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Un cuadro macroeconómico con tensiones crecientes.
El proceso de acumulación de la economía europea sigue prácticamente estancado. La salida de la recesión en 2013 no se ha traducido más que en un tímido crecimiento hasta 2015 que ya se ralentiza en 2016 de nuevo. Tras una profunda caída en la producción aún se está lejos de los niveles del comienzo de la crisis. El riesgo de caer de nuevo en una nueva recesión, más profunda y compleja, son mucho mayores. La debilidad de la acumulación a escala mundial se muestra más que evidente. China sigue creciendo con fuerza, pero cada vez con menor intensidad (6,7% interanual en el III Trimestre de 2016, siguiendo datos del Banco de España) y los países ricos, tras un 2015 moderadamente benigno, se estacan en la UE en el 1,9%, 1,7% en la zona euro, y un 1,6% en EEUU. España desde el II trimestre de 2015 crece con cierta mayor fuerza, pero el empuje empieza a ceder (3,2%), cerrando un ciclo industrial de recuperación muy corto incapaz de compensar la intensa caída anterior.
Un cuadro macroeconómico con tensiones crecientes.
El proceso de acumulación de la economía europea sigue prácticamente estancado. La salida de la recesión en 2013 no se ha traducido más que en un tímido crecimiento hasta 2015 que ya se ralentiza en 2016 de nuevo. Tras una profunda caída en la producción aún se está lejos de los niveles del comienzo de la crisis. El riesgo de caer de nuevo en una nueva recesión, más profunda y compleja, son mucho mayores. La debilidad de la acumulación a escala mundial se muestra más que evidente. China sigue creciendo con fuerza, pero cada vez con menor intensidad (6,7% interanual en el III Trimestre de 2016, siguiendo datos del Banco de España) y los países ricos, tras un 2015 moderadamente benigno, se estacan en la UE en el 1,9%, 1,7% en la zona euro, y un 1,6% en EEUU. España desde el II trimestre de 2015 crece con cierta mayor fuerza, pero el empuje empieza a ceder (3,2%), cerrando un ciclo industrial de recuperación muy corto incapaz de compensar la intensa caída anterior.
En lo que concierne al tipo de beneficio efectivo (Shaikh, A.), que puede
aproximarse mediante la diferencia entre la rentabilidad ordinaria del activo
neto y el coste financiero del capital, en España se asiste desde 2005 a su reducción
significativa hasta 2012, desde el 5% hasta llegar a niveles negativos para a
partir de ahí remontar ligeramente al llegar al 2,1% en otoño de 2016, en un
contexto internacional en el que se hace difícil una subida mayor. Esta ligera
recuperación cabe entenderse por varios factores: un retroceso de los salarios
y caída de los costes financieros y coste de la energía para las empresas, si
bien en un marco donde los mercados no se ensanchan mucho y en el que la
inversión volvió a crecer en 2014 y 2015, pero que ha vuelto a moderarse a un
ritmo del 5%, la mitad de esos años, precisamente por el proceso de relativo desendeudamiento
al que se han dedicado excedentes y ahorros.
Fuente: Elaboración propia a partir del Banco de España. Rentabilidad
ordinaria del activo neto- coste financiero de las sociedades no financieras.
La crisis financiera en
la Eurozona.
La economía europea está fuertemente afectada por una gran crisis de
solvencia del sistema bancario. Los epicentros de dicha crisis se sitúan en
Italia y Alemania. Comenzando con los casos del Deutsche Bank, Monte Paschi y Unicredit, se pueden sacudir los
cimientos de la arquitectura económica de la UE, tan obsesionada en sostener el
sistema financiero privado como incapaz de encontrar una solución no lesiva
para la mayoría.
En un contexto de bloqueo en el Consejo Europeo, la política económica de
la UE y sus Estados miembros está caracterizada por una política fiscal inerte,
que, a lo sumo, va a verse matizada por las nuevas exigencias de rearme de
Europa, ante la retracción del compromiso de los EEUU con la OTAN. Con la
exoneración de la contabilidad en el déficit público del gasto militar, y una
suave relajación de la disciplina fiscal en algunos países, no bastará, en
tanto que la economía europea no ha conseguido zafarse, muy al contrario ha
intensificado, de sus problemas.
