18/11/13

Sobre el sistema euro, las malas preguntas y las respuestas complejas.


En el marco del debate inaugurado en Espacio Público denominado "El euro, en entredicho" Daniel Albarracín  interviene respondiendo a una serie de preguntas en torno a pronósticos y estrategias sobre el futuro del euro. A continuación las preguntas planteadas y las respuestas que le propuso.


Daniel Albarracín. 17-Noviembre-2013
  • 1. ¿Considera factible y probable una ruptura acordada del euro?
El escenario, ante los profundos desequilibrios del sistema euro, más factible es el de un colapso financiero por “fascículos”. Ante dichas circunstancias, caben situaciones diversas, entre la que no sería descartable una expulsión de determinados países que incumplan sus objetivos de devolución de deuda. Pero eso no sucederá antes de exprimir sus posibilidades de pago hasta lo máximo posible. Dicha ruptura acordada es más probable que suceda tras alguna conmoción sociopolítica que determine lo inasumible de seguir pagando los compromisos contraídos, que asuma lo impagable de la misma.
  • 2. ¿Puede considerarse que la devaluación interna es una política eficaz para que los países del Sur recuperen su competitividad?
La recuperación de la competitividad por vía devaluación interna es eficaz, pero únicamente lo es para un núcleo reducido de empresas en cada país con un perfil exportador y en las que el factor coste laboral sea determinante para su negocio. En este sentido, las empresas multinacionales de cada país cuentan con posiciones desiguales en la división internacional del trabajo. En cambio, la devaluación interna es suicida para aquellas empresas cuyos mercados son internos. Esto es, la mayoría de los casos, en la inmensa mayoría de países. En balance, el resultado neto, de esta política de austeridad, que deprime las inversiones, el consumo y las inversiones, es catastrófico. Pero son precisamente estas grandes corporaciones transnacionales las que gozan de mayor influencia en la esfera de la toma de decisiones políticas europeas.
  • 3. ¿Respondería Alemania a la posible devaluación interna de los países del Sur con políticas de limitación del crecimiento salarial para preservar su actual ventaja competitiva?
Parece que es el caso, por lo menos hasta hace bien poco. Esta línea prosigue, si bien se atempera, merced a la actuación de los sindicatos alemanes que exigen revalorizaciones salariales, y también fruto de cierta presión internacional. Ahora, parece que es la política austeritaria la predominante todavía.
  • 4. ¿Soportarán los países del Sur el desempleo elevado y las consiguientes tensiones sociales durante los largos períodos necesarios para lograr la devaluación interna?
Es difícil predecir, pues estamos hablando de cómo digieren las clases populares una situación de degradación material, en la que no sólo cabe hablar de factores objetivos de deterioro, sino también subjetivos de cómo se organiza una resistencia y una alternativa a este modelo. Lo que sí podemos afirmar es que la polarización está cantada, y los tiempos de moderación política y de relativa paz social han finalizado.
  • 5. ¿Es la suavización o supresión de las políticas de austeridad la solución o una contribución a la solución de los problemas de la eurozona? ¿Son necesarias las medidas de austeridad para impulsar la devaluación interna?
La mitigación del alcance de las políticas de austeridad no es suficiente para superar la crisis a la que nos enfrentamos. De hecho, es previsible que en los próximos tiempos se alternen políticas duras con otras aliviadas, sobre todo con la perspectiva de hacer socialmente digerible una tendencia depresiva de fondo. La alternancia entre recesión y estancamiento (ahora estamos en este segundo momento), y vuelta a la recesión, también será contestada por gestiones gubernamentales nacionales y europeas que levanten el peso del freno, con el objeto de no asfixiar los fundamentales aún más. Y es en estos donde debemos fijarnos. Nos referimos a las tasas de rentabilidad, la disponibilidad y creación de nuevos mercados y productos, los potenciales recorridos de la tecnología, la redistribución de la renta. Atendiendo a estas dimensiones no hay razón alguna para vaticinar una superación de esta crisis que se acaba de inaugurar.
  • 6. ¿Contribuyen las reformas que se proponen y que se aplican a restaurar el crecimiento económico de los países del Sur?
