Daniel Albarracín Sánchez. Noviembre de 2024[1]
Este artículo salió publicado en el número 168 de la Revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
https://www.fuhem.es/2025/01/27/papeles-168-condiciones-para-una-cultura-politica-alternativa/
Profesor del Departamento de Economía Aplicada II de la Universidad de Sevilla
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1. Introducción.
La preocupación por las prácticas de consumo en relación con el medioambiente, la salud y el modo de vida despiertan gran interés social, asumiéndose que consumir “alternativamente” contribuye al cambio. Sin embargo, varios son los que se han interrogado con perplejidad[2] sobre su alcance, teniendo en cuenta que las prácticas de consumo pueden estar sobredeterminadas por la oferta, los precios, el poder adquisitivo, estrechando nuestras aspiraciones individuales. Desde este punto de vista, nos proponemos reflexionar sobre las condiciones en que las prácticas de consumo[3] pueden modificar su entorno, haciéndolo justo y sostenible.
Inspirados en una perspectiva sociohistórica, antropológica[4] y la economía ecológica pero también en las últimas y poco conocidas elaboraciones de Marx, bosquejamos la relación histórica entre el fenómeno social del consumo[5] y las prácticas sociales, como articulaciones dentro de un metabolismo socioproductivo de la vida social[6].
2. El consumo, sumido en la mercancía.
Tras una larga transición, el origen del capitalismo[7] en términos estructurales plenamente consistentes, pues algunas prácticas parciales (colonizadoras, financieras o comerciales) se presentaron anteriormente, comenzó en el campo inglés del siglo XVI. Las relaciones de producción que lo impulsaron, guiadas por la ganancia, sistematizan con intensidad la apropiación de la naturaleza, se basan en un tipo propiedad privada excluyente, e impulsan prácticas de desposesión -de bienes comunes, bienes naturales libres, prácticas sociales de cooperación-, promueven una mercantilización rivalista que empuja a un ascenso de la productividad, y se generaliza la venta de productos básicos –como el alimento- en grandes mercados consolidados y estables, para recurrir posteriormente a formas dependientes de explotación del trabajo (campesinado arrendatario, jornaleros asalariados, trabajo informal estacional…).