Daniel
Albarracín 15/11/2017.
La tasa de actividad no es más que un
indicador estadístico que nos pone en relación la parte de la población que
está empleada o busca empleo activamente en relación a la población en edad
laboral. La evolución de este indicador ha estado sujeta no sólo a vaivenes
propios de las relaciones laborales o la demografía, sino también a su sistema
de cálculo.
Anteriormente el denominador se calculaba
como la población de entre 16 y 65 años, pero esto se amplió a toda la
población mayor de 16 años, pues no hay restricciones legales a que un anciano
trabaje. También el criterio de contabilidad de las personas activas se ha
modificado, en tanto que la actividad está sujeta a criterios de búsqueda de
empleo que sean reconocibles y registrables, y que se han movido en el tiempo
(presencia en los servicios públicos de empleo, presentación formal de ofertas
de trabajo, etcétera).
Un fenómeno habitual de periodos de alto paro
ha sido el conocido como “desánimo”. Esto es, personas que dejaban de realizar
una búsqueda por los cauces reconocibles o que sencillamente abandonaban
temporalmente su búsqueda. Las razones pueden ser múltiples. Desde el acenso de
las vías informales de empleo, la ausencia de prácticas de registro de la búsqueda
de empleo, hasta el propio cálculo de la persona que opta por realizar otras
tareas, como puede ser la formación o el cuidado de otras personas, en tanto
que la oferta de empleo no brinda las condiciones suficientes que compensen. A
este respecto, cabría añadir nuevos fenómenos, como podría ser la extensión de
un tipo de empleo mal pagado, inestable o a tiempo parcial, que haga que una
parte de la población valore más su actividad en tareas reproductivas sin
remunerar que proseguir su trabajo en el ámbito del empleo remunerado.
En lo que sigue nos vamos a limitar al examen
de las estadísticas que ofrece el INE en la Encuesta de Población Activa, para
sacar conclusiones. Nos limitaremos al periodo 2007-2017, tomando datos del II
Trimestre. En balance la población con más de 16 años creció en dicho periodo,
aunque tuvo un pico en 2015 y luego el indicador empezó a descender. La
evolución de este indicador puede estar sujeto a un doble fenómeno. Primero el
aumento de la población con más de 16 años, que seguramente va engrosando la
población más anciana, dada la tendencia al envejecimiento en este periodo y
que proseguirá hasta que la generación nacida en los años 70, el baby-boom, desaparezcamos. Segundo, la
contratendencia del fenómeno migratorio, en base al cual parte de la población joven,
pero también inmigrantes, ha decidido buscar empleo en otro país, o ha
retornado a su tierra de origen.
El fenómeno del desánimo, en una sociedad
patriarcal, suele repercutir más en las mujeres. Pero debemos pararnos un poco
para ver su alcance. En el caso de las mujeres, la tendencia en la población de
mayor de 16 años no se ha interrumpido, como en el conjunto, sin embargo la
población femenina activa ha seguido la tendencia general de retirarse,
ligeramente, desde 2012, de la búsqueda activa de empleo. Esto creo que puede
ser explicado mayormente por el efecto envejecimiento. El fenómeno migrante
parece que les ha afectado menos a las mujeres, en general, con mayor arraigo
en sus comunidades. El efecto desánimo podría explicar muy ligeramente este
efecto, pero puede haber influido, sobre todo desde las reformas laborales, con
una posible incidencia desde la aplicada en 2012 por el PP.
Si observamos las tendencias de las tasas de
actividad para el mismo periodo, lo que vemos es que la tasa de actividad creció
hasta 2012. En el caso de las mujeres incluso hasta 2013. Pero a partir de ahí
se ve un retroceso de la tasa de actividad general, pero también femenina, si
bien de manera menos intensa en este segundo caso. La tasa de actividad
femenina tuvo un comportamiento de ascenso hasta 2013 posiblemente porque la
crisis genero un doble efecto: expulsaba del empleo a más varones, y a
inmigrantes, y aunque también expulsaba a menos mujeres, estas se sostuvieron
por más tiempo en el empleo, porque sufren de menores salarios, y porque las
familias que perdieron el ingreso del varón se vieron empujadas a disponer más
miembros de su familia en el mercado laboral.
El fenómeno de devaluación salarial,
combinado con el incremento de peso del empleo a tiempo parcial, y la extensión
de la inestabilidad laboral (que no sólo se ve en el aumento de la tasa de
temporalidad, sino en la propia desprotección del empleo indefinido), ha generado
un escenario nuevo. Una de las consecuencias desde la reforma laboral, para el
periodo de semirecuperación ha sido el efecto sustitución de personas mayores
por personas jóvenes
con menos ingresos. Parece que el nuevo contexto laboral en el que se crea
empleo, pero es con ingresos más bajos y más precario, podría haber generado
indicios de nuevas formas de desánimo. Sin embargo, para dar comprensión a la evaluación
de la tasa de actividad creemos que el factor envejecimiento podría ser mucho
más explicativo en el actual contexto de la caída de actividad de la fuerza de
trabajo potencial.
Posiblemente, la cuestión exija estudios
complementarios, de carácter cualitativo, para comprender las nuevas prácticas
sociales, y también de cruce con otras fuentes estadísticas para determinar la
influencia demográfica, el peso de la emigración, la evolución del empleo
informal y de las nuevas estrategias familiares.
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