A pesar de la medicina de caballo previos, en materia de austeridad y
financiarización, la recuperación ha sido muy débil y gran parte de la economía
europea apenas ha podido pasar de la recesión a un semiestancamiento con
tendencias deflacionistas. Ahora, bien es cierto que se ha pasado a una fase
nueva. En particular, en primer lugar, porque la austeridad se va a tratar de
manera distinta, al optarse por recuperar ingresos públicos mediante impuestos
indirectos y ligeramente mediante correcciones en el impuestos de sociedades, al
mismo tiempo que se sigue procediendo a severos ajustes en los derechos
sociales y servicios públicos. Asimismo, en segundo lugar, porque el proceso de
financiarización ha mutado.
Este proceso de financiarización atravesó varias fases. Primero, en los
años 90 facilitando crédito a escala masiva, endeudando a empresas y familias
hasta 2007. Después, aplicando políticas para convertir las deudas
empresariales, principalmente del sistema bancario, en deuda pública. Y ahora,
tratando de trasladar la enorme deuda acumulada a escala europea en fórmulas de
mancomunamiento de deuda por la vía de gigantescos instrumentos financieros (MEDE,
o un futuro Fondo Monetario Europeo) controlados por los países más fuertes
para hacer, si acaso, algo de frente a la presumible cascada de
reestructuraciones bancarias que está por venir. Aunque, por el momento, la UE
no está preparada ni dotada de los instrumentos apropiados, y esto puede
conducir a un caos financiero y efecto dominó, con consecuencias que pueden
empujar a cambios internos en la arquitectura y mapa de la Eurozona y de la UE.
Una extravagantepolítica monetaria como
respuesta del Banco Central Europeo.
La política ultraexpansiva del BCE sólo es comparable en intensidad a la de
Japón, aunque allí ha sido más duradera y fuerte. Japón a día de hoy mantiene
tipos de interés negativos (-0,1%). También Reino Unido sigue una tendencia
semejante a la baja, pero aún cuenta con valores positivos en un 0,25%. El BCE
ha decidido mantenerlo en el 0%, mientras que en EEUU se sitúa en el 0,5% en
una tendencia, por el contrario, creciente. Esto último conduce a un ligero
fortalecimiento del dólar respecto al euro.
La prolongación de la política de compra de activos y flexibilidad
cuantitativa es un síntoma de la desesperación de la UE ante una situación de
estancamiento que se enquista. Sin duda, la decisión de hacer descansar la
mayor parte de la política económica en la política monetaria, tiene como una
de sus causas la dificultad de salir de un síndrome de “semiestandeflación”. Aunque hay algunos signos de cambios, aún
resulta demasiado débil la modificación de las pautas en la política fiscal y
de gasto a escala nacional. Pautas que, sin embargo, siguen bloqueadas a escala
del Consejo Europeo que sigue aprobando recortes en el presupuesto europeo,
manteniendo el Marco Financiero Plurianual encorsetado en términos de volumen,
o inhibiendo cualquier iniciativa de fortalecimiento de la capacidad fiscal en
la eurozona. Pero, como venimos señalando, la crisis del sistema bancario encierra
posiblemente el principal factor explicativo de la intervención sistemática del
BCE en los términos en que lo hace. El recurso a la política monetaria ultraexpansiva
representa así una huida hacia delante.
Pues bien, el fracaso de Renzi en el pasado
referéndum, que contenía detrás una propuesta para centralizar poder y así
acometer medidas para la crisis bancaria italiana favorable al establishment, puede haber desencadenado
la última pauta del BCE, persistiendo en su política de tipos de interés
nominales nulos, lo que entraña contar con una inaudita política de tipos
reales negativos.
Entre Marzo y Junio de 2016, el programa de compra
de activos (CSPP) se centró en la compra de bonos corporativos emitidos por
grandes empresas. Esta política ha sido muy controvertida, en tanto que los
beneficiarios de esta política de estímulo, para abaratar los costes financieros
para las empresas, operada por los bancos centrales alemán, español, italiano,
belga, finés y francés, beneficiaban al fin y al cabo a sectores empresariales capaces
de emitir bonos en los mercados financieros, algo a lo que no tienen acceso las
pymes, y se destinaba a usos dudosamente útiles para la sociedad y la economía
europeas. Salieron principalmente beneficiadas empresas gasísticas y
petroleras, fabricantes de automóviles y sectores del juego, empleándose hasta
46.000 millones de euros para tal cometido. Bonos que reportarán rendimientos
negativos al BCE y que servirán para cubrir los agujeros de insolvencia de
dichas empresas o causarán procesos de acaparamiento especulativo sectorial.