En primer lugar, debe advertirse que el conjunto de medidas aplicadas dentro de la arquitectura del sistema euro son simplemente un fracaso y generarán una catástrofe. En el terreno de las políticas fiscales no se cesa en la regresión tributaria (que puede alternar incrementos impositivos con carga a las clases trabajadoras, con reducciones para las rentas del capital), la conversión del gasto público en rescates financieros en contra de los servicios públicos y políticas sociales, que no están impidiendo, sino más bien lo contrario, déficits públicos formidables. En el terreno monetario, la política ultraexpansiva es sencillamente tan inoperativa, generadora de nuevos capitales ficticios, como desastrosa, al extender en el tiempo un sistema financiero zombie. La unión bancaria, bajo el diseño planteado, tampoco es solución. La orientación y requisitos de funcionamiento del BCE implican un reciclaje de la deuda financiera privada en contra de los tesoros públicos, y está acompañando el mayor proceso de concentración bancaria conocido. El poder político, paradójicamente, se va concentrando en los grupos bancarios triunfantes de este proceso, más allá de la insolvencia generalizada que han ocasionado. En el terreno de la política de inversión y de rentas, la depresión salarial e inversora, propician que las empresas supervivientes restauren sus tasas de beneficio a costa de la recesión general, situación que sólo es posible por la apropiación de estos nuevos oligopolios del capital destruido.

  • 7. ¿Aceptarán los mercados financieros proseguir con las compras de la deuda pública de los países del Sur siendo dudosa la solvencia de éstos pero estando respaldados por el compromiso del BCE de hacer “todo lo necesario”?
El BCE hará todo lo necesario mientras pueda. El primer efecto es positivo, como hemos visto. Además, la política ultraexpansiva, siguiendo la estela que ya abrieron la Fed y el Banco de Japón, puede generar una ficción momentánea ante nuevos capitales que, sin encontrar ningún sector en prosperidad, van a dedicar sus disponibles a adquirir activos devaluados y abrir negocios en las esferas abandonadas por lo público. Sin embargo, para conseguir estas consecuencias el coste es proverbial. El desapalancamiento que exige la situación, y la futilidad de la caída de tipos de interés para promover en estas circunstancias la inversión, caerán por su propio peso. Y a los problemas de unos fundamentales deprimidos, la recesión y la austeridad, se añadirá una gigantesca deuda y capital ficticio que caerán como el plomo sobre la mayor parte de las economías europeas, y en la mayor parte de sus núcleos de actividad.
  • 8. ¿Considera que Alemania aceptará tasas de inflación más elevadas que las de los países periféricos para facilitar la recuperación de la competitividad de éstos?
Hasta el momento no ha sido así, y parece que el triunfo de Merkel apunta que seguirá sin ser así. Ha triunfado una concepción insolidaria en Alemania. Parece que se considera que la UE es simplemente una serie de mercados al servicio de las grandes corporaciones exportadoras alemanas.
  • 9. ¿Estará dispuesta Alemania, para garantizar la supervivencia del euro, a realizar las transferencias necesarias para que el Sur no colapse, es decir, a aceptar que la UME es, de hecho, una transfer union?
Esto entra en el terreno de las perspectivas políticas. Por desgracia, en Alemania las posturas europeístas solidarias son minoría. Un modelo de reciclaje de excedentes, tal y como sugiera Varoufakis, parece harto improbable.
  • 10. ¿Puede la eurozona tener un superávit comercial permanente con el resto del mundo procurando mantener una paridad baja del euro?
Parece que en este capítulo hoy por hoy se presenta una situación de equilibrio, o leve situación superavitaria. A Alemania le vendría de perlas una paridad baja del euro. Pero este tipo de esquemas tendría consecuencias desiguales internamente, y desde luego abocaría a una pugna rivalista mundial, cuyos frutos positivos serán escasas, más allá de que esta opción implica un juego de suma cero que no encerraría soluciones pacíficas.

  • 11. ¿Bastará que un país salga del euro para que, por contagio, se produzca la desintegración total de la eurozona?
