco
de la izquierda.
Su
necesidad se extiende en toda la periferia europea. Fenómenos sociopolíticos
como Podemos han surgido y seguirán
emergiendo en varios países en formatos muy distintos. Si un reto es el de
establecer alianzas, cuanto menos tácticas, con otras fuerzas establecidas en
la izquierda, también habrá que estar atentos a tejer lazos con iniciativas internacionales
afines. Enfrentarse al monstruo “austeritario”
de la Unión Europea en el capitalismo global va a obligarnos a convergencias unitarias
allende cualquier frontera.
Las
clases dirigentes, sustentadas por el poder financiero y económico y la
burocracia partitocrática a su servicio, persiguen ensanchar sus privilegios. En
el Estado español, los movimientos populares de indignación y las mareas ciudadanas,
representan la expresión viva de las clases populares que se resisten a la
ofensiva de las élites. Las manifestaciones expresivas parece que podrían estar
llegando también a su límite. Siendo necesarias no bastan por sí mismas. La
fase de la toma de las plazas, de deliberación democrática y de lucha expresiva
masiva ha construido un cuerpo social vivo. Este ha contribuido a cuestionar el
sentido común dominante, situando en la agenda de debate interrogantes hasta
hace poco impensables (y que han hecho posible victorias como la lucha de los
barrenderos, Gamonal o la paralización de la privatización sanitaria en la Comunidad
de Madrid, entre otras). Si bien, salvo estas notables resistencias, falta
mucho para obtener avances que satisfagan aspiraciones de cambio, tales y como
son las de democracia radical, que requieren una ardua ruptura de las
relaciones de poder dominantes.