11/6/11

Tendencias sociolaborales y relación salarial (4): Algunas consideraciones de cómo se organiza el mundo sindical y como se negocian derechos.


Daniel Albarracín

El modelo sindical de representación y acción sindical en las empresas está pautado por la escala que mayormente se establece como unidad básica para las elecciones, la representación y la acción sindical: el centro de trabajo. Mientras las decisiones económicas del capital se plasman a escala transnacional, a través de cadenas de valorización rentable, en forma de red (matriz-filiales, empresa principal-subcontratas, empresas central y proveedores y distribuidores, etc…), frecuentemente a escala supraempresarial, el espacio en el que opera la acción sindical cotidiana es el “recóndito, arbitrario y fragmentario” centro de trabajo.
El centro de trabajo es el punto de referencia al que llegar para desarrollar un sindicalismo de proximidad, pero no debería ser el punto de partida sobre el que reflexionar. La arquitectura del capital se diseña con una estructura y orientación global, pautada por la rentabilidad y la formación de los mercados, y la relación con el mundo del trabajo, y los ladrillos (los centros del trabajo) no son más que las piezas finales de su construcción. Mirando a los ojos a un ladrillo, o a un agregado de ellos, no sabremos la forma y sentido urbanístico de la ciudad.
En los países aventajados de occidente, las concentraciones de población asalariada se producen mayormente en polígonos empresariales de oficinas, distritos y polígonos industriales, centros comerciales, zonas turísticas y de ocio, etc… que comportan nuevos clústeres de producción y suministro de servicios, aún cuando una importante esfera de los servicios y el trabajo de oficina se brinden de manera difuminada. A pesar de las relocalizaciones, en términos globales, también el trabajo asalariado ha crecido en el último largo periodo en los países aventajados y se localiza de manera concreta.
Si el capital se valoriza en cadenas de actividad (financiación, extracción, fabricación, distribución, etc…); se organiza en empresas-red y se localiza en distritos de trabajadores concretos (polígonos de oficinas, polígonos industriales, centros comerciales, zonas de ocio, destinos turísticos, etc…), debemos adecuar nuestra organización a esta realidad, porque si no no podremos operar sobre ella, y mucho menos transformarla.
Es decir, cadenas de valor, empresas-red y distritos empresariales (concentración de trabajadores) parecen ser ejes que nos invitan a pensar que hay otras líneas vertebradoras de nuestra acción sindical, a nivel organizativo y representación de intereses
Análogamente resulta importante referirse al modelo de negociación colectiva. Si la organización de sectores y empresas disponen de una forma como la anterior, también la negociación colectiva debería adoptar una arquitectura afín. Además, su contenido está sujeto a las partes, y si bien las patronales suelen desarrollar estrategias minimalistas para inhibir el avance convencional, no cuentan con una representatividad que se asegure la eficacia de aplicación, y ejercen, al mismo tiempo, su poder de presión (amenazas de recortes y despidos, de relocalizaciones, medidas de movilidad funcional, cambios de horarios, de subcontratación, etc…). La estructura de la negociación colectiva es, en bastantes sectores, dispersa, y su nivel de cobertura deja fuera en torno al 20% de la población asalariada, sin contar con el empleo informal –economía sumergida, inmigración sin regularizar, etc…-, sobre todo en nuevos sectores de servicios y empresas auxiliares. La heterogeneidad de la estructura de la negociación colectiva (convenios provinciales y de empresa) conlleva a que el avance de la regulación laboral sea desigual, y conduzca a situaciones de dumping. Además, las últimas reformas laborales han facilitado el descuelgue de empresarios individuales a la hora de cumplir los convenios colectivos, lo que reduce la eficacia y generalización de sus contenidos de acuerdo.
Dicho de otro modo, no sólo debemos adecuar los diferentes vehículos de intervención (elecciones, acción sindical, negociación, organización, etc…) a esta arquitectura, sino también proponernos, o al menos atrevernos a pensar, que hay que cuestionar las reglas de juego que impiden una mayor y mejor actuación del sindicalismo en el mundo en el que vivimos.
Y que, para afrontar los conflictos, ante las agresiones del poder o las resistencias que interponga, cambios que los y las trabajadoras y la naturaleza necesitan, implica resistir, y, al mismo tiempo movilizar toda la inteligencia, los recursos y las personas, para organizar la respuesta a estas grandes cuestiones y problemas, aproximándonos a lo común en la diversidad.

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