Todo ello sin haber promovido nuevas inversiones de carácter significativo,
dado el entorno de bajos tipos de beneficio, y propiciando si acaso procesos de
concentración de la riqueza en menos manos.
Tras el pasado 8 de diciembre la política de compra de activos persiste con
gran intensidad, pero en términos ahora distintos[1]. A partir de ese momento
la compra de activos se centrará en bonos soberanos, esto es, deuda de los
Estados, en proporción a su peso en la economía europea. Mantendrá la compra en
80 millones de euros mensuales hasta marzo de 2017 para luego hacerse a un
ritmo de 60 millones de euros hasta una fecha indefinida, justificado en tratar
de evitar la deflación[2] y tratar de acercarse a un
2% de inflación.
Tal y como advierte el economista Sergi Cutillas, el propósito consiste
en amortiguar o retrasar los efectos de la crisis bancaria, mientras se decide
qué hacer para rescatar a la banca italiana insolvente. Se está en medio de una
negociación entre Italia y la UE para ver hasta qué punto se hará pagar a los
40.000 pequeños inversores involucrados o en qué medida el sector público
europeo habrá de aliviar una pérdida brutal a miles de familias. Estas podrían
volverse contra el gobierno italiano, ya en entredicho, con un viraje que
podría empujar al Movimiento 5 estrellas al gobierno. De paso, la crisis
italiana causaría un fuerte impacto en la banca alemana, también en
dificultades, porque es la principal acreedora de la banca italiana, aunque
cabe afirmar que, dado el tamaño económico de Italia, la crisis en dicho país
contagiaría al resto de la UE. Sea como fuere, merece la pena advertir que el
nuevo programa del BCE será insuficiente para insuflar los recursos financieros
necesarios a los países periféricos, con un sistema financiero en peores
condiciones, porque la distribución del programa de compras no se hace en
función del tamaño de los problemas, sino del peso económico de cada país, y
habrá países que recibirán este estímulo sin necesitarlo y aquellos que lo
necesitarán no dispondrán de él.
La política monetaria del BCE está siendo completamente ineficaz para
promover la inversión, dada las bajas tasas de rentabilidad de la economía. En
un contexto así, la política monetaria no puede animar por sí sola la inversión.
Cabe decir que no se puede llevar más lejos esta política de tipos de interés
nominal cero. En la práctica, la economía está encerrada en tipos de interés
reales negativos (tipo de interés menos la inflación), conduciendo a que el
exceso de liquidez se destine a tapar agujeros de insolvencia, pero no a nuevas
iniciativas de actividad. Esta política del BCE ocasiona una situación de
riesgo moral en favor de beneficios particulares, esto es, grandes
corporaciones privadas ligadas a las finanzas y el sistema energético e
industrial fosilista, especialmente en los países económicamente pudientes.
En definitiva, esta política ha sido y será ineficaz, supone una forma de
transferencia de liquidez a la banca privada, mientras hay una ausencia
evidente de políticas de inversión o de impulso de cualquier política fiscal
progresiva o mejoras para las clases populares, que siguen perdiendo servicios
públicos, salarios y garantías democráticas.
[1]Declaración del BCE:“el Consejo de Gobierno ha decidido
mantener las compras de su programa de compras de activos en su nivel actual de
80 mm de euros mensuales hasta el final de marzo de 2017. A partir de abril de
2017, las compras netas continuarán a un ritmo mensual de 60 mm de euros hasta
el final de diciembre de 2017, o hasta una fecha posterior si fuera necesario
y, en todo caso, hasta que el Consejo de Gobierno observe un ajuste sostenido de
la senda de inflación que sea compatible con su objetivo de inflación. Si antes
de entonces las perspectivas fueran menos favorables, o si las condiciones
financieras fueran incompatibles con el progreso del ajuste sostenido de la
senda de inflación, el Consejo de Gobierno prevé ampliar el volumen y/o la
duración de este programa. Las compras netas se llevarán a cabo paralelamente a
la reinversión del principal de los valores adquiridos en el marco de este
programa que vayan venciendo”.
[2]La evolución de los precios en la zona euro llevaba
cerca de tres años, desde 2013, en valores negativos, se trata de un fenómeno
denominado deflación. Desde Junio pasado la eurozona salió de esos dígitos,
siendo del 0,6% interanual el pasado Noviembre, pero lejos de que todos los
países de la UE (Italia, Irlanda, Grecia, Polonia o Eslovaquia aún están en
valores negativos) hayan salido de la misma y de un nivel razonable del 2%.
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