En modo alguno. De todos modos el impacto de la salida de un país depende de la envergadura del país en cuestión y su interrelación y papel en la UE. Ahora bien, más allá del efecto cuantitativo (por ejemplo, la salida del euro de Grecia acompañada de un impago implicaría una sucesión de quiebras bancarias de cierto alcance) habría otro cualitativo. El fracaso del euro para integrar y sostener países diversos en la UE, sería una señal de debilidad que movilizaría a los especuladores contra la moneda única. Las consecuencias, por tanto, sería mucho mayores que un simple desgajamiento de la pieza de un puzle, porque desestabilizaría toda la arquitectura montada. No obstante, la salida de países como Italia o España sería una cosa muy distinta, porque sus implicaciones serían más fuertes. No obstante, aunque las consecuencias serían importantes, empujando a otros países hacia la salida, eso no impediría que el euro se plegase y refugiase en una serie de países que adoptarían esta moneda como salvaguarda de otros países que “fallasen” al sistema euro.
  • 12. ¿Qué indicadores debemos observar para juzgar si la crisis de la eurozona se está superando o se está agravando? ¿Cómo se están comportando esos indicadores?
Como hemos señalado, es la tasa de beneficio, la inversión y el empleo, algunos de los indicadores sobre los que debemos fijar la atención. Lo que puede seguirse de esta evolución, con situaciones diferenciadas en la UE, es que la tasa de beneficio se restaura, mucho menos de lo que sería necesario, pero a costa de generar mayores recesiones (se busca una política que combina aumentos de beneficios para unas pocas empresas, en el marco de una destrucción amplia del capital), de destruir demasiado empleo, reducir salarios e inversiones, etcétera. Las tasas de explotación crecen sobremanera, mientras que la reducción de la composición orgánica del capital es insuficiente. Aunque no podamos descartar que sobre esta línea pudiera propiciarse una nueva onda larga expansiva, estamos a años luz de procurar las condiciones para ello. Para lograrlo parece que las tensiones sociales y las políticas de endurecimiento tienen que llegar mucho más lejos, comprometiendo cualquier consenso político que hacía posible un esquema de democracias formales.
Sea como fuere, el sistema euro es una forma singular en la que los esquemas de financiarización cobraron forma en la UE. Este esquema es el más sofisticado que se ha institucionalizado a escala mundial, pero, a grandes rasgos, comparte las mismas problemáticas de esta fórmula de contrarrestar la crisis de sobreacumulación irradiada a partir de los años 70 del pasado siglo, en otras grandes regiones y economías. Este esquema en sí mismo tiene problemas internos muy graves, generando tensiones añadidas entre los países que componen la arquitectura del sistema euro. En el contexto de políticas de austeridad consagradas  en Tratados, de políticas ultraexpansivas que sólo benefician al núcleo bancario privado, y ante la ausencia de bases públicas y políticas redistribuidoras en el marco de la UE, la implantación del euro sólo podía traducirse en mayor devaluación fiscal y salarial permanente, en perjuicio de las clases populares y trabajadoras europeas y gran parte del capital no exportador, especialmente el de los países más débiles de Europa, como los del Sur de Europa. Pues bien, reconociendo que este problema en sí mismo aboca a crisis con perfil propio de gran alcance, aún incluso resolviendo este esquema anterior, la crisis capitalista seguiría desarrollándose. Por eso no es suficiente combatir las políticas austeritarias, aunque sea un paso necesario.
  • 13. ¿Se creará un mecanismo de autocorrección en la eurozona por el cual las autoridades de la UME – influidas por Alemania – suavicen las exigencias de austeridad impuestas a los países del Sur ante:
    • a) La excesiva contracción de las economía del Sur, que merma las posibilidades de exportación del bloque Norte; y
    • b) El riesgo de que en un país se alcance una tensión social excesiva o una deriva electoral anti-euro que provoque el abandono del país con la reacción de contagio que ello podría implicar?
Al igual que el FMI recomienda políticas pragmáticas para hacer “sostenibles” la austeridad, es posible que una situación límite pueda hacer virar algunas políticas europeas. Somos, no obstante, muy escépticos al respecto. Ahora bien, no creemos que la excesiva contracción de las economías del Sur lo causase, porque la recesión en los países del Sur, sin una contestación alternativa, tendría como consecuencia nuevas devaluaciones internas que favorecería una estructura de costes mejores para el capital a medio plazo (donde el desempleo es una forma de disciplinamiento temporal para doblegar la capacidad negociadora del mundo del trabajo). Tampoco creo que el surgimiento de gobiernos que reclaman un repliegue nacional cambie dicho escenario, aunque sin duda tendría consecuencias, ante el cierre o aislamiento de un mercado que puede ser de dimensiones diferentes. Las políticas de repliegue nacional (de izquierdas o de derechas) añadirían a la previsible devaluación cambiaria la misma política de devaluación interna, porque una economía aislada, aunque pudiera fortalecer sectores propios (sustituyendo importaciones por industrialización) también quedaría expuesta a dependencia internacional para contar con recursos decisivos (como la energía, alimentos, etc…) y estaría abocada a un empobrecimiento casi seguro (producto de la inflación en sectors estratégicos). Sería más bien una contestación política internacionalista, de ascenso de las movilizaciones populares, y formación de nuevos gobiernos apoyados en las luchas, la que podría poner en tela de juicio la orientación austeritaria, porque se generarían resistencias para no seguir profundizando la devaluación interna, y, posiblemente alternativas (impago de la deuda, recuperación del control de capitales, formación de de nuevas alianzas internacionales y otra política económica supranacional) que, si se establecen con un mínimo de países, podría tener un relativo éxito.
  • 14. ¿Es plausible que Alemania prefiera la salida del euro como rechazo al papel de “donante” que le correspondería en la posible transfer union?
Si se estableciese una política de redistribución interna en la UE, la salida del euro de Alemania sería una posibilidad, en el actual marco de correlación de fuerzas ideológicas.
  • 15. ¿Cómo es previsible que evolucionen el crecimiento económico, el empleo y la calidad de la democracia en los escenarios más probables de cada una de las alternativas: disolución o permanencia del euro?
En mi opinión, la cuestión monetaria es relevante, pero no es la única cuestión a tratar analítica y políticamente. Aunque sin duda, la moneda única, en el marco institucional y de políticas consagradas, implica la devaluación fiscal y salarial permanentes, y el desequilibrio en la balanza de pagos permanente entre países fuertes y débiles, lo que en sí da la puntilla encorsetando a otras políticas alternativas (y dejando un menor margen a las políticas alternativas o en el marco nacional, aunque haciéndolas desaparecer, sin duda). De igual modo, al no ser la única variable, es preciso observar las interrelaciones que mantiene esta dimensión con otras bases económicas y políticas, para interpretar qué sucedería.
Sea como fuere, ambos escenarios serían problemáticos, entre otras cosas, como hemos señalados, porque los problemas que atravesamos no refieren sólo a la cuestión monetaria. Es cierto que el sistema euro ha añadido problemas añadidos gravísimos en materia financiera, desigualdades norte-sur, y austeridad procíclica. Pero sería una equivocación importante reducir la política económica a dar consejos sobre salir o permanecer en el euro. A este respecto, abordar la cuestión de las deudas, como nuevo y trágico yugo para las economías más débiles y en especial para las clases productivas, parece un capítulo a abordar. Las políticas de austeridad son también un eje a combatir en todos los órdenes. Posiblemente, cuestionar estos puntos implicarán rupturas que comprometerán el sistema euro. De tal manera que el colapso financiero puede generar diferentes casuísticas, desde repliegues elitistas de algunos países que expulsen a otros doblegados por la deuda acumulada, iniciativas de salida nacionalista (de diferente signo), o alternativas supranacionales.
Ni que decir tiene que este interrogante trata de sopesar qué es peor: la devaluación interna en curso u otra cambiaria. Está claro que sus consecuencias son bien distintas, según el país, sector o clase que tratemos. La devaluación interna es una pesada losa para las clases populares, trabajadoras y los países periféricos. Una devaluación cambiaria permitiría una estrategia competitiva, que beneficiaría a los sectores exportadores. Pero sería un error pensar que escoger entre ambas líneas es una buena pregunta. En primer lugar, porque la segunda no implica tener que someterse a devaluaciones internas ulteriores. Porque supone emprender una carrera enloquecida de pueblos contra pueblos. Y, sobre todo, porque no tenemos que escoger entre lo malo y lo peor, sino surcar nuevos caminos, cuyo perfil deben estar enmarcados en el internacionalismo solidario, una política económica que grave a las rentas del capital para impulsar inversiones que transformen sosteniblemente el modelo productivo, con políticas sociales redistributivas, que generen empleo, con un control de los movimientos de capital y dominación social de los excedentes, y la socialización del sistema institucional del crédito y el sistema bancario privado, impulsando un sector público cooperativo transnacional entre pueblos solidarios comprometidos con una estrategia socialista.

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